Se los conté al regresar, omitiendo las cosas trágicas que podrían sucederle a nuestra madre, intentando sonar lo más entusiasta posible, pero la mayoría me observaba desconfiado, casi sin creerme ni una sola palabra.
Todos nos echamos en la sala de espera, impacientes porque el médico saliera pronto de la cirugía diciéndonos que todo había sido un completo éxito.
Las horas pasaban tortuosas frente a mis ojos, a pesar de tener a Jack apoyándome muy pegado a mí, con quien conversaba de vez en cuando para distraerme. Acariciaba el largo cabello de Brooke, la cual dormía plácidamente recostada en mis piernas cuando se había cansado de llorar tanto.
Maximilian y Camila se comían las uñas en una esquina alejada, Paul y Carl escuchaban música, compartiendo un par de audífonos e intentando relajarse en esa tensionante situación.
Katia y Lauren se habían acomodado con Blake en el medio para contar viejas historias de cómo habían cuidado de él los primeros días que había llegado al orfanato y todo el amor que nuestra madre nos había brindado durante años, sacándome una leve sonrisa al ir recordando cada cosa que mencionaban.
Cody se nos separó un rato para ir a entregar sus trabajos de la universidad y luego traernos un poco de comida, ya que ninguno de nosotros había pegado bocado en todo el santo día y la verdad, ni siquiera apetito teníamos. Por otro lado, Nia se había ausentado por su trabajo prometiendo que volvería en el almuerzo dejando a un ansioso Ryan, moviéndose de un lado a otro frente a nosotros.
—¿Realmente todo estará bien, hermana Lucy? —preguntó por tercera vez Ryan, rascándose sus cabellos ansioso como nunca antes.
—¡Claro que sí! —canturreé, dedicándole una despampanante sonrisa que ni yo misma sabía cómo había logrado dibujar en mi rostro, cuando en mi interior me carcomía la preocupación aún más intensamente que a todos ellos juntos—. Nuestra madre es una mujer fuerte como un roble, nos ha cuidado por años ella sola, ¿crees que va a desfallecer por algo así de pequeño? ¡No lo creo! —murmuré, dejando que mis ojos fueran pasando de uno en uno, observando esos juveniles rostros que ante mis palabras, algunos asintieron totalmente de acuerdo, entre tanto otros simplemente negaban con su cabeza, desmotivados—. Chicos, en serio crean en ella, tengan un poquito más de fe, no se dará por vencida, yo sé que lo logrará.
—Es cierto, hermano Ryan —farfulló Camila, soltando un largo respingo cargado de agotamiento—. Deberías tranquilizarte un poco, nos estás poniendo los nervios de punta a todos.
—Sí, eres un fastidio —rezongó Paul desde su asiento con los ojos cerrados, su cabeza apoyada en la pared y sus brazos cruzados, a quien creía, estaba durmiendo desde hacía buen rato.
—¡Cállate, Paul! —Gritó Ryan sobresaltando a Brooke, pero no lo suficiente como para despertarla entre sus sueños.
—Chicos, no discutan, ¿sí? —suplicó Katia con sus ojos cristalinos, a nada de romper a llorar.
—Necesitamos apoyarnos los unos a los otros en este momento —dijo Maximilian con un semblante muy serio que me erizó la piel.
—Somos una familia, podemos con esto —continuó Carl, sonriéndonos con afecto.
—No importa qué suceda, ustedes seguirán siendo mis hermanos —musitó Ryan con su voz quebradiza y su rostro bañado en agrias lágrimas, que Camila limpio amorosamente al acercarse a él para abrazarlo.
—No hables como si algo malo fuera a ocurrirle a mamá —refunfuño Lauren poniendo sus ojos en blanco, enfadada con ese pensamiento tan pesimista por parte del mayor.
—¿Quién quiere comer? ¡He traído sabrosa comida! —anunció un alegre Cody al adentrarse en el pesado ambiente que cernía esa estancia.
Cody había optado por llevar dos cajas de pizza, las cuales nos devoramos entre charlas un poco más tranquilas, recordando viejos momentos, como cuando Ryan se había lastimado en aquella visita sorpresa que habíamos dado Jack y yo en el pasado.
También mencionaron el cómo habíamos aprendido a llevarnos los diez hermanos, mejor a pesar de tener diferentes personalidades y pensamientos.
—Te amo, Lucy —me recordó con una sonrisa cariñosa que me robó el aliento y detuvo mi respiración por unos cortos instantes. Quise decirle que yo también lo amaba, lo quería con locura y no deseaba que nos separáramos jamás, pero preferí callar, porque mi lado razonable sabía que era un error si se lo confesaba. Él, impenetrable como siempre, aún cuando no escuchó nada de mi parte, se mantuvo feliz ante mi avergonzada mirada—. Te veo luego.
—B-bueno.
Varios días tuvieron que pasar para que mi madre pudiera estar en una habitación normal, había abierto los ojos al día siguiente de la operación, no hablaba mucho, pero nos turnábamos todos para cuidarla y a pesar de mi trabajo, a veces terminaba en su cuarto gran parte del tiempo haciéndole compañía, contándole cosas y haciéndola sonreír para que se sintiera mejor mucho más pronto.
Todos mis hermanos, excepto Ryan, regresaron solos a la casa hogar, porque debían volver a sus clases cuanto antes, ya que habían faltado casi por una semana, así que Maximilian y Camila ahora estaban encargados de los menores, mientras Ryan cuidaba de nuestra madre y todas las necesidades que esta tuviera, donde a veces se escapaba para pasear con Nia por la ciudad, haciendo relevo con Cody o conmigo si no estaba muy ocupado.
Jack, por su parte, sólo había aparecido por sorpresa ante mí uno que otro día, dándome el espacio que necesitaba para pensar, intentó fastidiarme como era habitual en él, logrando hacerme reír a pesar de mí resistencia a permanecer alejados como se suponía debía de ser, sin embargo, por muchas trabas que pusiera entre los dos, éste terminaba quebrándolas todas.
Caminaba por los pasillos en dirección a la sala de urgencias, me había terminado mi almuerzo junto con Nia y Ryan en la cafetería y debía regresar a vigilar a los internos, pero mis pasos se fueron apaciguando cuando escuche una voz a la distancia que me helo la sangre, esa voz que sabía algún día terminaría volviendo a escuchar.
Caminé con mis piernas temblorosas a segundos de desfallecer y mi corazón acelerado en mi pecho, logrando vislumbrar cómo esa horrible mujer gritaba como loca a la enfermera Kim, llamando la atención de todos a su alrededor, sin importarle un bledo el espectáculo que estaba montando.
Sentí mi mundo irse cayendo a pedazos al verla sacudir enfurecida a la pobre enfermera, la cual no se defendía, porque sabía perfectamente quién era ella.
Vi esa misma expresión con la que me había mentido años atrás y respiré profundo, dispuesta a enfrentarme de nuevo a Deborah Aisha Walters.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi Jefe y Yo