Un Bentley Continental negro se detuvo con discreción en la puerta del Hotel Península, donde se celebraba la ceremonia de entrega de premios más prestigiosa de Ciudad Lagos. Elisa Valdés rodeaba con sus brazos el cuello de un hombre. Sus dedos pálidos y delicados recorrían el cabello firme del individuo, mientras que su rostro radiante y hermoso mostraba una expresión de placer extremo.
El parabrisas negro del asiento trasero estaba levantado, y, gracias a su excelente aislamiento de sonido, bloqueaba los incesantes gemidos que provenían de atrás. El espacio en el asiento trasero, que no era para nada pequeño, estaba impregnado de un clima sensual y de una pasión que no desaparecería con facilidad.
La camisa del hombre se mantenía intacta, con cada botón prendido con mucho cuidado. Su gran mano sujetó la cintura de Elisa con mucha fuerza.
-¿Qué miras, Elisa? -preguntó de forma sombría con una voz profunda y algo ronca.
—Sus manos —respondió Elisa con pereza. Gimió como un gato pequeño lamentándose, pero sus ojos brillaron con codicia-. ¿Cómo es posible que sus manos sean tan atractivas, señor Bermúdez?
El rostro del hombre se ensombreció un poco. Después de contenerse por un momento, torturó a Elisa como un loco.
—Eres sucia —gruñó de modo taciturno.
-Tal vez adopté algunos fetiches diferentes después de interpretar a tantos personajes pervertidos —dijo Elisa con una voz placentera de oír mientras jadeaba y sonreía con picardía.
Elisa entró en la ceremonia de entrega de premios de forma discreta por la puerta lateral, pero su aparición causó un gran revuelo. Con sus ojos radiantes y sonrientes, y su vestido ajustado de color rojo brillante, tenía un aspecto atractivo y encantador que dejaba sin palabras. Antes de que pudiera intercambiar saludos con quienes la rodeaban, oyó un susurro sibilante, y dirigió la vista en esa dirección. Vestido con una camisa blanca y un traje negro ceñido al cuerpo, y con los dos primeros botones de la camisa desabrochados de forma casual, Cristóbal lucía atractivo y rebelde.
Esa noche, Rebeca Vargas, quien acababa de ganar el premio a la revelación a mejor actriz, estaba sentada en los asientos vip. Sonrojada por el éxito, pasó su brazo por el de Cristóbal con una dulce y hermosa sonrisa.
Elisa hizo una mueca. Su asiento no estaba lejos del de Cristóbal, pero este ni siquiera hizo un gesto de saludo. Se sentía inquieta sin saber el motivo, pero lo disimulaba muy bien. No fue hasta que el presentador anunció el nombre de Elisa que las luces se posaron de inmediato en su rostro. Ella se incorporó con gracia y su aplomo natural, y abrazó a los que la rodeaban con una sonrisa de amabilidad antes de caminar hacia el escenario. Ganó el premio a la mejor actriz del año por su interpretación en un drama urbano sobre el trabajo. Además, los rumores sobre ella y el actor protagonista del drama la convirtieron en una nueva celebridad femenina muy popular. Por eso, cuando el presentador preguntó si ella y Benjamín García darían un paso más en su relación. Elisa sonrió sin negar la pregunta.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: Me duele el amor excesivo