Nikolas sentía que lo estaba perdiendo todo, con fuerza se aferra a su pequeña como si con eso pudiera protegerla y que sea exclusivamente suya, no permitiría que Arthur se robe el amor de su hija, pelearía con toda su artillería si era necesario, pero el amor de su hija, y el simbolismo de un padre a él le correspondía.
Anika al ver la reacción sobreprotectora de Nikolas hacía su pequeña, sintió pesar a ver la escena, se le rompía el corazón, el padre de su hija estaba marcando territorio, la inseguridad, el miedo que manifiesta le sacan unas lágrimas.
—Nikolas— dice en un susurro Anika, las cosas estaban tensas y nadie tenía las palabras apropiadas para cortar la tensión del momento.
Nikolas dolido toma las cosas de Alia y sale de la propiedad de Anika, necesita alejarse cuanto antes o sinó explotará, ya no puede soportar que lo que más ama le sea arrebatado de sus manos.
Su Anika ya no es suya, dejo de serlo luego de que el la humillara y la denigrara, ella nunca lo perdonaría, es cuestión de tiempo para que le envíen la invitación de la boda de ella con Arthur, la sola idea le causaba náuseas pero es más que obvio que él ya no está en su corazón y que ahora es Arthur que ocupa el cálido lugar que antes le pertenecía.
Alia se había mantenido callada durante todo el camino a casa, Nikolas notó su comportamiento y antes de bajarla del auto le beso la frente con dulzura.
—Eres mí vida& le dice a su pequeña con ojos llorosos.
Alia lo mira atenta y con sus manitas limpia las mejillas de su padre —¿estás tliste papi?— indaga y Nikolas niega.
—No mí amor, solo tengo alergia— le dice a su pequeña, aunque ella no comprenda lo que eso signifique.
La carga y la entra a la privacidad de la acogedora casa que compró a las afueras de la ciudad de Londres, es una propiedad con abundante césped para que Alia corra sin parar, la casa es de estilo cabaña, tiene pocos vecinos cerca pero eso le gusta ya que cuando decidió establecerse en Londres quería estar tranquilo.
Pero la tranquilidad nunca llegó, todo lo contrario, sus miedos e inseguridades crecieron, siempre fue un hombre seguro de si mismo, pero ahora no tenía ni una buena estabilidad mental, su mente se negaba a dejar ir a Anika, su corazón le dolía cada que ella lo rechazaba.
Nikolas ponía todo su empeño en que Anika lo perdonara, las notas y flores no eran la respuesta, pedirle mil veces de rodilla que lo perdonara tampoco lo es, durante estos dos años se había esforzado mucho, estaba sólo sin su familia ni amigos, no tenía a nadie cerca con quién pudiera hablar de cómo se sentía, tenía que tragarse el dolor porque tampoco sanar solo podía.
Un solo desastroso error bastó para que Anika lo alejara de su vida, había sido el peor hombre del mundo y se sentía como un gusano, solo el amor de su hija lo hacía sentir mejor.
—Bienvenidos— les dice Nuria la mujer que limpiaba la casa y cuidaba de Alia.
—Hola— dijo la pequeña rubia, llevando a abrazar a su cuidadora.
La mujer carga a la pequeña mientras Nikolas lleva a la habitación la maleta que Anika preparó para ella, a veces no entendía a la madre de su hija, el ya le había dicho que Alia tiene una habitación preparada y equipada con todo lo que la nena necesita para estar con él, Nuria le había ayudado a comprar todo lo que fuera necesario.
El no podía decidir mucho sobre su propia hija, todo lo que hacía o decía Anika lo contradecía alegando que está malcriando a Alia, pero el sólo quería hacer feliz a su niña, consentirla en todo y mimarla, Alia era su vida, la rubia de ojos azules lo tenía a sus pies, no podía tener mano dura con esos tiernos ojos iguales a los suyos.
— Nuria gracias, se que tienes que ir a la ciudad, puedes irte, hazlo antes que llueva— indica Nikolas siendo comprensivo con la mujer que le había pedido permiso para ir a la ciudad a resolver algunos pendientes.
—Trataré de volver lo más pronto posible—dice la mujer agradecida, ya que le urgía ir.
