Mi Jefe y Yo romance Capítulo 33

Tras varias semanas, Jack y Victoria terminaron firmando los papeles oficiales de su divorcio, en el cual ella decidió no pelear por dinero, ni absolutamente nada.

Después de lo que había ocurrido, no tenía cara para ello y menos él puso gran problema, salvo la simple condición de que le permitiera a Lucila seguir siendo su hija, darle tiempo con ella los fines de semana, y que le dejara brindarle la ayuda en todo lo que necesitara, como si fuera su verdadero padre. 

Porque aún si ella no tenía ni una gota de su sangre, para él su hija era muy importante; ya que la adoraba demasiado y deseaba con todo su ser que su buena relación siguiera manteniéndose. 

Por lo tanto, Victoria, avergonzada por haberle hecho tanto daño con semejante engaño, accedió sin más remedio. 

Su estado anímico estuvo bastante inestable por días enteros, a veces cuando nos veíamos era sumamente feliz pero en ocasiones, Jack estaba tan devastado que lloraba entre mis brazos, afligiéndome junto con él. 

El asunto empeoró aún más cuando se sometió a otras pruebas; dado que según recordaba, no solo había mantenido relaciones con su ex esposa una vez, sino varias, y lo que parecía extraño era que nunca había vuelto a quedar embarazada, por ende, un médico le confirmó frívolamente que tenía problemas de fertilidad. 

No era propiamente estéril, pero difícilmente podría concebir un hijo sin un tratamiento adecuado, lo cual no era una garantía cien por ciento segura.

Podía notar que a medida que transcurrían los eternos días, cómo Jack caía más y más en la profunda depresión, pero cuando retomó las sesiones terapéuticas con Nia luego de un buen tiempo suplicándole, mejoró en gran medida. 

El desconsuelo permanecía en su interior oculto tras una forzada sonrisa, pero las ganas de seguir adelante eran mucho más grandes, principalmente porque yo estaba dispuesta en continuar luchando por estar juntos, a pesar de nuestro horrible pasado y nuestro frustrante presente. Sin embargo, me había mantenido en todo momento para él, escuchándolo, consolándolo e incluso, intentando hacer su vida un tanto más agradable en medio de ese calvario.

Trataba con todas mis fuerzas de ayudarlo a mantenerse en pie, aún cuando sabía que no era sencillo para él y que tardaría mucho tiempo en volver a ser el hombre de siempre. No obstante, estaba aprendiendo a lidiar con ello.

Me había acostumbrado sin más opciones a su forma peculiar de vengarse de Victoria por haberle mentido, aunque algo en mi fuero interno me decía que simplemente quería alguien con quien desquitarse ante la crueldad de su realidad; así que iba a visitar a Lucila para estar a su lado un rato, aunque en gran medida era para lanzarle indirectas cortantes a la rubia en toda la cara de Cody, con quien para mi sorpresa, se llevaba mejor que nunca.

Mientras tanto, Lucila había estado más decaída de lo normal con la quimioterapia, tanto, que parecía que iba a rendirse en cualquier momento ante lo débil que se percibía en su semblante, había días en los que incluso incorporarse en la cama era un imposible, o comer algo sin regurgitarlo de inmediato.

Pero siguió adelante, quizás porque sabía que tenía a muchas personas al pendiente de ella; personas que la querían demasiado y eso le entusiasmaba hasta el punto de que en unos meses de tratamiento había logrado entrar en remisión. 

No estaba totalmente curada, pero tendría que esperar por un donante de médula ósea para poder volver a estar sana y libre de ese hospital, del cual se había comenzado a cansar de vivir en él, ya que no tenía la libertad que cualquier otro niño de disfrutar del exterior sin preocupaciones de por medio.

Con Jack habíamos empezado a buscar una casa para establecernos juntos luego de su pacífica separación, no obstante, yo quería algo pequeño y cómodo, todo lo contrario a él, quien tenía entre ceja y ceja que debía ser un lugar inmenso como una mansión y lo más extravagante posible.

