Mi Jefe y Yo romance Capítulo 11

Había tenido a regañadientes que soportar estar sentada muy quietecita al lado de Jack, quien conducía como un loco por la autopista.

Había puesto un poco de música para distraerme de mi mal genio, pero no sucedería, por mucho que lo intentara. 

Me mantenía enfurruñada en mi lugar sin abrir mi boca o siquiera darle una mirada, no estaba muy segura de qué era lo que quería de mí a esas horas de la noche, pero a decir verdad, prefería no preguntarle y simplemente descubrirlo por mi cuenta al llegar a nuestro destino, que para mí era desconocido. 

Jack, sin perder esa expresión llena de alegría, cantaba las canciones que aparecían en la radio, y sentía que de tanto en tanto me echaba una que otra mirada, asegurándose que no saltaría del auto en cualquier momento.

—Lucy…

No le contesté.

Tras minutos de viaje, se detuvo en seco frente a un hotel que recordaba muy bien, a pesar del paso del tiempo seguía intacto, perfecto en lo alto, sin el más mínimo cambio. 

Jack se bajó veloz como un rayo para abrirme la puerta al verme tan absorta en mis recuerdos, sentí el sudor frío recorrer mi espalda al poner un pie en el duro suelo, junto con mi respiración, que se había vuelto irregular en cuestión de segundos. 

¿Por qué me había traído a este lugar?

Tomó una de mis manos, entrelazando nuestros dedos sin que yo pudiera evitarlo, no importaba cuánto le suplicara que me soltara, él se limitaba a aferrarse a mí con mucha más fuerza, sacándome punzadas de dolor con su presión. 

Mi corazón alocado estaba a punto de salir corriendo por mi garganta, tenía el miedo corriendo por mis venas.

Cuando en la recepción solicitó la habitación presidencial a un recepcionista más joven del que recordaba, este le dio un cordial saludo a su jefe, por supuesto, aquel lugar era parte de la herencia de Jack, la única que no había deducido eso hasta hacía algunos días era yo. 

Me arrastró hasta el asesor donde al entrar oprimió el botón del piso 36, respiré profundamente, sintiendo cómo mis piernas temblaban con cada piso que avanzábamos.

Entonces, cuando las puertas se abrieron, aún en contra de mis quejidos, me obligó a entrar en aquel apartamento, sentí mis latidos detenerse por un segundo al adentrarme en ese espacioso sitio. 

Parecía como si hubiera regresado en el tiempo ocho años atrás, sin necesidad de hacer mucho esfuerzo, todo estaba en su lugar tal y como lo había dejado la noche del accidente. 

La cocina estaba impecable, el jardín exterior igual de bonito como en mis recuerdos, la cama con la misma sábana, absolutamente todo impecable.

—¿Recuerdas? —preguntó pensativo, observando cada rincón al igual que yo.

—Sí…

—Todo pareciera que estuviera exactamente en su lugar como ocho años atrás, pero si te fijas bien, hay dos cosas que no están de la misma forma, los únicos que hemos cambiado somos nosotros —comentó, con cierto pesar en su tono de voz.

Era cierto, él ahora era una persona extraña para mis ojos, alguien con cambios exagerados en su comportamiento, a veces muy feliz y otras más cruel, impidiéndome entender sus verdaderas intenciones. 

Pero yo también era ahora otra persona, vivía feliz gran parte del tiempo, excepto cuando él aparecía ante mí realmente empezaba a detestarlo, cuando en un pasado lo había amado tanto.

Me jaló en su dirección, llevándome sin miramientos hasta la habitación, la cual aún mantenía el aroma de su perfume masculino, lo que me parecía extraño, dado que él debía de vivir en otro lugar con su esposa y su hija. 

Aquel perfume en los alrededores, invadiendo por completo mis fosas nasales, me hacía pensar que quizás Jack iba a allí seguido sólo a recordarme, no entendía muy bien por qué, pero al mirarlo fijamente a los ojos, eso era lo que me decía sin necesidad de palabras.

No sabía cómo sentirme con eso.

—¿Qué intentas hacer? —inquirí cuando sus manos tomaron mi cintura, pegándome a su cálido cuerpo más de lo necesario.

—Te daré dos opciones —susurró, acariciando su con la punta de su nariz la mía, robándome el aliento con sus actos—. Puedes confesar la verdad, o te obligaré a acostarte conmigo esta noche.

—¡Estás demente! —rugí estupefacta, con las absurdas opciones que me daba.

Intenté zafarme de su contacto, apartarme cuanto antes, quería salir corriendo de allí, temía por lo que fuera capaz de hacerme, presentía que podía lastimarme si se lo proponía; ya que ahora no estaba tan segura de quién era ese hombre frente a mí. 

Esta vez Jack sí era un completo desconocido… o quizás siempre lo fue y yo pensé que lo conocía.

Me aprisionó con más fuerza, hiriendo mis costillas, dejándome casi sin respiración por un instante. Me tiró a la cama como si fuera un trapo y se posó sobre mí, encarcelándome con su pesado cuerpo.

—¡Suélteme! —chillé, al sentir sus cálidas manos colocando mis brazos sobre mi cabeza.

—¿Qué sucedió hace 8 años? —inquirió, con una expresión bañada en la cólera.

—¡Ya te lo dije!

—Así toca contigo —bufó firme, al parecer no cambiaría de opinión por mucho que le suplicara, continuaría a menos de que yo le dijera absolutamente todo—. Te lo repetiré de nuevo, ¿sabías que estaba en coma?

—¡Te he dicho que sí!

Me miró aún más enojado, mordió mis pezones con tal brusquedad, que sentí las lágrimas caer a mis costados mientras pegaba un berrido. 

Pasó su lengua por todo mi vientre y mordió cada lugar que se le ocurría sin piedad, sacándome algún quejido o gemido, dado que a veces era más delicado, causando que mi cuerpo reaccionara naturalmente contra mi voluntad.

Comenzaba a desearlo, pero se estaba portando como un animal, solamente dejándose llevar por sus instintos y la rabia de no obtener lo que quería.

—¿Sabías que mi operación había sido complicada y de alto riesgo?

—Sí.

—¡Maldita sea, Lucy! —rugió, arrebatando mi ropa interior, dejando en libertad mi intimidad, ya empapada aunque no quisiera—. ¡Me estás obligando a hacer esto!

—¡No digas estupideces y déjame de una buena vez!

—Te lo preguntaré de nuevo. —farfulló en un hilo de voz—. Y esta vez escúchame bien, si me vuelves a decir una sola mentira, te penetraré sin preparación.

—¡¿En qué demonios estás pensando?! —chillé, espantada con sus palabras—. ¡Esto es abuso sexual!

—Bueno, pues me iré a la cárcel sabiendo la verdad —dijo con una mirada decidida a ello, mi rostro se crispó de inmediato, y me revolqué debajo de él, intentado patearlo o lo que fuera, pero nada lo hacía retroceder.

—¡Eres un asqueroso animal!

—¿Realmente nunca me quisiste? —preguntó, ignorando mis alaridos.

—¿Cómo podría quererte cuando eres así? —escupí, observándolo con un asco que no había sentido en años.

Él frunció el ceño y soltó un respingo cargado de decepción, al tener que seguir con su plan ante mi terca resistencia.

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