Al llegar a nuestra casa, observé todo maravillada, realmente era un bonito lugar el que habíamos elegido.
La cocina era amplia, lo suficiente como para cocinar los dos si se nos antojaba en algún momento, en la sala de estar había un comedor pequeño y un sofá para cuando hubiera visitas junto con varias sillas a juego.
En cada pared había un cuadro, o alguna decoración extraña que Jack había escogido, y la verdad era que no sentaban tan mal, era hasta relajante mirar aquellas líneas sin sentido en los lienzos.
Nuestro apartamento tenía dos habitaciones, en donde una estaba destinada para ser nuestra recámara y la otra sería una clase de oficina con nuestros libros y pertenencias importantes del trabajo; era un sitio muy sencillo, justo lo que sabíamos que necesitábamos para estar bien.
Acomodé los últimos libros en los estantes de madera pulida, mientras escuchaba a la distancia a Jack parlotear con su secretario sobre asuntos de la empresa que la verdad, no entendía en lo más mínimo.
Salí de la oficina cerrando la puerta suavemente, me detuve frente al amplio ventanal que estaba ubicado en el salón, el cual me dejaba ver el exterior, me brindaba la mejor vista de la hermosa ciudad. Nos hallábamos en el piso 17 de aquel elegante edificio, frente a otros rascacielos; pero aún así podía ver todo tan detalladamente bajo mis pies que daba miedo.
En ese instante, cuando mis ojos se detuvieron en lo alejada que se veía la calle, con las diminutas personas caminando por doquier, la voz de Jack se disipó y sentí sus fornidos brazos rodeándome.
—Por fin, somos de nuevo un hogar —comentó en mi oído, erizandome la piel en cada rincón por el que rozaba su gélido aliento.
—Creí que nunca volveríamos a estar juntos de esta manera —susurré, sonrojándome más de lo que me hubiera gustado, haciéndolo reír por lo bajo con mi reacción.
Avergonzada con su intensa mirada sobre mi rostro, jugueteé con sus dedos, acariciándolos suavemente con los míos, ganándome un beso en la mejilla de su parte.
—Pues tuvimos que pasar por muchas cosas, pero ahora estamos los dos y no permitiré que nada me separare de ti de nuevo —murmuró estrechándome con más fuerza, pegándome a la calidez de su cuerpo, entretanto, dejaba húmedos besos en mi oreja descendiendo lentamente hasta mi garganta, sacándome uno que otro gemido con sus roces.
—¿Lo prometes?
—Te lo prometo, Lucy Wolfang —masculló, ayudándome a darme la vuelta para que quedáramos a solo unos centímetros de tocar nuestros labios—. Voy a quedarme a tu lado, criando del montón de hijos que tendremos, voy cuidarte cuando estés enferma, voy a hacerte feliz cuando estés triste, voy a amarte como nadie más lo ha hecho. Estaré contigo hasta que seamos tan viejos que tendrás que ayudarme a caminar, estaré contigo hasta que des tu último respiro en esta vida y te seguiré a donde sea que vayas, porque te amo.
Antes de que pudiera decirle algo en respuesta a esas dulces palabras, me calló con un beso, uno que al principio comenzó lento y a medida que nuestras lenguas se fusionaban, se volvía posesivo y apasionado, sentí sus manos recorrer mi espalda, junto con mi corazón acelerado golpeando mi pecho, desesperado por escapar de su lugar.
Enredé mis dedos en su cabello, tironeando de él en mi dirección para profundizar aquel contacto, deseaba todo de él, cada centímetro de Jack lo quería solo para mí. Sus manos posesivas me arrebataron la blusa de un tirón, dispuesto a iniciar una intensa sesión de caricias, que de alguna manera nos llevarían a la cama.
No obstante, antes de que siquiera hubiera posado sus labios sobre mis pechos, con las intenciones de lamer y morder a su antojo, su maldito teléfono empezó a sonar descontrolado, obligándonos a alejarnos disgustados con la interrupción.
—¿Y ahora que sucede, Hall? —contestó frunciendo el ceño, sacándome una carcajada con su expresión de pocos amigos—. ¡Te he dicho que le digas al abogado Black que se encargue de eso! ¡Vuelves a llamarme por lo mismo otra vez más y te despido! —gruñó histérico, colgando la llamada de sopetón.
—¿Por qué estás tan ocupado últimamente? —pregunté levantando una de mis cejas, curiosa con ello, dado que siempre que nos veíamos, alguno de sus trabajadores lo solicitaba desesperadamente para preguntarle cualquier cosa.
