Nos quedamos en silencio sin saber muy bien que era lo mejor para decir tras semejante confesión, pero ningún comentario salía de nuestros labios, ambos estábamos pasmados.
Victoria, cabizbaja, acomodó un mechón de su cabello rubio tras su oreja, limpió el camino de lágrimas en sus rosáceas mejillas con sus manos temblorosas, mientras Jack simplemente se quedaba allí sin vida, con su mundo totalmente destruido a sus pies.
Se veía en su mirada lo miserable que se sentía por dentro, intentaba pensar desesperadamente que aquello no era de verdad, que ella sólo lo había soltado ese nombre sólo por decir algo y no porque fuese cierto y yo como una idiota me había quedado plantado junto a él, sin poder mover ningún musculo a pesar de las intensas órdenes que les enviaba a estos últimos para irme de allí; ya que ese asunto definitivamente no me concernía.
—¿Cómo es posible que Cody sea el papá de Lucila? —se carcajeó Jack, poniendo sus ojos en blanco ante lo absurdo que sonaba esa idea.
Pero yo no pude compartir su momento de burla, estaba estática, sumida en mis pensamientos, en donde lo que había mencionado Cody semanas atrás, se repetía en mi mente una y otra vez.
Esa insulsa conversación juguetona en la que me indicaba perfectamente que creía conocer a Victoria desde hacía bastante tiempo, cuando se suponía era la primera vez que la veía en su vida en ese hospital.
—¿Recuerdas que mis amigas me hicieron una fiesta de despedida de soltera unas semanas antes de casarnos? —susurró Victoria en un hilo de voz, a nada de quebrarse al tener que contarle la verdadera historia.
Jack frunció el ceño mientras asentía lentamente, a la espera de que prosiguiera.
No obstante, yo intenté atar los cabos sueltos en mi cabeza, recordar algún comentarios de Cody en el pasado sobre el haberse acostado en alguna bella mujer con la descripción de Victoria, o algo por el estilo, pero como era tan fanfarrón con el tema del sexo, había perdido la cuenta de las personas con las que se había acostado desde que nos mudamos a esa ciudad.
—Se suponía que sería una reunión tranquila en la casa de una de las chicas, pero a alguna de esas estúpidas se le ocurrió la maldita idea de llevar strippers y hombres que ni siquiera yo conocía, Jack. De verdad que yo no sabía absolutamente nada sobre ello, cuando me di cuenta, estaba demasiado borracha como para detener aquello y sólo recuerdo cosas muy específicas. Como por ejemplo, que estaba hablando tranquilamente en el sofá con ese chico, mientras los demás tenían esa casa hecha una locura, que nos reíamos de cualquier tontería absurda, que de repente estábamos besándonos, y cuando desperté al otro día con la cabeza hecha un embrollo, estaba acostada en la cama de un hotel con él a mi lado, y antes de que se despertara, me marche aterrorizada de ahí.
Guardó silencio por unos segundos, para tomar un poco de aire, ya que se notaba lo necesitaba, le era urgente aplacar sus sollozos con ese breve gesto. Mantenerse en pie le era demasiado difícil, todo su cuerpo temblaba y se veía a simple vista que estaba cada vez más pálida, como si fuera a desmayarse en cualquier instante ante tantas emociones revueltas al tener que explicarle todo lo ocurrido.
Jack, aunque no la quería en absoluto, quizás como unos viejos amigos o como una hermana menor, sentía que le había fallado, que realmente no esperaba de ella tal farsa.
Él atesoraba tanto a su supuesta hija, que escuchar aquello era desgarrador para su corazón, intentaba controlar sus deseos de llorar desconsolado, pero las lágrimas sólo caían por sí solas sin su permiso.
Me mordí el labio inferior, sintiendo los deseos desesperados de estrecharlo en mis brazos, pero a duras penas logré entrelazar nuestros dedos a la espera de que sintiera que estaba en ese lugar para él, y que siempre lo estaría sin importar lo que sucediera, le aseguraba en silencio que todo estaría bien, que definitivamente saldría de esta.
