nadia
Me estoy subiendo a un auto con un extraño, defendiendo a alguien que no conozco para sacar a mi amiga de un secuestro en el que ni siquiera debería estar.
Aún con toda la seguridad que tenemos, lograron burlar el sistema y entraron a mi casa y se llevaron a Fernanda, señal de que deben tener a alguien muy bueno.
Está sentado a mi lado en un coche de lujo.
- ¿Cómo me encontró?
- No es difícil encontrar un abogado famoso como tú - se rió - El abogado del hielo del desierto.
- Esa otra vez que nos vimos, ¿ya sabías quién era yo?
- No - mira para otro lado prestando atención al tráfico - Pensé que eras una mujer que había sido traicionada y bebía las penas, después de que descubrí quién eras y quién podía ayudarme.
- Entonces vino detrás de mí – miré hacia adelante – ¿Qué hiciste en SEXO?
- Te estaba esperando, tengo hombres que me dicen cosas que quiero y aproveché para cerrar algunos tratos ya que estuve ahí.
- ¿De qué fue acusada tu hermana?
- Para matar a su marido.
- ¿Ella dice ser inocente?
¿Tiene pruebas o algo que pueda usar, testigos o coartada?
- De todos los testigos muertos solo quedó una criada que desapareció tras el presunto asesinato, despertó junto a su esposo muerto y con el arma homicida en la mano - sonrió - Y con la policía ya en la puerta de la casa.
- ¿No recuerda nada?
- No es como si se hubiera evaporado de la faz de la tierra y cuando volviera estaba en esa escena - suspiró - Y sé que no fue ella, ni siquiera mata una cucaracha, gritó por mí para matarla.
- Si tu lo dices.
- Te llevaré a la prisión donde está ella y ahí podrás hablar con ella.
- ¿Puedo saber a dónde vamos?
- España – llegamos a una pista de aterrizaje de Shariff.
- Señor Ramón Armendáriz, es un placer volar con usted – le estrechó la mano a Ramón, que no sabía que era Ramón – ¿Cómo está, señorita?
- Bien gracias.
Nos montamos en el avión a España y acabamos de una vez.
Le expliqué que iba a hacer lo que pudiera, pero que necesitaba que me ayudara a encontrar al testigo desaparecido.
Acordamos que yo lo intentaría, pero si no lo conseguía, liberaría a Fernanda y mantendría el secreto de la Cumbre.
Pero sabía que tenía que dar lo mejor de mí y odiaba que me presionaran.
Cuando llegamos fuimos directo al penal donde estaba su hermana, él no me acompañó, probablemente fue a su casa.
Y me escoltaron hasta allí.
Logré entrar sin ningún problema y encontrar a su hermana.
-Rosália Armendáriz Sanches- entró una muchacha de cabello negro ondulado, rostro delgado y cabizbajo, cuerpo delgado y se parecía mucho a Ramón.
- Trataré de sacarte de aquí, Rosália - me miró con desconfianza - Pero necesito toda la verdad, lo que recuerdas, cómo sucedió y todo.
- Quien te mandó fue mi hermano - sonrió disgustada - Ya le dije que no hay manera, que me voy a quedar aquí y que no vas a conseguir pruebas para soltarme.
- Tranquila, Rosalía, necesito saber todo, me puedes decir.
- Me acusan de matar a mi marido.
Hernandes Sanches – se pone nerviosa.
- Sabes que no deberíamos tener secretos, ¿no?
Si quieres salir de aquí, necesito que seas honesto.
- Tuvimos unos amigos de mi esposo en la mañana y se quedaron a almorzar, bebieron mucho, mi esposo estaba un poco drogado por la bebida y terminamos discutiendo.
Y no debí hablarle así, y entonces fui castigado por él, con mucha razón, fue mi culpa por gritarle y luego me empujó y terminé golpeándome la cabeza.
Mi esposo era un hombre muy nervioso y sabía que no podía ponerlo nervioso como lo hice.
- No te culpes de que tu esposo sea un pendejo que te golpeó.
- No, solo me golpeaba cuando me portaba mal con él - cada vez que escuchaba a una mujer decir eso me rompía el corazón y saber que no todos evolucionamos - me caí, me golpeé la cabeza y me confundí un poco, solo Vi que llegó mi hermano y lo golpeó – en esta parte ella habló en voz baja – Nunca le conté a ningún otro abogado sobre Ramón.
- ¿Pero estás seguro de que fue él?
Estabas confundido.
- ¿Conoces alguna pista sobre este jardinero, es la única persona que puede confirmar si alguien ha entrado allí?
¿Y las cámaras de la casa?
- Las cámaras se han apagado.
- Y para cuando ocurrió el crimen, es posible que hayan desaparecido, ¿algún otro dato que te pueda ayudar?
- Sólo eso.
- Bueno, iré tras las pruebas y veré qué podemos hacer.
Sabes que es un caso muy difícil y sin pruebas ni testigos hace que tu situación sea muy difícil.
- Llevo dos años aquí, le dije a Ramón que me dejara aquí sola, pero él insiste en sacarme de aquí – ella es una mujer triste – Después de que perdí a Hernandes, me gusta la soledad aquí, me siento bien.
- La herencia, ¿eres rico?
- Sí, mi Hernandes era un hombre muy rico, como no tuvimos hijos, todo estaba a mi nombre y una pequeña parte a nombre de Ramón, mi Hernandes era tan bueno que le dejó una buena cantidad de dinero.
- Entiendo, ¿tu herencia está retenida por la justicia?
- Sí, pero puedo hacer retiros para mi sustento hasta que me vaya de aquí.
- Rosalía, veré qué puedo hacer para tratar de sacarte de aquí - me agradeció y se fue, dándome una pequeña sonrisa antes de salir por la puerta.
Ya me estaba esperando un coche cuando salí del penal, el chico alto y fuerte dijo que me estaba esperando Ramón, salimos de una carretera vacía y nos dirigimos al centro de Madrid donde estaba su apartamento.
- Hola – me estaba esperando con un vaso de whisky en las manos, de pie mirando un ventanal de vidrio que ocupaba más de la mitad de la pared, una arquitectura diferente, como él – Entonces, ¿cómo estuvo?
- Hablé con ella.
- No fui yo antes de que preguntes – no me miró y siguió mirando a la gente de abajo – Sé que te habló de mí.
- Yo no te acusé.
- Pero su mirada decía - vino hacia mí.
- No sabes lo que dice mi mirada, Ramón.
- ¿No lo sé, Nadia?
Pasó sus dedos por mi cara y me besó.
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