—Bueno, es que construiré un parque de diversiones y estamos teniendo problemas con los vendedores del terreno, así que son unos inútiles que no pueden hacer nada sin escuchar algo de mi parte —bufó, poniendo los ojos en blanco, irritado con el agotador hecho de ser el presidente de ese majestuoso imperio.
—Das miedo —farfullé, soltando una risitas con su aspecto enfurruñado, parecía más un niño pequeño que un adulto, recogí mi blusa del suelo para acto seguido ponérmela bajo sus ojos suplicantes porque continuáramos—. Debería irme al hospital, llegaré tarde.
—¿No quieres estrenar nuestra cama antes de irte?
—Quizás mañana, hoy tengo turno —contesté, sacudiendo mi cabello para peinarlo un poco.
—Vamos, Lucy… —musitó sensualmente, tomándome de la cintura con una expresión tierna que me robó el aliento—. Sólo será un ratico, no puedes dejarme así —dijo, frotando su erección contra mi entrepierna, estaba provocándome sólo para que termináramos acostándonos y si seguía lamiendo mi cuello de esa forma tan lujuriosa, lo conseguiría sin mucho esfuerzo.
—Es temprano para andar levantando a nuestros vecinos con gemidos y gritos —suspiré apartándome, a pesar de que una parte no racional de mí, me decía que era mejor idea quedarme en casa haciendo el amor con él hasta que no hubiera un mañana.
Pero no podía, debía asegurarme del estado de su hija y de los posibles donantes, además de que estaba seguro de que la enfermera Kim comenzaría a llamarme pronto, solicitando mi supervisión con los internos, o por algún paciente grave en urgencias, así que no podría estar para nada tranquila por mucho que lo deseara.
—¡Eres una odiosa!
—Pero así me amas —le recordé, poniéndome en puntitas para plantarle un casto beso en la mejilla, que lo hizo sonreír satisfecho.
—Eso es cierto…
—¿Irás a visitar a Lucila?
—Te lo pido por favor, Cody —soltó Victoria de repente, temblando a causa del miedo que le producía pronunciar esas palabras.
—Sí, escucha a Victoria, a veces los padres pueden ser más compatibles con sus hijos que un desconocido —murmuró, conteniendo las ganas de reírse divertido, ante la mirada asesina que la rubia le dedicó ante esa indirecta que le enviaba. Jack entrego el formulario completado a las enfermeras, y palmeó el hombro de su ex esposa con tristeza fingida en su expresión, sacándola aún más de sus casillas—. Lástima que no tengas más hijos, Vico.
—¡Jack! —gruñí, a la espera de que se detuviera de una buena vez con lo que sea que estuviera tramando.
Él, al toparse con mi expresión de enfado, se encogió de hombros inocente.
—¿Qué? ¡Es la verdad!
—¿Qué quieres decir con eso, Jack? —inquirió Cody, tomándolo bruscamente del brazo antes de que se terminara marchando en dirección al laboratorio y no le diera una buena explicación.
—¿Decir con qué? —cuchicheó, dibujando una sonrisa socarrona en su rostro.
Sentí mi corazón detenerse por un segundo, al ver el ceño fruncido de Cody y la expresión de pánico de Victoria.
—¡No te hagas el tonto, Thierry! ¿Por qué están insistiendo tanto? ¡Es extraño!
—Que te lo cuente Victoria Alkovok. —refunfuñó, soltándose de sus manos con violencia, estaba preparado para irse lejos de allí, no obstante, de repente lo observó entretenido con su confusión, se cruzó de brazos y chasqueo la lengua para acto seguido, decirle entre risas—: Aunque espera, voy a darte una pista porque soy una buena persona.
—¡Jack, no! —chillamos Victoria y yo a la par, sin embargo, eso no lo detuvo a continuar.
Él se acercó demasiado a Cody, casi parecía como si fuese a besarlo.
La sangre ardiente corría por mis venas quemando todo a su paso, haciendo que mi cabeza diera vueltas vertiginosas. Acercó sus labios al oído del más alto y sentí los deseos de detener aquello, pero mi cuerpo no respondía a ninguna de mis órdenes.
—Escúchame bien —escupió con su mirada perdida en algún punto a la distancia—. Yo no soy el padre biológico de Lucila, así que no puedo ayudarla a sobrevivir, pero quizás tú si puedes.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi Jefe y Yo