Mi Jefe y Yo romance Capítulo 37

En esas hojas las cuales eran demasiadas, me encontré con distintos padecimientos que Jack no me había ni siquiera mencionado, quizás porque sabía que me preocuparía más de la cuenta.

Él me conocía lo suficiente como para prever que yo no pasaría desapercibido los problemas físicos que presentaba tras el accidente. 

Traumatismo craneoencefálico moderado, traumatismo cardiaco, contusiones, fracturas, y algunos problemas leves en sus órganos internos que habían estado en su momento, demasiado graves como para poder estar en ese instante aún con vida. 

En pocas palabras, acceder a operarse era una completa locura, primero, porque los medicamentos que se le administrarían antes de la operación lo dejarían aún más débil de lo que ya se encontraba por unos días.

Segundo, estaba completamente seguro de que la anestesia podría regresarlo de nuevo a un estado de coma, del cual no tenía ni idea de cuándo saldría, y posteriormente, estaría casi sin ninguna defensa en su sistema por unas semanas y no estaba muy segura de si su cuerpo podría soportarlo mucho tiempo, ni siquiera podía apostar porque pudiesen volverse a regenerar sus plaquetas y sus glóbulos con normalidad, así que las probabilidades de estar arriesgando su propia vida eran demasiado altas como para siquiera mencionarle que era el único donante compatible con Lucila que había aparecido.

Esperé pacientemente a que otro donante compatible surgiera, no quería arriesgarme a perder a Jack de nuevo y era un pensamiento realmente egoísta, tanto, que durante toda esa semana que transcurrió tan lentamente, estuve absorta en mis pensamientos, debatiéndome si era correcto o no confesárselo. 

Pero tenía tanto miedo de que aceptara aún sabiendo los riesgos, que mi boca se quedaba totalmente cerrada incluso al intentarlo, las palabras morían en lo profundo de mi garganta, y no existía poder humano que las liberara de su escondite. 

Había intentado actuar con normalidad, pero cuando veía el rostro de Lucila casi sin vida, en los brazos de Victoria, el mundo se me caía a los pies. 

En los instantes en los que Jack trataba de tocarme yo me apartaba y me marchaba apresurada con alguna excusa estúpida, incluso el cruzar palabras con Cody era demasiado doloroso, porque sabía estaba cometiendo un error, estaba perdiendo tiempo valioso que podría ser de utilidad para Lucila, así que de alguna manera siempre terminaba echándome en algún rincón a meditarlo con más calma, o me escabullía en la habitación de mi madre a charlar un rato, olvidándome por completo de ese calvario que se apoderaba con cada segundo que pasaba de mí. 

Eso solo empeoró, dado que nadie más compatible emergió de entre los suelos, desafortunadamente solo Jack era el más indicado para donar.

Respiré profundamente por décima vez esa mañana, garabateaba cabizbaja en unos papales, firmando los informes finales sobre la sala de emergencias y los internos, tenía que ir a entregárselos a Jack, no obstante, estaba tardando el fatídico encuentro tanto como me era posible, me hacía la tonta con cualquier paciente que llegara, me recostaba en el mesón a hablar con las enfermeras sobre los chismes del hospital, o simplemente daba vueltas por los alrededores sin un destino fijo. 

Pero para mí desgracia, ya no podía retrasar más ese momento por mucho que lo deseara, había evitado en lo posible volver a casa, contestar sus mensajes y más sus llamadas, había desaparecido de la faz de la tierra para todos a mi alrededor. Sin embargo, justo en el momento en que cerré la carpeta de plástico preparada para ir hasta su oficina, mi teléfono comenzó a sonar desesperado en el bolsillo de mi bata.

—¿Diga? —contesté sin molestarme en observar quien era la persona que me llamaba.

—¡Hermana Lucy! —me saludó la alegre voz de Camila al otro lado de la línea.

—Hola, Camila —susurré, intentando sonar animada, lo cual me era todo un desafío y ella podía notarlo, pero se mantuvo ajena de tocar el tema—. ¿Cómo van las cosas?

