My Last Sigh romance Capítulo 31

Siento caricias en mi cabeza y abro los ojos lentamente acostumbrándome a la luz. Veo que es mi mamá la portadora de las caricias; se da cuenta que estoy despierta y sonríe.

—Buenos días, mi amor, ¿cómo te sientes? —pregunta cariñosa.

—Cansada y un poco débil —respondo y me siento en la cama.

La puerta se abre y entra una enfermera con el desayuno. Nos desea buen día y se va. Miro la desabrida comida de hospital y la alejo de mí con una mueca de desagrado.

—A ver, tienes que comer —me advierte mi mama y yo la miro a los ojos.

—No tengo hambre —digo y me cruzo de brazos.

—No seas payasa, Claire y come —me regaña y ruedo los ojos.

—No quiero, dije que no tengo hambre, mamá —repito y ella suspira.

—Hazlo por tu hijo, ayúdalo. Se nota que quiere venir al mundo y tú no te das cuenta. Por favor no actúes como una niña y piensa en ese bebé que está luchando por sobrevivir, ya no te cuidas tu sola —me regaña.

Tocó mi vientre y siento un nudo en la garganta.

Odio estar tan sensible.

—Está bien, pásame la cuchara, por favor —respondo tenue y ella sonríe victoriosa.

Comienzo a comer y tenía razón, esta comida es desagradable. Casi la devuelvo, pero me contengo pensando en mi hijo. Al ver que termino esa horrible comida mi mamá sonríe.

—Así me gusta, cariño, voy a llevar esto, ya regreso —besa mi cabeza y sale de la habitación con la bandeja del desayuno.

Comienzo a recordar todo lo que pasó ayer y derramo lágrimas. Toco mi vientre.

—Perdóname, bebé, no te he sabido cuidar, ayer casi te me mueres. Te prometo que haré todo lo posible por estar tranquila para que tú estés bien —miro mi vientre.

Necesito hablar con Ezequiel, explicarle porque no le conté la verdad, al menos debo volver a intentarlo, me tiene que escuchar. Tocan la puerta y por ella entran mis amigos.

—Violet del socorro, casi me matas del susto, niña —dice Isaac mientras me abraza y yo sonrío.

—Estoy bien, ricitos, tranquilo —digo y él hace una mueca.

—Nos enteramos que seremos tíos —chilla Marina con emoción y yo asiento.

—Exacto, estoy embarazada —les informo con una sonrisa.

Ellos me felicitan y comienzan a hablar cosas sobre el bebé.

—Voy a ser la tía más consentidora del mundo —dice Nora con emoción.

—Eso no lo dudo, mi vida —le dice Felipe y besa su mejilla, ella se sonroja.

—Eso lo veremos, Nora, ese bebé va a amar a su tío Isaac, lo voy a consentir muchísimo —yo sonrío.

—Ya entendí. Todos van a ser unos tíos consentidores y yo también lo seré con el bebé de mi hermana —hago una pausa—, por cierto, ¿ella sabe que estoy aquí? —pregunto e Isaac niega.

—Decidimos no decirle para que pueda disfrutar de su luna de miel —responde y yo asiento.

—Es lo mejor.

Seguimos hablando de todo un poco y me hacen reír. Con ellos me distraigo mucho, pero llega su hora de irse, solo Nora y Marina se quedan conmigo.

—Amiga, vimos que Ezequiel salió muy afectado de aquí y tú tuviste una amenaza de aborto, ¿qué pasó? —Marina va al grano y yo suspiro triste.

—Se enteró —digo y un nudo se forma en mi garganta.

—Ezequiel llamó a mi mamá y dijo que se iba de viaje por un tiempo —nos cuenta Nora y derramo una lágrima.

—No se puede ir sin antes escucharme —me altero.

La máquina que registra los latidos de mi corazón comienza a pitar.

—Oye, tranquila —me regaña Marina y mi respiración se vuelve irregular.

—Nora, no dejes que se vaya, por favor —le suplico y ella asiente.

—Haré lo que pueda, pero cuando a mi hermano se le mete algo en la cabeza es difícil hacerlo entrar en razón, Claire. Lamento decirlo, pero te lo advertí —comienzo a llorar y Marina mira mal a Nora.

Marina me abraza y comienza a decirme cosas tranquilizantes. Como cuando éramos unas niñas y una de las dos se caía, la otra trataba de animarla, y aunque que pasen los años sigue funcionando. Hace que me tranquilice y deje de llorar.

Pasan las horas y Nora se va, pero Marina se queda conmigo. La enfermera vuelve a entrar con la cena y yo frunzo el ceño. Me trajeron pasta, pero más que eso parecen lombrices mojadas.

—No la veas así, tienes que comer —advierte Marina y me rehúso.

—Ni loca me como eso —le digo señalando mi comida.

Ella mira la comida y hace una mueca de asco.

—Tienes que comer y no podemos devolver la comida —me dice mi amiga.

—Cómetela tú —la reto, ella niega rápidamente con espanto y me rio—, ¿Ves? Yo no me voy a comer esa cosa —niego y ella se ríe.

Hecha la comida en una bolsa y me compra comida de afuera. Me la da a escondidas y gustosa la recibo. Luego de eso, nos quedamos hablando hasta que un cansancio llega a mi cuerpo y caigo dormida en unos pocos segundos.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: My Last Sigh