Mi Jefe y Yo romance Capítulo 31

Al día siguiente, cuando abrí mis ojos con lo primero que me tope fue con el plácido rostro adormilado de Jack a centímetros del mío. 

Sonreí como una tonta, mientras le plantaba un suave beso en la mejilla, evitando despertarlo con mi contacto. 

Busqué en el suelo mi ropa al ponerme en pie, pero a duras penas logré encontrar mi ropa interior, me estire perezosa por la estancia y hallé en el armario una camisa que me quedó bastante grande, sin embargo, era cómoda; prefería eso a andar semidesnuda por la casa. 

Para mi desgracia, lo que se suponía iba a cocinar el día anterior al dejarlo fuera de la nevera se había echado a perder por completo, así que sin más remedio marqué desde mi celular por un poco de comida al primer restaurante que localicé en una aplicación. 

Miré la hora en la pantalla al colgar, percatándome de que eran pasadas las doce del mediodía y yo no me había dignado a ir a trabajar. Tenía varias llamadas pérdidas de Ryan, otras de Cody, algunas de Nia y más de diez de la enfermera Kim. 

Solté un largo respingo agotado, había sido una noche desenfrenada con mi propio jefe, por ende, ir tarde al hospital no estaba tan mal, después de todo, había otros médicos disponibles aparte de mí.

En el momento en que Jack se levantó, comimos entre animadas charlas un poco de espaguetis que no tardaron más de media hora en aparecer en manos de un desanimado domiciliario. 

Cuando terminamos de devorarnos todo, nos dimos una ducha juntos, en donde lo ayudé afeitarse esa barba; ya que sus manos temblorosas no se lo permitían, se notaba en su mirada que estaba aterrorizado de hacer la prueba de ADN, no obstante; aún así, continuaría adelante con ello. 

Tuve que agarrar una camisa que seguramente era de Victoria y ponérmela para no llevar la misma de ayer, ya que esta seguía flotando en la piscina. Tuve que tragarme mi orgullo y usar esa cosa, que planeaba quemar apenas pudiera colocarme nuevamente mi ropa.

Liam, por lo contrario, se veía como un modelo sacado de alguna revista de moda, lo observé en silencio cómo amarraba su corbata ágilmente, sacándome una sonrisa al recordar cómo era pésimo en el pasado.

—Has aprendido a hacerlo solo —comenté tamborileando los dedos sobre mis rodillas, desde el borde de la cama en la cual me hallaba sentada, esperándolo pacientemente para marcharnos juntos.

—Bueno, tuve que practicar por mi cuenta. Era eso o que Vico lo hiciera por mí, y la verdad; eso último no me agradaba de a mucho —cuchicheó antes de ponerse su chaqueta negra, quedando aún más formal de lo que ya se veía

Al darse la vuelta para mirarme con esa intensidad que transmitían sus ojos acaramelados, mi respiración se detuvo por un instante, ante lo guapo que podía llegar a ser, sin importar la edad que tuviera.

—Yo… 

—Existen detalles pequeños de ti para mí, que no deseo que nadie más tenga.

Sentí mi rostro sonrojarse al escuchar sus palabras, y él, fascinado con mi reacción tímida, se lanzó a repartir tiernos besos por todo mi rostro, los cuales hubieran terminado en otra sesión de desenfrenado ejercicio, de no ser porque yo lo detuve antes de que me calentara más de la cuenta, impidiéndome pensar con claridad. 

Salimos de la casa con nuestras manos entrelazadas, las cuales tuvimos que separar contra nuestra voluntad para entrar en su auto. 

Jack condujo en calma por las calles de la ciudad, con la música a un volumen moderado, pero bajo mi cariñosa mirada cada vez que podía realizar movimientos extraños haciéndome carcajear, incluso me ínsito a unírmele a su descoordinado baile.

Parecíamos dos dementes en ese Ferrari, sin embargo, no me importó lo que la gente pensara al vernos, porque estaba a su lado y sabía que podía hacer cualquier locura sólo porque era él, porque era la persona que amaba.

Estacionó en el parqueadero subterráneo del hospital, tras un largo trayecto y poco tráfico, gracias al cielo. Caminamos muy juntos en dirección a la habitación de Lucila, en la cual después de revisar las condiciones de la menor, le pedí amablemente a la enfermera Kim que le sacara un poco de sangre, que luego llevaría a analizar. 

Victoria nos dio una amarga bienvenida, ya que al ver a Jack entrar en la estancia con firmeza, su rostro se descompuso por completo, no obstante, intentó con todas sus fuerzas ser amable a todo lo que le preguntaba sobre la pequeña. 

Debido a que la quimioterapia era demasiado fuerte para Lucila, su cabello se había caído mucho más pronto de lo que esperaba, así que días atrás, Cody le había propuesto cortarse el pelo y lucir un bonito gorro rosa pastel, que él mismo le había regalado. Jack, al verla tan enferma contuvo las ganas de llorar, se notaba a kilómetros de distancia demasiado débil y casi a nada de desfallecer, sin embargo, el más alto dibujó una amplia sonrisa al estrecharla en sus brazos, brindándole con su caricia la alegría que a Lucila le faltaba. 