—Ya sabes cómo es, los voluntarios han venido puntuales todos los días de la semana, las chicas nos hemos turnado para hacer diferentes tareas, los chicos se encargan de algunas cosas y de cuidar a Brooke y Blake en la tarde. Paul y Carl están trabajando en sus horas libres en un bar cercano, andan tocando con una banda, ¡tienes que verlos! ¡Son geniales! —cuchicheó emocionada por contarme cada uno de esos detalles, dado que llevábamos varios días sin hablar. 

No me agradaba de a mucho la idea de que los menores estuvieran trabajando, pero ya que me habían insistido tanto en aprobar sus decisiones de ayudar con algo a la familia, había terminado aceptando a regañadientes. 

—Katia y Lauren llegan temprano de clases con los pequeños, creo que la última está trabajando en un restaurante de vez en cuando, y Max y yo estamos estudiando para los exámenes finales de abril, pero hemos estado completamente pendientes de nuestros hermanos, tal y como prometimos.

—Confío en ustedes, espero no tengan esa casa hecha un desastre —le recordé, dejando escapar una leve sonrisa que me crispó la piel, llevaba muchos días sin sonreír con espontaneidad y hacerlo de repente, me lastimaba en las comisuras de mis labios.

—¡Hermana Lucy!

—¿Qué sucede?

—Realmente los echamos de menos —confesó con timidez, mientras mis piernas por simple inercia habían comenzado una caminata por los pasillos, que no me molesté en detener entre nuestra charla—. Yo quería decirte que realmente estoy agradecida contigo por todo lo que has hecho por nosotros y me siento muy orgullosa y feliz de saber que te has esforzado tanto durante todos estos años en ser tan buena médico, sólo para darnos lo mejor.

—¿A qué viene todas estas palabras cursis, Camila? —pregunté, sintiendo mis mejillas sonrojarse ante su cariñosa declaración.

—No lo sé, quizás es que he estado muy emotiva porque los extraño demasiado, la casa no es lo mismo sin mamá Mónica, sin ti y sin Ryan….

—De acuerdo, creo que iremos a visitarlos pronto con Ryan, mamá aún no puede viajar —le asegurèmé, soltando un largo suspiro cargado de tristeza, ya que estaba segura de que los menores deseaban fervientemente que su madre regresara pronto, lo cual no podía suceder aún y eso los deprimía por completo.

—Lo sé, dile que la extrañamos, y que no se preocupe por nosotros, ya que cuidaremos bien de todos nuestros hermanos —me pidió satisfecha de descubrir que volveríamos a casa por unos días, después de todo, necesitaba asegurarme de que estaban correctamente—. ¡Gracias, hermana Lucy! ¡Te quiero un montón!

—Y yo a ti, salúdame a cada uno de los chicos.  

Ella aceptó apresurada para acto seguido colgar, segura a anunciarles a los demás lo que tanto querían escuchar, que sus dos hermanos mayores regresarían a verlos. 

Solté unas risitas tontas de imaginarme la emotiva escena de ellos saltando de alegría, y al levantar mi mirada absorto, me encontré frente a una puerta demasiado familiar. Sin darme cuenta había terminado plantado frente a la oficina de Jack.

Tenía los informes entre mis manos temblorosas, y por alguna extraña razón, su secretaria aún no había llegado.

Guardé el teléfono en el bolsillo de mi bata, mientras me convencía a mí misma de que necesitaba decírselo, no podía seguir guardándome aquel secreto para mí. 

Toqué varias veces antes de adentrarme en el interior, donde Jack sentado en una de las sillas, me observó curioso, dejando a un lado el periódico que estaba leyendo.

—Los informes finales —murmuré, poniendo la carpeta en la mesita que había a unos pasos de mí, con un florero y un pocillo vacío sobre ella.

