Mi Jefe y Yo romance Capítulo 30

—¡¿Qué demonios te pasa?! —Gritó Jack anonadado cuando logró regresar a la superficie, se pasó sus manos por su cabello apartándoselo de la cara, dejándome atontada con la sensualidad de sus acciones—. ¡¿Por qué hiciste eso, Lucy?!

—Porque te lo mereces al decir disparates, eres un completo estúpido, Jack —respondí cruzándome de brazos.

Él me observó perdido con mis palabras, a la espera de que le explicara todo minuciosamente. Entonces, soltando un respingo me agaché un poco para quedar a su altura y le dije lo que realmente estaba pensando. 

—Has cuidado de esa niña más de seis años, fuiste el primero en tenerla en brazos, el primero en escucharla llorar, el primero en ayudarla a levantarse cuando se caía, la viste crecer cada día que a vivido, la adoras con toda tu alma y aún así, ¿dices que no eres su padre sólo porque una prueba de ADN puede salir negativa? ¿Te parece razonable decir eso?

Él se quedó en silencio, no muy seguro de que contestarme; después de todo, refutarme no era algo muy inteligente, dado que el que mejor sabía sobre lo bueno o lo malo de una familia era yo.

Yo, la chica desafortunada a la que se le había muerto su madre, a la que su padre había abusado bajo los efectos de las drogas y quien desde muy joven había crecido en una casa hogar, junto a varios desconocidos que no tenían ningún parentesco con ella, pero a los cuales llamaba como su familia. 

Desvió su mirada al horizonte apartando su vergüenza de mí, para acto seguido, fruncir el ceño al notar que yo seguía observándolo con una tierna sonrisa en mis labios.

Verlo enfurruñado era demasiado dulce, porque parecía un niño pequeño y sentía los fervientes deseo de lanzarme a estrecharlo en mis brazos desenfrenadamente cuando hacía esos pucheros.

—¿Cómo puedes decir esas palabras tan fácilmente? —bufó, dedicándome una mirada de desconsuelo que me robó el aliento—. ¿Acaso no piensas en el dolor que estoy sintiendo al darme cuenta que me han mentido otra vez? —escupió con rabia en su voz, y al salir esa desgarradora frase de sus labios, dejó que las agrias lágrimas cayeran lentamente, haciéndome sentir una completa tarada—. Pensé que ella era mi hija, que ella era un pedacito más de mí, que Lucila era un pequeño regalo ante tantas cosas horribles que me rodeaban y no tienes ni la más remota idea de lo que siento de solo pensar que no lo es o que no lo pueda llegar a ser, todo mi mundo se está cayendo en pedazos, Lucy —susurró con su voz quebradiza, traspasándome flechas en el pecho con sus ojos nostálgicos; que me impedían respirar al verlo tan destrozado—. ¡Siento que todos se burlan de mí! ¡Siento que incluso Dios se burla de mí!

—Mira, Jack —farfulle cabizbaja, rascándome la nuca con nerviosismo de que no lograse ayudarlo a sentirse mejor en absoluto—. La vida me ha enseñado que a veces tu propia familia pueden ser personas que no necesariamente tengan que llevar tu misma sangre. Un padre no es el que engendra, es el que se dedica toda una vida, el que da su corazón, ¿comprendes? Por ende, seas o no su verdadero padre, seguirás siéndolo porque la amas. Porque la amas tanto como me quieres a mí, porque le has dado un trozo de ti que no te va a devolver, Jack —murmuré en un hilo de voz. Él se quedó estático en medio del agua, intentando controlar los sollozos—. El tiempo que le has dedicado no va a regresar y menos lo que sientes por Lucila, nada de eso va a volver a ti cuando ya se lo has entregado —le advertí desanimada con ello, sin embargo, no era bueno tapar el sol con un dedo, fingir que todo volvería a estar de maravilla si realmente la prueba salía negativa, dado que él estaría muriéndose por dentro en ese momento, pero era mejor ser realistas, habían cosas que no podía recuperar por mucho que quisiera y en este caso, su corazón ya estaba en manos de la pequeña—. Yo te pertenezco y ella también. Si Lucila no desea que sigas cuidándola y dándole amor, debes respetar su decisión, pero sé que ella es muy inteligente como para dejarte ir tan fácilmente, estoy segura de que sabrá manejar la situación aunque sea duro al principio; ya que te ama tanto como tú a ella, así que no te atormentes más, no pienses si es o no es sangre de tu sangre, no pienses en si se parece a ti o no, no pienses en si eres quien le dio la vida o no, sólo recuerda cuánto la amas y descubrirás que lo demás es insignificante.

