My Last Sigh romance Capítulo 35

Llegamos y mi hermano me ayuda a bajar la maleta.

—Pensé que no volveríamos tan pronto —dice Felipe.

Nora llega a su lado abrazándolo por la cintura y apoyando su cabeza en el hombro de su novio.

—En este lugar fue que nos enamoramos —dice, Felipe le sonríe y la besa.

—Ustedes se enamoraron desde el momento en que se vieron por primera vez, aunque lo quieran negar —digo rodando los ojos divertida.

—Ya lo oyeron, si la futura mamá número dos lo dice, es porque es verdad —dice mi hermana y yo sonrío.

—Bueno ya, no entiendo que hacemos aquí mirando la casa como idiotas, nos vamos a insolar —se queja Marina.

—La pelinegra tiene razón, muy pronto vamos a quemarnos si nos quedamos aquí. El sol está muy fuerte —argumenta Dom.

—¿Qué esperaban? Estamos en Cancún, perras —dice mi hermano haciéndose la diva y entra a la casa.

—¡Nadie es más diva que yo! —le grita Felipe y corre tras él.

—Oh sí perras, yo soy más diva que ustedes dos —Dominick les sigue el juego y camina dentro de la casa, yo los miro divertida.

—¡Y vas a ser una diva con el ojo morado si no vienes a ayudar a tu esposa! —le grita Hazel.

Dominick regresa de inmediato, todos reímos.

Al entrar a la casa, cada uno se va al cuarto que le corresponde. Cuando estoy en la habitación, me entra un sentimiento de nostalgia y antes de ponerme a llorar como magdalena, me voy al baño para darme una ducha. Al salir, me pongo un vestido de baño negro, un short de jean y un buzo con rayas de colores. Peino mi cabello y bajo las escaleras. Al estar abajo, me encuentro con esos ojos turquesa que me vuelven loca.

—Hola —me saluda sonriendo con pena y yo lo miro seria.

—¿Qué hace él aquí? —le pregunto a Marina que fue la que organizó el viaje.

—Perdóname, amiga, no te lo dije antes porque sabía que te negarías a venir —la miro mal, ella sabe que no lo quiero ver y hace esto. La voy a matar.

—Yo le pedí que no te dijera, necesitamos hablar, Claire —me informa Ezequiel y yo lo miro incrédula.

—Ahora sí quieres hablar. Pero yo no quiero hablar contigo, fíjate —lo reto con la mirada.

—¿Podrías escucharme? —pregunta y yo suspiro.

—¿Así como tu me escuchaste a mí? No te importó nada de lo que te iba a decir. Es ridículo que ahora quieras que yo te escuche a ti, cuando tu no lo hiciste conmigo —digo reteniendo las lágrimas y Ezequiel baja la mirada.

—Fui un idiota, lo siento —se nota que está arrepentido.

—Más que eso —susurra Marina como si estornudara.

—Pero tengo que explicarte las cosas. Ambos tenemos que escucharnos. Si no lo quieres hacer por nosotros hazlo por nuestros hijos —dice y yo suspiro con pesadez.

Golpe bajo. Yo no soy como él.

—Esta bien, pero lo hago por los bebés y también para enseñarte que no soy como tú, yo sí sé escuchar a las personas, aunque me hayan lastimado como nunca nadie lo ha hecho —digo fríamente y él me mira arrepentido.

Camino fuera de la casa, el me sigue y vamos a la orilla del mar, me siento y cruzo mis piernas como indio, él se sienta a mi lado. Me concentro en mirar el mar y comienzo a hablar.

—Te pido perdón nuevamente por haberte ocultado mi enfermedad, yo no sabía que no podía quedar embarazada. Ni siquiera pensé que fuera posible —un nudo se me forma en la garganta, siento su mirada puesta en mí—. Yo estaba dispuesta a contarte todo sobre mi enfermedad, pero ese día tú me contaste sobre la muerte de tu papá y me retracté por miedo a que me dejaras y precisamente eso fue lo que pasó. Me dejaste cuando más te necesitaba. Y para rematar, me engañas cuando jurabas "amarme".

Derramo una lágrima y él se pone frente a mí, toma mis manos.

—Perdóname, he sido un completo idiota. Ahora entiendo que no me hayas dicho sobre tu enfermedad. Pero cuando yo me enteré que me ocultaste algo tan importante sentí que no me tenías confianza, me sentí engañado y más que todo dolido, porque te amo —dice y yo me suelto de su agarre.

—Si me amaras no te hubieras acostado con esa mujer —lo acuso mientras lo fulmino con la mirada.

—Y no lo hice, yo no me acosté con ella. Esa chica tiene 17 años, y es la hija de uno de mis socios. Me pidió que la cuidara mientras ellos salían de viaje, no tenían quien se quedara con ella —dice con arrepentimiento.

Lo miro a los ojos y no sé por qué, pero una parte de mí decide creerle.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: My Last Sigh