Caminé con aquellos papeles en mi mano, pensando seriamente como informarles de algo tan serio. Ni siquiera yo me sentía bien con la noticia, menos ellos estarían preparados para oírla.
Anduve por los pasillos casi por inercia, sin saber muy bien cual sería mi destino, si la habitación de Lucila o algún otro lugar para echarme a cavilar sobre ello. Mi respiración era lenta y mis latidos pausados, casi perezosos, respiré profundamente quitando aquel sudor helado de mi frente.
Me senté en las primeras sillas que vi, al sentir mis piernas desfallecer por completo.
Medité seriamente qué hacer por lo que me pareció una eternidad. No estaba preparada para ello, para confesarles algo tan doloroso, hasta que al darme cuenta que necesitaba un poco de consuelo e incluso unas palabras de aliento, me dirigí apresurada a la habitación de mi madre, quien estaba seguro me escucharía con atención y me daría ese empujoncito que necesitaba con sus amorosas frases.
Pero para mi sorpresa, antes de entrar por las puertas entreabiertas, pude notar a Jack sentado en una butaca junto a la cama de mi madre, quien le acariciaba suavemente su cabello.
Al parecer, el idiota me había ganado el preciado tiempo que requería con tanta urgencia, retrocedí unos pasos temblorosos y por alguna extraña razón me pegué a la pared continua, escuchando sus voces demasiado cerca a pesar de la distancia.
—¿Cómo se siente, Señora Mónica? —preguntó Jack con desasosiego en su tono de voz.
—Mucho mejor ahora que te he podido ver —admitió mi madre, quien sabía, le tenía un gran cariño, tanto, que había estado decaída por unos días cuando se había enterado de su falsa muerte—. ¿Cómo has estado, querido?
—Bien, me siento mejor que nunca.
—Has cambiado tanto en estos años, Jack —susurró maravillada y podía estar seguro de que había acariciado el rostro del susodicho con una de sus manos, así como lo hacía conmigo cada vez que me veía después de meses sin visitarla, analizando con sus ojos cada detalle que creía diferente al de sus memorias—. Te has puesto más guapo.
—No tanto, solo estoy más viejo de lo que me recuerda —se carcajeó divertido con lo que escuchaba y sin poderlo evitar, dejé escapar una sonrisa porque mi madre tenía toda la razón; Jack se veía mucho más apuesto, vestirse todos los santos días de traje le sentaba muy bien y su nueva actitud, un tanto más madura que en el pasado, lo hacía ver mucho más atractivo que nunca—. En cambio usted está mucho más hermosa, Señora Mónica.
—Bueno, conozco a mi hija, sé que no desea que ni tú ni ella terminen mal parados, quizás Lucy se mantiene al margen porque teme que todo entre ustedes acabe de la misma forma.
—¿La misma forma? —repitió Jack cabizbajo soltando un resoplido, convencido de que no lo descubriría ni un millón de años, no importaba cuántos detectives contratara para ello.
—Vas a pensar que yo siempre ando de bocazas, pero Lucy escuchó de tu madre que estabas muerto y se lo creyó durante ocho años. Ella cayó en una depresión de la que ni siquiera sabía cómo salir, creo que nunca la había visto tan mal en toda mi vida, ni siquiera con lo que sucedió con su padre —le confesó por fin, dejándolo petrificado en su asiento, sin poderse creer que alguien se dignara a decirle las cosas de frente, que una persona tuviera la piedad de serle sincera. Respiré profundamente, sintiendo mi corazón oprimirse en mi pecho; era una cobarde, mi madre había logrado lo que yo no hubiera podido, por mucho que lo intentara—. Lucy pensaba que habías muerto por salvarla en el accidente y le atormentaba ese hecho. Incluso sé que ella no me lo diría sólo para no alarmarme, pero Cody me lo ha contado, que ella fue quien planeó ese accidente desde el principio.
—¿P-por qué mi madre haría algo así? —inquirió con su voz entrecortada, casi podía sentir que se contenía las ganas de llorar o gritar por la rabia, no estaba muy segura de cuál exactamente, tal vez las dos.
—Quería hacer sufrir a Lucy, darle una lección para que se separara de ti, pero tú terminaste interponiéndote y te estoy eternamente agradecida por salvarla, por permitirme vivir mucho más tiempo con su compañía, la adoro como si por sus venas corriera mi propia sangre y no sabes cuán devastada hubiera estado sin ella. Eso te quería decir el día que me encontrara contigo, en el cielo, pero me alegro de que haya sido aquí, porque de lo contrario me sentiría igual de mal, porque estabas dispuesto a dar tu vida por ella —dijo mi madre con su voz quebradiza, podía percibir sin necesidad de mirarla cómo se contenía los sollozos, tragué saliva ruidosamente cuando unas enfermeras pasaron frente a mí y con cierta torpeza oculté mi rostro en mi teléfono celular, haciendo como si revisara algo. Limpié mis lágrimas con las mangas de mi bata e inevitablemente me mordí el labio inferior, en el momento en que ella continuó—: Después de ocho años, puedo decir que Lucy ha vivido pacientemente con esa terrible carga sobre sus hombros, sin embargo, al descubrir que seguías vivo le alivió al igual que la atormentó aún más, porque te extrañaba sobremanera, creo que sólo esperaba el momento de morir para volver a verte, pero entonces te encuentra y todo lo que pensaba era verdad, se desmorona de repente. Por ende, creo que Lucy sabe que así como sucedió una vez, se repetirá otra más, hasta que definitivamente la vida de alguno penda de un hilo, porque Jack, quizás ustedes dos no nacieron para estar juntos y ella lo sabe, yo sé cuánto la amas y cuánto ella te ama, pero existen cosas que no se pueden forzar por mucho que queramos.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi Jefe y Yo