Mi Jefe y Yo romance Capítulo 9

Gracias al cielo no tuve que volver a verle la cara por el resto de mi día, ni mucho menos hizo el intento de aparecer frente a mí de nuevo, sólo para sacarme de mis casillas.

Estaba segura de que sus amenazas no eran más que palabras, dada mi perfecta actuación podía poner las manos al fuego y jurar que se mantendría alejado quizás por el resto de su vida. 

Un poco agotada con todo mi ajetreado día, terminé quedándome a dormir en las residencias del hospital, las cuales quedaban en el edificio F, el más alejado de todos.

Debido al estado delicado de la niña en la habitación 5004, el cual era inestable, tenía que mantenerme alerta en caso de alguna emergencia, la cual definitivamente no ocurrió.

Pude dormir plácidamente en esa reducida habitación, donde la cama era tan pequeña como para caer al suelo en algún giro imprevisto de mi cuerpo soñoliento, sin embargo, descansé como los dioses.

A la mañana siguiente, cuando el sol se coló por las ventanas, me dirigí al baño a cepillarme los dientes e ir a por algo de comer. No obstante, en el pasillo las enfermeras y médicos a los que saludaba, me daban las felicitaciones entre risas. 

No comprendía en lo más mínimo lo que ocurría, así que después de asearme, me escabullí en busca de respuestas en la cafetería del hospital, donde todo fue de la misma manera.

—¡Felicitaciones, Doctora Wolfang! —aplaudió fascinada la enfermera Kim al encontrarnos en la fila, ella era una de las espléndidas mujeres que trabajaba junto conmigo con algunos pacientes.

— ¿A qué se refiere, enfermera Kim? —pregunté extrañada, su cara se pasmó al verme tan confundida, y creyendo que era una broma por mi parte, rompió a reír, mientras me daba palmaditas en la espalda.

—¡Es usted la encargada de los internos de emergencias de este año!

—¿Que yo qué? —gruñí estupefacta, perdiendo todo color en mi rostro—. ¡Yo no apliqué para eso! Ni siquiera hice solicitud, es imposible que me hayan elegido.

—Qué raro, el presidente Jackson lo anunció por todo el hospital hace unas horas. ¿No lo escuchó?

—¿El presidente? —repetí, sintiendo cómo la rabia comenzaba a invadir todo mi ser. 

Jack había estado muy calmadito sólo porque se traía aquella jugada entre manos.

—Además, dijo algo sobre que fuera a su oficina a recibir informes y cosas así…

—Gracias.

No me tomé la molestia de siquiera comer algo antes de andar a zancadas en dirección a su guarida, la cual tuve que preguntar a las secretarias en el primer piso del edificio A, donde se encontraba.

Para mi sorpresa no estaba muy lejos, sólo tuve que tomar el ascensor e ir al décimo piso, en el cual me encontré con una hermosa mujer atendiendo, al verme, me dijo que él me estaba esperando desde hacía un buen rato.

Puse mis ojos en blanco, apenas puse un pie en esa escalofriante oficina.

Cerré la puerta tras de mí, me planté decidida a armar la pelea del siglo, con tal de no tener que encargarme de los internos, pero mi cuerpo fue perdiendo fuerza cuando aquel estúpido hombre levantó su firme mirada de los papeles en su escritorio.

—¿Te gustó mi regalo? —preguntó,  dejando escapar unas risitas, fascinado con mi amargura.

—¿Qué demonios estabas pensando? —grité, echando chispas por los ojos—. ¡Trabajo con niños, soy un pediatra! ¡No soy cualquier clase de médico! ¡Además, tengo pacientes a los que tratar!

—¿Tú querías seguir siendo la médico estrella de oncología? —se carcajeó, como si aquello fuera demasiado gracioso.

A pesar de todo, ese idiota seguía actuando como un crío, sin importar la edad que tuviera.

—¿No era lógico? —bufé, golpeando su mesa con mis manos, histérica con sus acciones—. ¡Me quemé las pestañas para ser la jefa de oncología pediátrica!

—Bueno, ahora eres la encargada de los internos en la sala de emergencias —me recordó, apoyando su rostro en una de sus manos, dedicándome una mirada tierna que me helo la sangre.

Quería ahorcarlo, golpearlo y abofetearlo sin cansancio, pero mis músculos no respondían. Prácticamente estaba arrebatándome el puesto por el que había luchado con tanto esmero.

—¿No estás feliz?

—¡¿Cómo que relajarme?!

—No te estoy siguiendo, estás muy alterado. ¿Hablas de Jack?

—¡Sí, es Jack! — rugí, rechinando los dientes y asqueada de solo mencionar su nombre—. ¡Es él y su estúpida forma de hacer las cosas! ¡Es ese hombre y su idiotez!

—Acabas de hablar mal del presidente, podrías perder tu trabajo por eso.

—¡Me importa un bledo!

—¿Realmente estás tan enfadada? —ronroneó, cruzándose de brazos, mientras me dedicaba una expresión pícara, que me dejó confundida en mi asiento.

—¡Sí!

—¿Por qué creo que estás disfrutando de esto?

—No digas tonterías —suspiré, con cara de pocos amigos.

—Sabes que en el fondo disfrutas lo que Jack está haciendo, lo puedo ver en tu mirada —se rió entretenida, observando el cambio de mi semblante, de la ira a la sorpresa—, sientes que con sus locuras está intentando llamar tu atención, porque seamos sinceros, él quiere que tú lo vuelvas a mirar como cuando estaban juntos, él te quiere a su lado.

—¡Pamplinas! —farfullé molesta, era absurdo, totalmente descabellado.

Me levanté de mi lugar sin nada más que hacer allí, consejos no necesitaba, ni tampoco terapia, estaba perfectamente estable y cuerdo, quien necesitaba de su ayuda era Jack.

No yo.  

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