Jack respiró profundamente, calmando con el gélido aire el calvario que padecía en su interior, se aproximó a mí, quedando solo a unos centímetros. 

Tomé su rostro entre mis manos, sintiendo el frío que lo envolvía, pero era agradable en parte bajo mi tacto. Limpié cuidadosamente sus lágrimas con el dorso de mis manos y le di un amoroso beso en la frente, que lo hizo sonreír levemente. 

Sin pensármelo dos veces, lo rodee con mis brazos, dándole ese calor que sabía necesitaba, dándole lo que le faltaba para volver a seguir adelante.

—Odio verte de esta manera —mascullé, mientras acariciaba su húmedo cabello, sentí como sonrió pesaroso en mi pecho, para acto seguido, apartarse un poco de mi contacto.

—Mejor sácame de aquí —me pidió con un semblante más recompuesto—. Dame tu mano —extendió la suya primero, la cual de inmediato tomé, dispuesta a ayudarlo a salir.

No obstante, él, rencoroso por lo que había hecho minutos atrás, me jaló en su dirección, haciéndome caer desprevenida en el agua congelada que me puso la piel de gallina.

—¡Qué infantil eres, Jack! —chillé al salir a la superficie, propinándole un empujón.

Caminé con torpeza hacia el bordillo para marcharme de allí, antes de que mi calor corporal desapareciera por completo. Sin embargo, él me abrazó por la espalda, dejándome petrificada a la mitad del camino. 

Rozó sus labios en mi cuello, sacándome un involuntario gemido que le hizo reír por lo bajo ante lo sensible que era. Fue subiendo muy despacio hasta mi oreja entre besos, en donde se detuvo, con la intención de darme una descarada mordida que me hizo estremecer.

—Lamento haberte preocupado, Lucy.

—No porque digas eso te voy a perdonar —refunfuñe, fingiendo estar muy enojada todavía.

Después de todo lo que habíamos hablado; el haber desaparecido y estar bebiendo como si no hubiera un mañana parecían cosas demasiado triviales, dado que era coherente que se sintiera fatal por tantas noticias arrolladoras seguidas.

—¿Quieres que te obligue a perdonarme? —propuso travieso, antes de meter sus manos bajo mi blusa, rozando mi piel con sus dedos.

—Inténtalo… —lo reté con el corazón acelerado y la respiración entrecortada.

Al decir aquello, me soltó lentamente para meterse bajo el agua. 

Extrañada, analicé sus movimientos; se acomodó delante de mí veloz como un rayo y poco a poco fue levantando mi blusa, mientras repartía intensos besos en mi torso, cuando su respiración estaba por acabar se enderezó, arrebatándome la prenda de un tirón, quedando en sujetador.

Me agarró suavemente de la nuca, obligándome a levantar la mirada y hacer más cómodo el besarnos, invadió mi boca con atropello, fusionando su exquisita lengua con la mía, luchando por dominar al otro. 

Se suponía que estar allí era aterradoramente frío, pero de repente, todo mi cuerpo comenzó a encenderse, como si hubieran prendido fuego a nuestro alrededor. 

Sus manos recorrieron mi espalda y sin poderme resistir le quité la camisa, me alejé un poco para pasear mi lengua por su garganta, sacándole un jadeo ronco ante ello, mordisquee su clavícula y gran parte de su pecho, mientras él se dejaba hacer sin rechistar, ya que estaba ensimismado en desabotonar mi pantalón, con la intención de dejarme desnuda ante su lasciva mirada.

—¿Alguna vez has pensado en hacerlo en una piscina? —musitó sensualmente en mi oído,  atontándome de inmediato con lo erótico que podía llegar a ser si se lo proponía. 