—Pensé que las cosas quedarían así sin más, como un revolcón de una noche tan insignificante como cualquier otro, no obstante, antes de irnos de luna de miel, me enteré de que estaba embarazada, y yo no sabía qué hacer, Jack. No tenía la menor idea de nada. Quería abortar pero no era lo suficientemente valiente, dado que algo en mi interior me decía que era mi propio error por no cuidarme y debía hacerme responsable de ello, que tenía que actuar con madurez y de verdad sabía que él bebé no tenía la culpa, que era injusto desquitarme con él, además, realmente quería ser madre. Quería decírtelo, pero no deseaba perderte aún más, porque sabía que me dejarías de nuevo, así que decidí engañarte para que todo se mantuviera en su lugar —dijo entre gimoteos.
Al verla tan destrozada, me daba hasta un poco de lástima, la hermosa chica que había conocido 8 años atrás, que era una arpía similar a Deborah, ahora ante nuestros ojos era una frágil porcelana que estaba a punto de romperse en miles de pedazos.
Pero su tristeza no justificaba en lo más mínimo, todo lo que había tenido que hacer para llegar a tal extremo de mentir.
—En nuestra noche de bodas, estaba segura de que ni siquiera me tocarías un pelo, así que te emborraché a propósito, para que pudiéramos acostarnos, necesitaba hacerte creer que esa niña era tuya, necesitaba que fuéramos una familia, porque Jack, eso fue lo que nuestros padres querían para nosotros desde que éramos unos niños, era nuestro destino estar juntos o eso fue lo que pensé durante toda mi vida, que tú y yo estábamos hechos el uno para el otro.
Jack rechinó los dientes, enfurecido con sus palabras, quería gritarle unas cuantas cosas horripilantes que la hundieran aún más en su aflicción, pero Victoria se acurrucó sin poder soportarlo más, se abrazó su cuerpo, rompiendo a llorar como una niña pequeña bajo nuestra consternada mirada.
Respiré profundamente, poniéndome en sus zapatos también, por culpa de sus padres adinerados y controladores, los dos estaban sufriendo en igual medida, aunque gran parte de ese dolor, ella sola se lo había buscado. Sin embargo, mis impulsos fueron más grandes que la rabia.
Solté la mano de Jack temerosa y me agaché al lado de ella, dándole suaves palmaditas en la espalda para que se calmara, lanzándole una mirada de súplica a Jack para que la entendiera también.
Sabía que no era justo, que había sido vil aquel engaño, pero no era correcto odiarla cuando habían vivido tanto tiempo juntos. Él mejor que nadie la conocía y debía comprender su estúpida forma de actuar.
—Yo lo lamento tanto, Jack —se excusó, dedicándole una avergonzada mirada, que lo hizo enfurruñarse aún más. Tal vez disculparse no iba a solucionar nada, pero era un paso hacia adelante, lejos del hueco en el que se habían estancado—. Pensé que haciéndote creer que esa niña era tuya, era la mejor forma de mantenerte a mi lado y fui egoísta, una completa idiota, y lo siento en serio, Jack. Lamento ser gran parte de la razón por la que tu vida es un desastre y sé que no me amas, pero Jack, yo te he querido cada día de mi vida, te he amado desde que somos unos infantes, y te he seguido amando, aún sabiendo que la amas solamente a ella —murmuró observándome de soslayo, dejando escapar una leve sonrisa de agradecimiento entre su llanto, al verme a su lado intentando reconfortarla—. Creí que no volvería a ver a Cody nunca más, pensé que no nos encontraríamos en este universo tan vasto y viviría tranquila hasta el día de mi muerte llevándome este secreto a la tumba, pero ahora está allá con su hija, la cual lo adora porque lo considera como su mejor amigo y no puedo hacer nada para evitar que todo esto se enrede aún más.
—¿Es una broma, cierto? —suspiró Jack, posándose las manos temblorosas por su cabello, despeinándoselo un poco, para acto seguido, limpiarse con torpeza cualquier rastro de lágrimas de su rostro.
—Ya quisiera, que fuera una broma… —farfulló ella antes de posar su rostro entre sus rodillas, ocultando de nuestra visión su semblante hecho un desastre, a causa del maquillaje estropeado por tanto llorar.
