No quise seguir escuchando más, sabía que había sido suficiente, además, espiarlos no era algo correcto de mi parte.
Me di la vuelta con mis piernas temblorosas y caminé sin rumbo con mis manos heladas en los bolsillos de mi bata, sentía mi corazón acelerado y la tristeza correr por mi venas.
Era cierto, sencillamente el destino nos juntaba para separarnos, porque de alguna forma, podía ver que no lo lograríamos por mucho que lo intentáramos, simplemente no estábamos destinados a estar juntos. No obstante, así como sabía nuestra cruel realidad, estaba segura de que Jack no se rendiría, porque él era esa clase de persona que no importaba los obstáculos, si quería algo, lo conseguiría a toda costa.
Me detuve en un pasillo desolado, ese donde estaba ubicada la dispensadora de jugos, introduje un billete con cierto desgano y compré el primero que vi, importándome muy poco si el sabor me llegaría a gustar o no. Al tenerlo en mis manos, le clavé el pitillo a la peculiar cajita, para acto seguido dejarme caer en la silla más cercana, sintiendo como el sabor a mora invadía mi boca, junto con mi cabeza llena de pensamientos revueltos.
Al acabar el jugo en cuestión de minutos, me puse en pie dispuesta a botarlo en la papelera, sin embargo, mi cuerpo se congeló en medio del pasillo cuando vislumbré el cuerpo apresurado de Jack aproximándose en mi dirección. Me tomó entre sus brazos de inmediato, estrechándome con tal fuerza que sentía mis pulmones quedarse sin aire, pero era soportable.
Se apartó un tanto para observarme a los ojos, permitiéndome divisar esa pesadumbre en su expresión, esa aflicción por saber lo que realmente había ocurrido y probablemente se sentía un idiota por los tratos viles que me había dado al principio de nuestro reencuentro, sintiéndose un inútil en gran medida por no haber podido detener a su madre cuanto antes de arruinarnos la vida.
En ese instante, cuando percibí tanta amargura en su interior, no pude soportarlo más; me puse de puntitas, enredando mis manos en su sedoso cabello y atrayendo su rostro aún más a mí. Él se dejó hacer con una leve sonrisa y en silencio le di un casto beso que me correspondió sin vacilar, acercó mi cuerpo al suyo, proporcionándome ese calor arrollador que invadió todo mi ser.
Lo amaba, nos amábamos más que a nada en el mundo.
—No debiste ocultármelo —susurró en mi rostro, invadiendo mis fosas nasales con su dulzón aliento, sin temor alguno deslicé mis dedos por su suave mejilla, mientras le robaba otro delicado beso.
—Pensé que lo mejor era continuar como estamos, sentía que eras feliz con tu familia y que sólo te lastimaría innecesariamente —suspiré, rozando la punta de mi nariz con la suya, haciéndolo reír por lo bajo con el travieso contacto—. Pensé por días que estar separados por años quizás había sido la mejor opción y que mantenernos así, era adecuado a pesar del dolor.
—Sabes que no íbamos a soportarlo demasiado, Lucy.
—Te amo, Jack —confesé, como tantas veces había deseado cuando lo escuchaba dedicarme esas palabras. Él se quedó mudo frente a mí, nos observamos unos cortos segundos, donde podía ver la sorpresa en sus ojos, fusionada con alegría por rectificarle que aún lo quería—. Realmente te adoro como a nadie en este mundo, te necesito como el oxígeno y te extraño todo el jodido tiempo, eres la única persona en la tierra que me hace sentir mariposas en el estómago y por quien daría incluso mi vida. Tú eres la persona que más me ha hecho feliz en tan corto tiempo, eres el motivo por el que hoy soy una médico, por quien salí del horrendo hueco en el que me encontraba, porque tú lo eres todo para mí. Eres lo que nunca imaginé podría tener y creí haber perdido por completo —tragué saliva, sintiendo mi voz quebrarse por un momento, mis mejillas las sentía arder y mis ojos volverse borrosos a causa de lo que estaba a punto de decir, sentía mi sangre quemando todo a su paso, ante el desconsuelo de que las cosas tuvieran que ser tan complicadas para los dos—. Por ello, no intentemos ir en contra de la marea, Jack, ¿sí? Podemos querernos, amarnos y desear miles de cosas para los dos. No obstante, todo lo que hemos vivido y cada problema tras problema, me aseguran que el estar juntos es nuestra propia perdición.