Al final, después de dialogar intensamente y visitar millones de sitios distintos por todo Atlanta, nos quedamos en un punto intermedio,  alquilando un bonito apartamento a unas cuantas cuadras del edificio donde actualmente vivía, en el cual en varias ocasiones el castaño se había quedado a pasar la noche, porque sencillamente necesitaba compañía, dado que no soportaba mucho tiempo quedarse desolado en esa elegante casa en la que solo él ahora residía. 

Habíamos comprado las cosas necesarias para amueblar nuestro anhelado hogar cuando teníamos tiempo libre, después de todo, no estábamos muy apurados, ya que sabíamos que de las carreras solo quedaba el cansancio y realmente, deseábamos fervientemente que todo saliera a la perfección. 

Ambos habíamos hecho nuestras propias maletas, llevándolas poco a poco a nuestro apartamento, arreglando el lugar lo mejor posible para el momento en que definitivamente nos mudaríamos. 

Para mi sorpresa, aquel día llegó demasiado pronto, sólo me faltaba una caja con pertenencias por trasladar y definitivamente me iría por completo. 

Cuando me marchara no regresaría, si no para visitar de vez en cuando a mi madre y a mis amigos, dándole espacio a Ryan y a ella para que se quedaran allí tanto tiempo como se les antojara, dado que pronto le darían de alta a esta última y viajar de regreso a la casa hogar, era un completo imposible hasta que la herida en su pecho no estuviera del todo curada. 

Así que por el momento, Ryan era quien se quedaría con mi habitación, aunque era probable que terminara durmiendo con Nia, arrunchados en su cama como los había visto en más de una ocasión.

—¿Harás el desayuno como regalo de despedida? —preguntó Nia después de minutos, observándome curiosa mover de un lado a otro en la cocina.

Me había tomado la molestia de tener un último gesto con las personas que habían cuidado de mí por años, con quienes había compartido tantos buenos y malos momentos, aunque el mudarme no significaba que dejaríamos de ser tan unidos como era habitual.

—Exactamente —asentí con una brillante sonrisa, que ella me devolvió, fascinada con mi entusiasmo.

—Te ves bastante feliz, Lucy.

—No del todo —admití  soltando un respingo, cuando regresó de sopetón aquel pensamiento que me había rondado por la cabeza desde que me había enterado de la relación secreta que tenían Lucila y Cody corriendo por sus venas. Respiré profundamente, para acto seguido sacar los panqueques del sartén apilándolos en un plato antes de que se quemaran—. El asunto de Cody me preocupa demasiado, Nia.

—Lucy, lo mejor que puedes hacer es dejar que las cosas sucedan como tienen que ser, tú no te entrometas en su vida, él ya está grandecito para que lo andes cuidando, además, si se tiene que enterar que tiene una hija, lo hará tarde que temprano —murmuró,  mirándome con firmeza para que me rindiera de una buena vez con la idea de confesárselo todo o de al menos darle una pista al pelinegro sobre su paternidad.

—Lo sé, sólo que por ahora Lucila está estable, pero… —guardé silencio por unos segundos, mordiéndome el labio inferior, nerviosa de decir aquello que estaba a nada de salir de mis labios, ya que era poco probable dada los buenos resultados de sus últimos exámenes, sin embargo, existía la posibilidad de que sucediera si al hacerle el trasplante hubieran complicaciones, aún cuando prefería sobremanera y rogaba a Dios que no fuera de este modo—. ¿Te imaginas que algo grave le ocurra y Cody no logre ni siquiera disfrutar realmente de un tiempo a su lado como su padre? No como el chico guapo que conoció por accidente, si no como lo que realmente son, Nia —farfulle cabizbaja, con mis ojos clavados en las fresas que cortaba lentamente, para acompañar el montón de platos que estaba pensando elaborar.

—¡Pero si la visita todos los santos días! —bufó cruzándose de brazos, indignada con que el pelinegro estuviera más tiempo en el hospital que en la universidad o trabajando—. ¿Qué más necesita de ella ese tonto?

—Es diferente ver a un enfermo postrado en una cama, que a una niña saludable corriendo por los alrededores, son dos cosas muy distintas, Nia —mascullé fulminándola con mi mirada, para que le quedase más que claro, no obstante, ella se limitó a poner los ojos en blanco, fastidiada con el tema—. Y aún más cuando es tu hija.