Pasó un largo rato con ella en su regazo, mimándola y charlando sobre todo lo que ella había hecho esa semana, pero un poco avergonzada de interrumpir el momento entre padre e hija, le indiqué a Jack con un gesto que debíamos irnos a extraer su sangre, para así tener los resultados cuanto antes. 

Se despidió secamente de Victoria, y besó el rostro de su hija, prometiéndole que volvería pronto.

Caminamos apresurados hasta el laboratorio que estaba unos cuantos pisos más abajo, en donde esperé inquieta en el pasillo mientras me mantenía cruzada de brazos a que acabara con ello de una buena vez. 

Cuando nos encontramos de frente después de varios minutos, me dedicó una mirada llena de pesadumbre, que no pude borrar de su semblante, ya que se despidió decaído marchándose sin más a su silenciosa oficina, impidiéndome por lo menos consolarlo un poco. Se veía devastado, eran demasiadas cosas con las que tenía que lidiar últimamente, y me sentía un completo estorbo, una inservible para hacerlo feliz. 

Respiré profundamente, controlando la ansiedad en mi interior, me dirigí arrastrando mis pies a la sala de urgencias a hacerme cargo del alboroto que tenían los internos, entre tanto, rogaba en mis profundos pensamientos que aquella prueba no saliera negativa, le suplicaba a todos los dioses que por favor no destruyeran aún más el corazón de Jack. 

Pero mis ruegos, y los montones de rezos que había hecho en mi fuero interno, no parecieron ser escuchados.

Nos entregaron los papeles entrada la noche, este temeroso me los dio a mí para que yo los revisara por él, dado que no era capaz por nada del mundo de siquiera echarles una ojeada. 

Al abrir la blandengue hoja con la información, me encontré con la noticia que tanto el castaño temía, rechine mis dientes, enfadada con la crueldad de este universo que siempre estaba mofándose de nosotros y Jack levantó una de sus cejas, expectante a que le comentara los resultados, sin embargo, las palabras se estancaron en mi garganta.

—¿Qué dice? —inquirió con su rostro crispado en la preocupación. Sentí mi corazón latir desesperado en mi pecho, con las intenciones de salir corriendo de mi cuerpo, mis manos temblaban y mis vista se volvió borrosa debido a las lágrimas que estaban a segundos de derramarse—. ¡Lucy, escúpelo de una vez!

—Sobre la base de datos y aplicando las leyes de la genética, el señor Jackson Louis Thierry, no es el padre biológico de la menor Lucila Kystine Thierry, ya que no comparten 11 de los 20 marcadores, o alelos genéticos del DNA estudiado, y la probabilidad de paternidad es del 0.00% —leí tal cual como estaba en la hoja, sin cambiarle ni una sola palabra, sin saltarme ninguna coma. 

—Contigo quería hablar.

—¿Qué sucede, Jack? —farfulló la chica, cruzándose de brazos disgustada con la forma en que había escupido las palabras en su rostro, irritado sobremanera con el simple hecho de verle la cara.

—¿Dónde está Lucila?

—Se ha ido con Cody a comer algo en la cafetería.

—¡Genial! —aplaudió, dejándola totalmente perdida, ella me dedicó una mirada que no supe cómo interpretar, quizás quería entender qué demonios pasaba por la cabeza de Jack, al actuar como un desquiciado. 

Respiré profundamente,  sintiendo las lágrimas caer por mis mejillas y negué con mi cabeza, confundiéndola aún más. No obstante, cuando Jack le puso delante de sus ojos azules aquellos exámenes, lo comprendió todo. 

—¿Quién es el verdadero padre de Lucila? —preguntó muy pacíficamente, pero al vislumbrar el rostro de ella descomponerse ante la sorpresa, la tomó de los hombros sacudiéndola, desesperado por escuchar su respuesta. Pero sus labios ni siquiera se abrían, a duras penas lograba respirar—. ¡¿Quién es, Victoria?!

—Jack, por favor… —le pedí acercándome para detenerlo, porque se notaba en la expresión de ella que la estaba hiriendo con su impulsivo agarre.

—Te he preguntado algo. ¡¿Quién demonios es?! —chilló encolerizado, cuando pude apartarlo con cierta torpeza de Victoria, quien apretó sus manos en puños, controlando los deseos de escapar de allí. 

Se veía a la distancia que todo su cuerpo temblaba a causa del miedo de confesar aquello, no obstante, tuvo la valentía suficiente para responderle.  

—Cody Candles.

—¡¿Qué?! —soltamos los dos al unísono, y ella levanto su mirada del piso por fin, clavándonos siniestros puñales silenciosos entre lágrimas.

—El papá de Lucila, es Cody Candles.

Estaba segura que no solo yo había sentido que el mundo se había detenido por un instante con aquella frase, que parecía tan irreal, casi imposible. Era un mal sueño, era una pesadilla. 

Esto no estaba ocurriendo. ¿Cómo era posible que fuera su hija sin siquiera saberlo durante tantos años?

Escuché a Jack soltar un bufido estupefacto, y al observarlo, su rostro estaba bañado por las agrias lágrimas, quizás más impactado con la noticia que yo misma.

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