—No te preocupes por volver, nos vemos el lunes— Nikolas desea pasar estos días con su hija, Nuria era una excelente ayuda pero no podía ser egoísta.
—Muchas Gracias señor— la mujer agradecida, baja a Alia en el piso, minutos después sale de la casa dejando a Nikolas y a Alia.
—Papi— Alia llama la atención de su padre, quien le quita los zapatos para que esté más cómoda.
— Si cariño— dice Nikolas.
—Quelo vel una policuda de plincesas—
—Todo lo que quieras mí amor— le sonríe a su pequeña que no tiene la culpa de llamar a Arthur cómo lo hizo, ella repite mucho las oraciones que escucha, está aprendiendo a hablar y al socializar con las hijas de ese hombre, es obvio que algo se le pegaría, no estaba molesto con su niña, eso jamás.
Le molestaba el echo de que ni Arthur ni Anika vean las consecuencias de permitir que Alia le llame así a otro hombre, a ellos eso no les afecta, pero a él sí.
Decidió pasar la mañana y la tarde complaciendo a la mini Reina de su corazón, vieron como siete películas de Princesas, Nikolas podía asegurar que se las sabía de memoria pero Alia se veía tan feliz y nunca se cansa de ver lo mismo.
El cansancio venció el cuerpo de Alia, estaba tan agotada de jugar a las princesas con su papi, de ver películas y comer chucherías que se rindió a las 4pm.
Los rayos de los truenos anunciaban lluvias dispersas, Nikolas recostó el cuerpo de su hija sobre su cama rosa estilo castillo de Allá.
Las manos le sudan y el corazón le late con mucha fuerza, tienen que decirse muchas cosas, cosas que ella postergó y se negó a ceder, acaso no estaba actuando cómo Nikolas en el pasado.
Dejando que sus necesidades estén por encima de las suyas, ella sólo pensaba en ella y su paz mental.
Sale del auto y toca la puerta de entrada, la casa es grande, más de que ella imaginaba.
La puerta se abre, Nikolas no disimula su sorpresa al ver a la madre de su hija en la puerta de su casa, es la primera vez que lo hace.
—¡Anika!—dice sorprendido.
— Nikolas— ella se coloca un mechón de cabello nerviosa —¿puedo pasar?— pide.
Nikolas sale de su aturdimiento —Claro— la invita a pasar.
La decoración interior de muy cálida, cortinas claras y colores suaves armonizan el ambiente.
—Alia está dormida— dice Nikolas anticipando la conversación de ellos —estuvimos viendo películas y comió suficiente-
—Entiendo, pero no vine a hablar sobre eso— le dice y Nikolas, se imagina lo peor en su cabeza, de ella solo espera dardos por eso se anticipa a lo que ella le pueda decir.
—Ya no voy a molestarte más, no insistiré en una relación contigo, dejaré que seas feliz con quién quieras, pero mí hija no llamara papá a otra persona que no sea yo— el arde la piel por soltar estas palabras pero necesita desahogarse —bastó solo un error para perderte para siempre, mis acciones te afectaron pero gracias a Dios pudiste salir adelante— le tiembla todo por dentro y las lágrimas no paran de salir —a pesar de los años te sigo amando cómo el primer día que te vi, no fue difícil amarte y entregarme a ti, las circunstancias me hicieron ser el peor hombre del mundo, te humille y nunca me cansaré de pedirte que me perdones— Anika está temblando por sus palabras, la están afectando más de lo que imagino —sinó puedo tener tu amor ni tu cariño, te suplico que me perdones— ya estaba abatido y cansado su mente no dejaba de trabajar recordandole lo cobarde que fue, no puede respirar con normalidad, un camión lleno de rocas le cayó encima —deseo que seas más feliz de lo que ya eres— le dice fingiendo estar feliz por ella pero no es así, decidió alejarse de ella porque no puede rogarle amor a quien claramente ya no lo ama.
Anika sentía todo el dolor que había en esas palabras, no tenía idea de que su comportamiento con Nikolas le pudiera afectar tanto a él.
—No tenía idea de qué te sintieras así— le dice ella con los ojos aguados
—No te preocupes, estaré bien— la mira y siente que nunca dejará de amarla, puede que pasen mil años y aún así Anika Brown será la dueña de sus pensamientos.
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