—Sé a qué te refieres, pero piénsalo, Lucy. Si ellos se encontraron fue por una razón, las casualidades no existen, todo está planeado de antemano, es así como funciona el destino. Sólo deja que Victoria se lo cuente en su debido momento, esos no son problemas tuyos. Tú concéntrate completamente en mantener satisfecho a Jack, ¿de acuerdo?

Rechiné los dientes disgustada, pero estaba segura de que tendría una sabia explicación, Ryan no hacía las cosas sólo porque se le antojaban como por arte de magia.

—¿Por qué lo haces realmente, Ryan? —inquirí analizándolo fijamente, para luego dejar que mis ojos se posaran en la espalda de su novia, quien estaba ajena a nuestra conversación—. ¿Por nuestra madre o por Nia?

—Por todo en general —suspiró, rascándose la nuca con sus manos temblorosas, como si le apenara decirme lo que pasaba por su cabeza—. Creo que sería un poco de ayuda para ti si trabajara para ayudar a los chicos y a mamá. No es justo que tengas que cargar por tu cuenta con todos los gastos de cada uno de nosotros, y sé que el gobierno y las donaciones son de utilidad para mamá Mónica, sin embargo, tú y yo sabemos que no es suficiente, más ahora que está delicada de salud —me recordó con una triste mirada, que me heló la sangre por unos instantes—. A medida que cada uno de nosotros se va volviendo mayor, es menos lo que la casa hogar recibe, y siento que no estoy siendo de utilidad para nadie.

—Ryan, eso no es verdad —susurré con una sonrisa amorosa, olvidándome por completo de mi enojo—. Es difícil, pero hemos vivido bien. No sólo somos una casa hogar y ya, somos una familia como cualquier otra de este mundo y todo lo que yo hago por ustedes es porque son mi única familia, y me siento responsable de cuidarlos y darles lo mejor. Por ello, yo quiero que tú seas exitoso, y todo lo que te propongas estoy dispuesto a apoyarte, porque eres mi hermano —dije completamente convencida de que no solo el dinero era lo que le preocupaba, separarse en unos meses de su novia ahora que se había acostumbrado a verse prácticamente todos los días sería toda una travesía—. Entonces, ¿por qué no simplemente te trasladas a la universidad Jackson? Estudias arquitectura en Atlanta, cuidas a nuestra madre hasta que pueda regresar, trabajas si quieres y vives feliz con Nia en esta casa.

—¿E-en serio?

—Sí, ya es hora de que te independices, Ryan —asentí, sacudiendo sus cabellos con una de mis manos—. Además, es bueno que le permitas a Camila y Maximilian ser los hermanos mayores, necesitan responsabilizarse un poco más —opiné pensativa, dado que ellos eran los que estaban cuidando junto con los voluntarios de los chicos, no obstante, podía asegurar que los fines de semana debía ser todo un calvario para los gemelos, ya que estaban por su cuenta, aunque probablemente todos se ayudaban entre sí cuando los desesperaban por completo con su desobediencia, como cosa rara.

—Pero entrar en esa universidad es muy difícil, ¿no?

—Puedo hablar con Jack para que te eche una mano.

—¡Gracias, hermana Lucy! —canturreo encantado, saltando a abrazarme con una brillante sonrisa.

Nia, al escuchar su alarido de emoción, se dio la vuelta y arqueo una de sus cejas, totalmente perdida con el cariño que el menor me ofrecía en agradecimiento.

Le saqué la lengua haciéndola reír por lo bajo, el moreno se despegó de mí, para ir corriendo veloz como un rayo a plantarle un dulce beso en la mejilla a Nia, la cual se sonrojó con sus acciones. 

Charlamos un rato antes de que Cody se despertara para rodearlos con sus brazos y a cada uno darle un sonoro beso en la cabeza dejándolos anonadados, desafortunadamente, yo tampoco pude escaparme de sus mimos matutinos. 

Comimos entre charlas triviales los panqueques con miel de maple, junto con la ensalada de frutas, hasta que los platos quedaron totalmente vacíos.

Cuando llegó la ansiada hora, me despedí de los tres con un fuerte abrazo, encontrándome en el exterior con Jack esperándome recostado contra su Ferrari. 

Estaba preparada para un nuevo inicio, para otra oportunidad. 

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi Jefe y Yo