Mi Jefe y Yo romance Capítulo 39

Calmar a Lucila fue todo un desafío, dado que estaba demasiado alterada, aterrorizada en mis brazos y llorando a todo pulmón. 

Jack, con mucha paciencia, le había intentado explicar que la abuela era una persona con graves problemas de personalidad y que por lo tanto, aquella faceta solo era un arrebato de la mujer, que tarde que temprano se le pasaría. 

Le había suplicado que no tomase en serio sus palabras y solo fuese la niña alegre de siempre, porque de lo contrario,bél se sentiría muy decaído, lo cual hizo sonreír a la pequeña de inmediato, lanzándose a su regazo a recibir mimos de su parte. 

—Te quiero, papi — susurró más calmada.

Al otro lado de la estancia, sentados muy juntos en el sofá; un enfadado Cody le curaba las heridas en el rostro a Victoria en total silencio, la rubia se había tranquilizado, casi quedándose inexpresiva, sin el más mínimo rastro de alguna emoción. 

Se notaba en el ambiente que nos sentíamos fatal, no obstante, podía dar crédito que tras ese firme ultimátum de Jack, esa desquiciada mujer no se atrevería a poner un pie en nuestras vidas de nuevo. Tendría que tener demasiadas agallas como para arriesgar su libertad, tras todos los delitos que había cometido contra nosotros.

Cuando todo estuvo más sosegado me marché de la habitación, con Jack pisándome los talones totalmente deprimido, brindándoles a los demás su respectivo espacio para recomponerse de lo ocurrido. 

Había olvidado por completo la razón por la que había ido a buscar a ese tonto que arrastraba los pies a mi lado, se había esfumado de mi mente por ese trágico incidente, cuán importante era mencionarle lo que llevaba ocultándole por días enteros. 

No obstante, cada vez que trataba siquiera de comentárselo algo sucedía, quizás era el destino que me rectificaba que lo mejor era guardar silencio, pero para mi desgracia, un gran remordimiento invadía mi cuerpo, cohibiéndome de actuar con naturalidad, por ello me urgía confesárselo cuanto antes. 

Este detuvo su caminata, quedándose a mis espaldas con sus manos en los bolsillos de su pantalón y su mirada clavada en el piso, conteniendo los deseos desenfrenados de llorar o gritar, tal vez las dos. 

Me di la vuelta lentamente para observarlo con una ceja arqueada, controlando mis ganas de estrecharlo entre mis brazos, para despojarlo de su pésimo estado anímico.

—Ya era hora de que le dijera unas cuantas cosas a mi madre, ¿verdad? —se rió cabizbajo, decepcionado de que todo en su enredada vida tuviera que ser de esa manera una y otra vez. Sin poderme contener, mordí mi labio inferior ansiosa, saboreando en mi boca la espesa sangre—. Realmente lamento todo lo que te ha hecho pasar, lamento que fuera ella quien más te ha hecho sufrir, lamento que haya arruinado nuestra relación una vez, sin embargo, sé que no lo hará más, Lucy. No voy a permitir que siga dañándonos, quiero estar a tu lado por el resto de nuestras vidas —murmuró, demasiado circunspecto para mi gusto.

Sus palabras, por alguna extraña razón, fueron como puñaladas en mis tripas. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda y las ganas de romper a llorar, pero me aguanté con todas mis fuerzas. 

—Tú y yo, sin nadie de por medio que esté afectando nuestra felicidad, así que si ella no quiere aceptarlo, tendrá que irse de nuestras vida. Después de todo, si sólo te tengo a ti sé que nada más me importará, eres la única que realmente hace más llevaderos los días, eres mi razón de existir.

—Jack… —susurré en un hilo de voz y este al escuchar su nombre salir de mis labios temblorosos, se me quedó viendo extrañado, a la espera de que le explicase qué estaba ocurriendo conmigo.

—¿Qué sucede?

—Tú…

—¿Yo?

—Tú eres el donante compatible con Lucila —solté atropelladamente, cerrando mis ojos bruscamente, permitiendo con ello que las lágrimas se derramaran a su antojo.

Convertí mis manos en puños, clavando mis uñas en las palmas de mis manos, al menos así el dolor en mi interior se desvanecía un poco, al concentrarlo en otro lugar. 

No quise mirar a Jack de nuevo, porque sabía que su mirada sería acusadora, cargada de un disgusto inigualable por no habérselo dicho antes, lo cual me haría sentir aún peor, incluso más que su respuesta con respecto a la operación. 

—Yo no quería decírtelo porque sé que tu salud no está del todo bien, no eres apto para recibir la cirugía, no cuando tu cuerpo está tan delicado, eres el único donante, pero no permitiré que arriesgues tu vida.

—Lo haré, Lucy.

—¡Prometiste quedarte conmigo! ¡Prometiste que viviríamos juntos! ¡Prometiste que te quedarías a mi lado hasta que fuéramos ancianos! ¡Prometiste quedarte hasta que yo dejara de existir en este mundo! ¡Tú me lo prometiste, Jack!

—Lucy, confío en tus capacidades, sé que saldré ileso de esta —farfulló acariciando mi cabello, como si aquello fuese a calmar mi conmoción, oculté mi rostro en su hombro, empapando su camisa de inmediato con mi llanto.

—Lo estás haciendo de nuevo, Jack —bufé desanimada—. Sólo llegas a mi jodida vida para ilusionarme y luego, cuando se te da la reverenda gana te vas, dejándome como una completa idiota que ha caído redondita en todo lo que le dices.

—Lucy, escúchame…

—¡No lo haré, maldita sea! ¡No me pidas hacerte algo así! —rugí con vehemencia, sin poder soportar aquella tortura, le propiné un violento empujón que logró liberarme de sus manos—. ¡Si quieres matarte, hazlo! Pero no cuentes conmigo, no pienses ni por un segundo que te apoyo en esta tontería. No voy a quedarme a ver cómo te marchas para siempre de mi lado.

Jack, al escucharme, respiró profundamente, afligido de notar el trasfondo de mis palabras y sin más remedio, giró su rostro en otra dirección, completamente resignado a hacerme cambiar de parecer, contra su voluntad estaba aceptando mis deseos. 

Pasó una de sus manos por su rostro completamente desganado, perdido con lo que estaba rodeándonos. 

Enfadada como nunca antes, con lo idiota y testarudo que a veces podía llegar a ser, además de entregado a los demás sin pensar en las consecuencias, me alejé segura de que había terminado, convencida de que había acabado para nosotros.

Por primera vez, en todo el tiempo que habíamos compartido, no me ponía de su lado y él estaba seguro de que no había poder humano que me convenciera de lo contrario, en pocas palabras, era mejor dejarlo por el bien de los dos.

Sabía que dolía como los mil demonios, pero sería aún más grande mi herida si no pasaba la prueba, si él no lograba sobrevivir, realmente caería en lo profundo de un abismo, del cual no podría escapar jamás. 

Era mejor de esa manera, era mejor separarnos para siempre, aún cuando lo amaba con locura. 

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi Jefe y Yo