My Last Sigh romance Capítulo 30

—¿Embarazada? Creí que eso no era posible —pregunto atónita y él asiente.

—Pues si lo era, tú lo estás —responde y yo lo miro incrédula.

—Pero ¿cómo? Estoy en tratamiento —replico y él suspira.

Hoy está mucho más serio que nunca.

—El bebé sobrevivió con el tratamiento, parece tener ganas de estar aquí. Es prácticamente un milagro —dice y yo aún sigo en shock—. Pero debes saber algo, Claire, al estar embarazada tendremos que suspender el tratamiento hasta que tengas a tu bebé. Si decides tenerlo —advierte.

—Pero no lo puedo suspender. Mi enfermedad puede avanzar, yo no me quiero morir. Pero tampoco sería capaz de abortar —digo alterada.

—Tranquila —pone su mano en mi hombro.

—¿Cómo me pides eso? Ese tratamiento era la última probabilidad que me quedaba y lo tengo que suspender —le grito.

—Debes estar tranquila y escucharme —me cuesta respirar —Al finalizar tu embarazo podemos aplicarte una fuerte dosis del tratamiento, no todo está perdido —me dice y yo suspiro con lágrimas en los ojos.

—¿Mi familia lo sabe? —pregunto con miedo y él asiente—. Ezequiel, quiero verlo —digo.

Asiente y sale de la habitación.

A los pocos minutos entra Eze con un rostro de seriedad que me provoca miedo. Las pulsaciones de mi corazón van a mil por minuto.

—Ezequiel, yo... —empiezo, pero él me interrumpe.

—Me engañaste —derrama una lágrima.

—No lo veas así, escúchame, por favor —golpea la pared con rabia.

—¿¡Que no lo vea así!? —grita y las lágrimas comienzan a salir de mis ojos —Me ocultaste tu enfermedad, maldita sea y ahora estás embarazada —comienza a caminar de lado a lado.

—Cariño... —no me deja hablar.

—Por eso no querías que fuéramos al doctor, soy un idiota —yo niego con la cabeza—. ¿Cuándo pensabas decírmelo? —pregunta con decepción.

—Me acabo de enterar —le digo tratando de persuadirlo.

—No te hagas la desentendida, sabes muy bien de que hablo —me fulmina con la mirada y estoy hecha un mar de lágrimas.

—Yo te iba a decir, te lo juro, solo que tenía miedo —le digo llorando.

—Sabes lo importante que es para mí la lealtad y la confianza y no te importó, no confiaste en mí —dice dolido y derrama otra lágrima.

—Mi amor... —trato de decir, pero él vuelve a interrumpir.

—¡No me digas así! —grita—. No te podías embarazar y tampoco me lo dijiste —yo niego.

—No lo sabía, te lo juro. Nunca creí que fuera posible —le digo entre lágrimas y él arroja un florero que hay en la sala.

—No mientas más, di la verdad —se agarra la cabeza.

—No estoy mintiendo... Te amo —se acerca a mí y toma mi brazo, sus ojos parece que botaran fuego.

—Si me amaras nunca me hubieras ocultado tu enfermedad y yo que confiaba en ti, que mal estaba —escupe con rabia y me suelta con asco.

—Ezequiel, por favor —no me mira.

—Desde hoy dejas de ser mi novia, no soporto estar con alguien que engaña como tú —dice con la mandíbula apretada y mi corazón se parte en dos.

—Por favor, no me dejes. Ezequiel, por favor —lloro y me quito todos los cables que me conectan con el equipo médico.

Me pongo de pie y tomo su mano.

— ¡No me toques! —me grita y doy un paso hacia atrás.

— No me dejes. Perdóname, por favor —le suplico.

— ¿Cómo quieres que haga eso? Si por tu engaño mi hijo corre peligro... y tú también… ¿cómo pudiste quedarte callada sabiendo lo doloroso que es este tema para mí? —su rostro refleja dolor.

— No te vayas... —toma el pomo de la puerta.

— No confiaste en mí. Esto se acabó, lo único que nos une es ese bebé —dice y sale de la habitación dejándome devastada y sola.

— Ezequiel, ¡vuelve, por favor! —grito y siento una punzada en mi vientre.

Alejando entra a la habitación y palidece. Miro mi entrepierna y estoy sangrando, comienzo a asustarme. Alejando llama a unas personas y todo se vuelve negro.

***

Escucho voces y abro los ojos lentamente. El dolor de cabeza no es tan intenso como antes. Veo a Alejandro y una señora que no conozco.

—¿Mi bebé? — pregunto preocupada y pausadamente.

—Soy Laura Mendoza, ginecobstetra. Tu bebé está bien, tuviste una amenaza de aborto. Debes entender que tu embarazo es de alto riesgo. Tienes que estar lo más tranquila posible y tomar reposo por varios días —advierte y suspiro de alivio al saber que mi bebé está bien.

—Esos días de reposo los pasarás aquí. Debemos asegurarnos que estarás bien, ahora trata de descansar —suelto una lágrima.

—Eso es imposible —respondo al borde de las lágrimas.

—Trata de descansar —repite—. Hazlo por tu bebé, es lo mejor que puedes hacer ahora —aconseja Alejandro y salen de la habitación dejándome sola.

Me siento destrozada, lo que no quería que pasara, está pasando; Ezequiel me odia y no me quiere ver. Siento que mi mundo se vino abajo en unos segundos.

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