Me duele el amor excesivo romance Capítulo 4

Elisa era la mujer que Cristóbal mantenía. Cuando él la vio por primera vez, su mirada desafiante y rebelde, y sus brillantes y traviesos ojos hizo que sintiera la necesidad de cortarle las alas. Era una clase de necesidad inexplicable que surgía del deseo de un hombre para conquistar a una mujer. Cristóbal pensó que su deseo por ella era algo que sucedió en el impulso del momento, más ese llamado «momento» había durado tanto como cinco años. Al menos, no se había aburrido ni del cuerpo ni de la misma Elisa.

Ella también conocía muy bien su lugar, sabía cómo comportarse en toda clase de situaciones, incluso sabía qué hacer y qué no hacer. Por lo tanto, se convirtió en la única mujer a quien mantuvo a su lado durante mucho tiempo; sin embargo, eso no significaba que Cristóbal le permitiría hacer demostraciones de mal carácter ni dejaría que lo indagara sin reservas.-

«¿Acaso he sido muy benévolo con esta mujer últimamente?», pensó.

La mirada de Cristóbal se ensombreció y dijo:

-Sal del auto.

Elisa se quedó sola parada en ese lugar desolado y frunció los labios ya que le preocupaba que la atrapara un fantasma por el brillante vestido rojo que tenía puesto. Por desgracia, comenzó a llover, como si repercutiera en cómo se sentía, el continuo golpeteo de la lluvia hizo que Elisa estornudara y sintiera cada vez más frío.

-Chis, chis. Pobre gatita abandonada. -Se escuchó una voz burlona al mismo tiempo que un auto deportivo rojo se detuvo frente a ella-. ¿Quieres que te lleve, mi rumoreada novia?

Era Benjamín; Elisa lo miró, abrió la puerta del auto y se subió con movimientos sencillos y enérgicos sin ningún tipo de disimulo.

—Ve al hospital.

Benjamín la miró de arriba abajo de forma sospechosa.

—¿Sufriste violencia doméstica?

Elisa forzó una sonrisa.

Diez minutos después, Elisa ya se había hecho todos los análisis y esperaba en silencio los resultados finales del análisis de sangre ya que tenía en la mano los resultados de orina. Mientras leía la conclusión del informe, su expresión se suavizó y, sin darse cuenta, dibujó un círculo con el dedo. De repente, la vibración de su teléfono celular interrumpió sus pensamientos y su expresión cambió en cuanto vio el identificador de llamadas. En el instante en que respondió, una voz nerviosa clamó al otro lado del teléfono:

—Elisa, ¿puedes regresar rápido? Padre da mucho miedo...

Era Elena Valdés; Elisa la consoló mientras se apresuraba a salir del hospital. Luego, tomó un taxi hacia un antiguo vecindario del centro con rapidez. Cuando entró, vio que Juan Valdés estaba forzando a Elena para que le diera dinero.

—Te cuidé a ti y a tu hermana por mucho tiempo; ahora que ella es una celebridad, te debe haber dado bastante dinero, así que, dámelo o te mataré -dijo.

Su feroz expresión hacía que se viera como un delincuente del vecindario que pedía dinero, en lugar de verse como un padre. Elena temblaba como una hoja mientras se escondía aterrada en un rincón.

—¡Elisa! —gritó de inmediato al verla.

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