—¿Todo este tiempo estuve cuidando a la hija de ese usurero de mierda? —soltó estupefacto más para sus adentros que para que nosotros lo escuchásemos.
Dejó escapar una seca carcajada anonadado y luego otra, echándose a reír sin podérselo tragar de entero, se agarró con fuerza el estómago revolcándose como un poseso entre la inexplicable risa, pero esta poco a poco fue deteniéndose al caer en la realidad, en que hacer aquello definitivamente no iba a cambiar lo que ahora sabía, no lo haría olvidar nada en absoluto.
Se quedó en silencio, ahogando en su pecho las ganas intensas de gritar, se inclinó un poco cubriendo su rostro con su cabello, pero podía ver como las lágrimas caían sin piedad al suelo una por una, mientras apoyaba sus manos en sus rodillas.
—¿Cómo pudiste hacerme esto, Vico? Realmente, no tienes ni la menor idea de cuánto estoy sufriendo en este momento por tu maldita culpa. ¡Estuviste jugando por años con nosotros! ¿No se te ocurrió que Lucila estaría mal al saberlo? ¿No pensaste en cuánto daño me haría descubrir algo tan desastroso? ¿No pensaste ni siquiera en que Cody también tiene derecho de saber que tiene una hija? ¡¿No pensaste ni una sola vez en lo que nosotros podríamos llegar sentir?! ¡Sólo pensabas en sacar beneficio para ti de todo este asqueroso teatro!
—¿Entonces, por qué lloras?
—Porque a veces las personas cuando están muy felices lloramos.
— Pero a mí me gusta más cuando sonríes, papá —admitió la niña, haciéndolo sonreír involuntariamente con su dulce comentario.
Él le plantó un suave beso en la punta de la nariz y se puso en pie, para mirarnos desanimado.
—Me iré primero —anunció en nuestra dirección, para luego observar de nuevo a Lucila—. Cuídate, preciosa, vendré a verte todos los días. Te lo prometo.
Los tres nos mantuvimos estáticos en medio del pasillo, observando cómo se marchaba taciturno, sin embargo, ninguno opino nada al respecto. Cody junto con Victoria, llevaron a Lucila de regreso a la habitación, y la rubia antes de doblar la esquina me dedicó una sonrisa amistosa, que no dudé en devolverle.
A pesar de trabajar hasta bien entrada la noche, no podía sacarme de mi cabeza la pesadumbre que Jack debía tener sobre sus hombros, pero preferí mantenerme alejada de llamarlo o escribirle, dado que era necesario que asimilara las cosas, tomándose un tiempo a solas.
En la madrugada, mientras dormía profundamente en mi cómoda cama, el telefonillo del apartamento sonó estruendoso por todo el lugar, y cuando contesté de mala gana en el tercer llamado, el portero me indicó que Jack estaba solicitando entrar a mi apartamento, así que lo esperé impaciente frente a las puertas del ascensor.
Cuando estas se abrieron, pude ver que tenía sus ojos rojos, se tambaleaba al intentar caminar, tenía tanto alcohol corriendo por sus venas, que a duras penas podía mantenerme la mirada.
—¡Lucyyyy! —gritó, tirándose a mis brazos y rodé mis ojos de inmediato, fastidiado con que tuviera que recurrir a emborracharse para sentirse mejor.
—¿Podrías dejar este desagradable hábito de beber cuando te sientes mal? —refunfuñe empujándolo lejos de mí, ya que no me aguantaba el olor a licor que emanaba su piel—. Sólo te estás haciendo más daño, Jack.
—Lucy… —balbuceó, cayendo de rodillas en el piso para rodearme con sus brazos la cintura, escondiendo su rostro en mi vientre—. Eres lo único real que me queda, eres lo único real que siempre he tenido.
Acaricié su cabello lentamente, entretanto, sentía sus lágrimas empapar mi pijama.
No supe cuánto tiempo se quedó así llorando como un niño pequeño ante mí, pero no rechisté, ni siquiera abrí mi boca una sola vez, ya que estuve de pie, escuchando melancólica como repetía una y otra vez que era lo único verdadero que había conseguido en sus casi 35 años de vida.
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