Pero mi rostro se puso rojo como un tomate al percatarme que habían más casas cerca de nosotros, vecinos que podrían vernos si se asomaban por la ventana, así que me alejé de sopetón y él enarcó una de sus cejas, confundido con mi reacción.

—Claro que no, no tengo ese tipo de fantasías pervertidas —cuchichee, intentando calmar los absurdos deseos de seguirle la corriente en sus juegos macabros. 

Sabía que de algún modo terminaría cediendo a sus locuras, como era habitual en mí, pero no podía, definitivamente esta vez no accedería. Respiré profundamente, sintiendo los acelerados latidos de mi corazón aplastándome las costillas, emocionada con ello. 

—No podemos, la gente nos podría ver, Jack

—Mala suerte para ellos —se carcajeó burlón con la idea que pasó por su mente, y me agarró bruscamente de las caderas, acercándome de nuevo a su tibio cuerpo—. Quiero hacerte el amor en todos los rincones de este mundo, Luz.

—¡C-cállate!

Como pude, me zafé de sus manos lujuriosas para escapar a como diera lugar de esa piscina, subí con torpeza por el bordillo antes de que Jack pudiera detenerme y me puse en pie en el duro suelo con una sonrisa de victoria bajo su mirada rabiosa.

Jack, encantado con lo que hacía con mis caderas, me tomó de la cintura para aumentar el ritmo a su antojo y sin poderme controlar, gemí con más fuerza, importándome un bledo que me escucharan los vecinos.

—No te detengas, Lucy… —ronroneó en mi oído, borrando cualquier pensamiento de mi cerebro, el cual de por sí ya estaba en blanco, sólo podía sentir correr por mis venas un ardor arrollador—. Te amo. ¡Dios, te amo tanto!

—Ahh… ¡Jack!

—Me enloqueces… Adoro el olor de tu piel y el cómo gimes por mí…

—Te amo… —solté entre suspiros cargados de placer—. Quédate conmigo para siempre, quiero darte todo de mí por el resto de mi vida… Ahhhh.

—Esa idea me gusta…  

—Ahh… Voy a llegar…

Él acarició mi clítoris junto con mis embestidas, aumentando el calor que recorría toda mi piel. Mi cabeza daba vueltas y mis gemidos se hacían más fuertes con cada segundo que pasaba, eran gritos de gozo ante aquello que invadía mi interior. 

Sentí una corriente eléctrica recorrer mi espalda al notar su liquido caliente dentro de mí. Sin poderme contener más tiempo acabé junto a él, soltando un chillido de gusto y placer por lo maravilloso que había sido ese momento.

Parpadeé, sorprendida por la intensidad con la que podíamos volvernos uno solo. 

Me dejé caer sobre su pecho completamente agotada, él me abrazó con fuerza, llevándome consigo mientras se tendía en la cama, su respiración acelerada podía sentirla en mi cuello y su corazón desbocado lograba escucharlo atentamente en esa posición. 

Me acomodé a su lado, a observarlo volver a recuperar el aliento, aparté mechones de cabello de su frente y me incliné para besar la punta de su nariz.

—¿Quisieras volver a vivir conmigo? —preguntó de repente, dedicándome una amorosa mirada que me hizo sonrojar aún más—. Podemos mudarnos juntos a algún otro lugar o puedes mudarte a esta casa, haremos lo que tú quieras.

—Está bien —acepté con una brillante sonrisa, extrañaba sobre todas las cosas el hogar que alguna vez habíamos sido.

—Te amo, Lucy.

—Y yo también te amo, Jack.

Le di un delicado beso en los labios que me correspondió sin ninguna intención de acabarlo, lentamente fue ubicándose sobre mí, para acto seguido, envolvernos con las sábanas, dispuesto a unas cuantas rondas más de alocada faena, hasta que estuviéramos totalmente cansados con tanto ejercicio. 

Esa noche dormí profundamente, sin preocuparme en absolutamente nada más que ser feliz a su lado, porque era lo mínimo que nos merecíamos tras tanto tiempo separados y con miles de problemas en el camino.

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