Benjamín entrecerró sus ojos rasgados antes de que sus grandes manos tomaran las de Elisa. Luego, separó sus dedos uno a uno, lo cual la sobresaltó por un momento.
-¿No querías montar un espectáculo delante de alguien más? —Benjamín bajó la voz para que solo ella pudiera escuchar—. Estoy poniendo en riesgo mi futuro al actuar así contigo, así que ¿no me estarías defraudando si no das tu mayor esfuerzo?-
Sus palabras dejaron a Elisa sin saber qué decir.
Los reporteros, que escucharon las noticias de Elisa y Benjamín, se emocionaron una vez más al ver lo que hacía él. Sin embargo, antes de que pudieran hacer preguntas, la figura alta de Cristóbal empujó la puerta y entró, lo cual silenció al instante a todos los presentes.
—Señorita Valdés, ¿no va a buscar los cosméticos que dejó en mi auto? -Cristóbal fijó su mirada en Elisa.
Al oír sus palabras, los reporteros intercambiaron miradas de sorpresa. El rostro de Elisa se puso pálido; incluso Benjamín tenía una expresión difícil de descifrar.
-No me gusta que haya nada que le pertenezca a una mujer en mi auto.
Al terminar de hablar, Cristóbal se dio la vuelta y salió de inmediato por la puerta de vidrio.
Elisa permaneció quieta en su sitio. Se mostraba tranquila, pero sabía muy bien que Cristóbal estaba enfadado. Sabía que tenía que buscarlo, pero no encontraba el valor para ir con él con tantas miradas puestas sobre ella. Lo que más la sorprendió fue cómo Cristóbal hizo que su relación con ella sonara tan dudosa en público.
De hecho, desde que entró en el mundo del espectáculo, Elisa tuvo todos los mejores recursos para ella. Debido a eso, desde que se extendió el rumor de que era una mantenida, Cristóbal fue la primera persona de la que sospecharon como su amante adinerado. Ambos vivieron en paz durante los últimos cinco años solo porque ocultaron muy bien su relación.
El único destino que le esperaba a la mujer con la que Cristóbal revelara su relación, además de dejarla, sería el destierro total del mundo del espectáculo. Era probable que ni siquiera pudiera permanecer en Ciudad Lagos.
Esa vez, Elisa en verdad entró en pánico.
—Señor Bermúdez...
—¿Cómo te atreves a ponerte en mi contra después de ganar el premio a mejor actriz? -espetó Cristóbal antes de que ella pudiera terminar de hablar-. Elisa, ¿no creer que eres demasiado atrevida?
La expresión de Elisa cambió un poco antes de adoptar la actitud de un cordero abatido. Sus brazos, que antes se aferraban al asiento, rodearon el cuello de Cristóbal.
-Después de todo, usted sujetaba la mano de la señorita Vargas, así que tuve que buscarme un plan b. ¿Estoy en lo cierto? —replicó ella con tono despreocupado.
Cristóbal alzó las cejas y no dijo nada.
—Al menos merezco algún reconocimiento por dormir con usted durante tantos años, señor Bermúdez. ¿Por qué nunca me deja aparecer de la mano con usted? -preguntó Elisa de tal manera que sugirió tanto juego como protesta, pero su verdadero propósito era ponerlo a prueba.
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