—Gracias, Lucy —farfulló, escudriñándome con sus ojos acaramelados de pies a cabeza, sentí mi cuerpo estremecerse ante esa forma en la que me devoraba sin necesidad de tocarme. Me tomó sumamente de mi muñeca, jalándome en su dirección—. Ven aquí —ordenó con firmeza, ya que me resistí con todas mis fuerzas para no moverme ni un centímetro de donde me hallaba.

Sin más remedio anduve hasta él, este ni corto ni perezoso me hizo sentarme sobre él, quedando mis rodillas a lado y lado de su cuerpo, con nuestros rostros a centímetros.  

—Necesito decirte algo importante —mascullé, antes de que sus labios hambrientos o algún contacto se posaran sobre los míos, y terminase desconcentrándome aún más de mi objetivo. 

Él se apartó con el ceño fruncido, me rodeó con sus brazos de forma posesiva, casi temiendo por las palabras que estaba por confesarle.

Lo despojé de su corbata y desabotoné con torpeza su camisa para acariciar su abdomen y morder sus hombros entre besos, moví mis caderas, rozando mi trasero y mi intimidad sobre su entrepierna, que ya estaba más que despierta. 

Lo escuché contener sus jadeos, enloquecido con mis movimientos.

Como pudimos, nos quitamos gran parte de nuestra ropa y entonces pude rozar nuestros sexos, soltando un gemido cargado de un placer inigualable. 

Jack contuvo las ganas de echarse a reír al ver mi cara sonrojada, porque aquel sonido había retumbado por toda la estancia. 

Tomé una de sus manos, para relamerla juguetona, sacándolo de quicio con esa escena tan erótica que lo puso a mil, dirigió uno de sus dedos empapados a mi vag*ina, la cual invadió lentamente, apoyé mi frente, escondiendo mi rostro en su pecho, apretando mis labios en una fina línea para no gritar ante tanto gusto.

—P-penétrame… —le supliqué en un hilo de voz, al sentirme preparada.

—Como desees, bebé…

Me agarró de las caderas, clavando sus uñas en ellas, sacándome un ronco gemido, que él silenció por completo al besarme de nuevo.

Fusionamos nuestras lenguas, acariciando con ellas cada centímetro del otro, se acomodó lentamente en mi interior con su palpitante miembro, sin permitirme siquiera un momento para calmar mi respiración irregular. 

Enredé mis manos en su cabello, tirando de él cada vez que entraba y salía de mí con más fuerza. Al notar que no podría contener por mucho tiempo mis gritos, me cubrió la boca con una de sus manos, entretanto, yo continué con las estocadas aceleradas, sacándole uno que otro suspiro, sabía que le fascinaba cómo me movía, era su mayor debilidad.

Acarició mis pezones con su mano libre y sin poderme contener, mordí la palma de esta última, ahogando un gemido descontrolado en ese momento de clímax que no pude contener por más tiempo, llegando con un grito ronco, para segundos más tarde, sentir su líquido caliente y espeso abrirse espacio en mi interior.

—Te amo, Lucy… —musitó, acunándome en sus brazos como una niña pequeña, permitiéndome descansar de aquel ejercicio desenfrenado.

—Yo te amo muchísimo más… —canturreé, apoyando mi oído sobre su pecho, donde su corazón danzaba acelerado.

Amaba esa forma de latir, era un sonido tan peculiar, distinto a otros que había escuchado, era su propio ritmo, único y acogedor.

—Eso no es verdad.

—¿Y tú qué sabes?

—Lo suficiente —se carcajeó ante mi expresión de disgusto y me tomó del rostro para llenarme de besos,  produciéndome cosquillas en cada rincón que tocaba—. Vamos a limpiar este desastre, antes de que alguien aparezca.

—¡Bien! — asentí poniéndome en pie de un salto, lo cual lamenté, ya que una punzada de dolor recorrió mi espalda, haciéndome caer de nuevo sobre Jack, quien rompió a reír, divertido con mi accidente. 

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi Jefe y Yo