—¿Y no lo vale, Lucy? —farfulló frunciendo el ceño, decepcionado de que tirara la toalla tan pronto, pero había tantas cosas a nuestro alrededor, tantos obstáculos, que tenía miedo de incluso no lograr superarlos—. Vamos a luchar por esto juntos, no nos vamos a rendir, si alguno de los dos se cae, el otro le ayuda a levantarse, para eso estamos los dos, Lucy. Para apoyarnos y recordarnos cuando el camino se vea tenebroso, por qué lo estamos haciendo. Sé que si perseveramos podremos lograrlo, no será fácil, nada en la vida es sencillo y menos el amor. Si yo quiero estar contigo y tú conmigo, ¿no es normal que sigamos intentándolo así a mi madre no le guste? ¿Así Victoria se enfurezca? ¿Así el mundo entero lo deteste? Tú y yo, no importa cuánto nos alejemos, de algún modo siempre vamos a terminar volviendo al mismo punto, porque estaríamos andando en círculos, porque sé que tú eres el amor de mi vida, eres la casualidad más bonita que me ha ocurrido y la que seguirá ocurriendo, porque sé que nacimos para encontrarnos una y otra vez y no cambiará por mucho que queramos.
Entreabrí mis labios para responderle, para refutarle, sin tener la menor idea de que decirle exactamente ante semejantes palabras que se habían clavado en mi corazón. Sin embargo, su teléfono celular comenzó a sonar estruendosamente en el bolsillo de su chaqueta, obligándome a quedarme callada.
Este lo sacó de mala gana porque había tenido que alejar sus manos de mi cuerpo, en ese momento sentí las lágrimas caer por mis mejillas y rápidamente sin que él lo notara las limpie con mis manos temblorosas, para acto seguido girar el rostro en otra dirección, mientras él contestaba la llamada.
—Hola, Vico… —saludó un poco incómodo con que fuera ella la que nos hubiera interrumpido, escuchó pacientemente lo que su esposa le comentaba y finalizó cortante con un—: De acuerdo, iré para allá.
—¿Está aquí? —murmuré cuando guardo su teléfono de nuevo.
—Sí. ¿Por qué?
—Necesito hablar con los dos —mascullé, cruzándome de brazos antes de echar a andar en dirección a la habitación de Lucila, con él pegado a mí con una de sus cejas arqueadas, casi intentado adivinar en mi semblante que era lo que estaba pasando por mi cabeza—. Y sobre lo de luchar, tendrás que pensarlo seriamente después de escuchar lo que tengo que decirles.
Vagamos por los pasillos sin despegar los labios, no era incómodo en absoluto, me agradaba sobremanera su compañía, el simple hecho de escuchar su respiración junto a mí, me hacía sentirme completa y al parecer, después de todo lo que nos habíamos dicho, quedarnos callados para Jack también era la mejor opción.
Nos detuvimos tras una larga caminata en la habitación de la pequeña, donde les pedí a ambos amablemente que fuéramos a otro lugar más apartado para charlar, lo cual a la rubia no le sentó para nada bien, ni siquiera el vernos llegar juntos fue algo que le hiciera mucha gracia, pero no rechistó, ya que se había enganchado del brazo de Jack contra su voluntad, bajo la mirada fatigada de este último.
Tanto cariñito solo para darme celos, lo cual esa hermosa mujer si conseguía sin mucho esfuerzo, pero intentaba ignorarla con todas mis fuerzas mientras vagaba a zancadas delante de ellos, forzándome a mí misma a no mirarlos de soslayo, para no sentir esa profunda envidia.
Nos adentramos en un pasillo pisos más abajo cerca de la sala de urgencias, en donde ellos, expectantes a lo que fuera que tuviera que decirles, tomaron asiento.
Sin poderse contener se abalanzó sobre mí con la intención de golpearme, pero fui mucho más rápida que sus movimientos. La tomé violentamente de las muñecas, conteniéndola con todas mis fuerzas de hacerme daño.
Ella rompió a llorar desconsolada y disgustada por no poder hacer gran cosa contra mí, por no poder desquitar su tristeza conmigo.
Se liberó de mi agarre enfurecida y echó a andar lejos de allí, pero no había logrado ni dar unos cuantos pasos cuando se tendió en el suelo acurrucada, abrazando su cuerpo mientras sollozaba.
En ese momento, Cody, que me había visto desde la distancia, venía en mi dirección con una sonrisa, con una bolsa de comida entre las manos, pero su felicidad fue desapareciendo al ver la escena tan deprimente.
Le indiqué con un gesto que me ayudara con la rubia, mientras yo me encargaba de Jack y él de inmediato asintió, entendiendo mi mensaje.
—¿Estás bien? —cuestionó a Victoria, agachándose a su lado para poder ver su rostro. Ella negó con la cabeza rompiendo a llorar aún más duro, Cody, al verla tan destrozada, le dio temerosas palmaditas en su espalda, intentando reconfortarla—. Oye, tranquila, todo estará bien.
—Lucila no se puede morir… —escuché que cuchicheaba ella entre lágrimas, dejando al pelinegro totalmente perdido con aquella frase.
—No se va a morir, Lucila estará bien.
Volví mi mirada a Jack, quien había recostado su cabeza contra la pared. Me arrodillé frente a él, para tomarle de las manos y darles un suave beso en el dorso, que lo hizo incorporarse para observarme devastado.
—¿Cuántas probabilidades tiene de vivir?
—No lo sé con seguridad, pero yo haré todo lo que esté en mi mano para ayudarla, la voy a salvar. Te lo prometo, Jack.
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