October full moon romance Capítulo 11

Konan me tomó de la cintura de manera brusca y me aprisionó a la pared, acorralándome. No entendía bien qué era lo que estaba pasando ni porqué Konan me besaba si apenas nos conocíamos. Empecé a sentir algo en el pecho, como una cosa extraña que bajaba y subía de mi garganta. Sentí algo en mi estómago también, sentí que lo necesitaba. Llevé mis manos a detrás de su cuello y lo tomé su pelo. Él llevó sus labios a mi cuello, besándome:

—Te quiero comer —susurró a lo bajo, fue un susurro que me dio escalofríos.

—Konan —me quise separar, pero él no me dejó— Konan, ya basta.

Ahora sí me miró.

—¿Qué pasa?

Tragué grueso, mis labios se sentían palpitantes, demasiado deseosos por volver a besarlo. Dios, era una sensación completamente extraña que nunca había vivido. Jamás. Con nadie.

—Que no está bien lo que hacemos. —me crucé de brazos, separándome más.

Konan suspiró.

—No pudiste evitarlo, ¿verdad? Sentiste cosas cuando te besé —se acercó más— Cosas en tu estómago, en tu pecho. —me decía exactamente lo que había sentido. Y no lo entendía.

—¿Cómo sabes eso? —fruncí el ceño viéndolo con un poco de desconfianza.

—Porque yo también lo sentí —acarició mi mejilla, sentí un cosquilleo en esa parte.

—¿De que hablas?

—Hablo de que no podemos evitar lo que sentimos, Liliana Stone, aunque evitemos pensar en un nosotros el destino así lo quiso, sé que... —empezó a decir, pero en eso se escuchó un lobo aullar a lo lejos. Eso me hizo ponerme en alerta y todos mis músculos se tensaron.

—Diablos, otra vez esos lobos —murmuré entre dientes.

Konan me vio.

—¿Te asustan? —fue lo que preguntó.

—Por supuesto —respondí—Esas bestias son asesinos.

—¿Cómo estás tan segura?

Sus ojos estaban negros, más de lo normal, me pareció bastante extraño.

—Solo lo supuse.

—No supongas cosas que no sabes. Me tengo que ir —Konan se dirigió a mi ventana y la abrió, el aire frío se coló a mi habitación.

—¿Bajarás por ahí? —me acerqué— Es muy alto.

—No tanto. Te veré mañana, Stone —Konan se lanzó hacia el vacío. Me apresuré a ver por la ventana, estaba muy alto y quizás hasta se fracturó. Pero en el suelo, Konan estaba de pie y siguió su camino al bosque como si nada. Fruncí el ceño porque era muy alto, pero lo que más me sorprendió era que se fue por el bosque sabiendo que habían lobos salvajes por ahí.

Cerré la ventana porque hacía mucho frío y me senté de nuevo en mi escritorio. Borré todo el borrador que tenía de una historia y empecé otra: se llamaría El país de Octubre.

Un ruido bastante molesto proveniente de mi despertador hace que abra mis ojos de inmediato. Bostecé, sintiéndome con ánimos de levantarme. Siempre que dormía temprano amanecía bien. Era sábado así que no había preparatoria. Cosa que agradecí. Me puse de pie y bajé a hacer mi desayuno, no sabía si Lara estaría acá ya pero no dejaría que ella lo hiciera ya que siempre venía cansada de su trabajo.

Saqué mantequilla, mortadella y queso amarillo del refrigerador. Busqué el pan y empecé a untarlo de mantequilla, cuando había hecho cinco de cada una puse una sartén en la cocina y los tosté un poco. Cuando estaban todos los panes tostados les puse la mortadella y el queso. Había hecho solo cinco para mi y cinco para Lara. Guardé los cinco de Lara en una olla vacía y los tapé. Puse agua a hervir para hacer café; hacía frío y tenía ganas de tomarlo, no era muy al café pero hoy sí tenía ganas.

Cuando hice el café, tomé mis panes y salí a la sala, encendí la televisión, tomé el control y me quedé sentada en el sofá mirando algún programa interesante. Tenía mucha hambre, así que empecé a comer de mis ricos panes y a tomar café por momentos. Estaban deliciosos.

En el televisor presentaban una película de alguna caricatura divertida. Me sentía diferente hoy, me sentía bien estando sola. No quería que nada ni nadie afectara mi estabilidad mental del día de hoy.

—¡Buenos días, Liliana! —mi hermana baja las escaleras lista ya.

—¿A donde vas? —quise saber frunciendo el ceño.

—Bueno, empezaré mis días de trabajo por el día ya. Anoche vine a las 12 de la noche pero no te diste cuenta porque estabas muy dormida.

—¿Entonces ya no tendrás que ir de noche?

—No por ahora.

—Te dejé el desayuno en una olla. También hice café.

—¿De verdad? —Lara se adentró a la cocina, solo tardó como un minuto en volver con un plato con sus panes y una taza de café en su otra mano—Se ve delicioso —ella se sienta a la par mía—Suerte que tengo un tiempo para desayunar tranquila.

—Al menos ya no estaré sola en la noche. Me muero del aburrimiento —admití.

—¿Qué hay de AmDeli?

—Ella no estará conmigo todo el tiempo —le di una mirada rápida— Solo en la preparatoria nos vemos.

—Necesitas salir, Lev, sal a fiestas, diviértete.

—Ahora menos. Con eso de que anda un asesino cerca...

—Ni me lo digas —tomó de su café— ¿has sabido algo más de eso?

—No.

Recordé a Konan ayer en mi cuarto, su beso. ¿Por qué me besaría? No lo entendía. ¿Será que le gusto?

—Tienes que tener mucho cuidado. Sin embargo ese chico Konan se vio muy caballeroso al ayudarnos ayer.

Eso me hizo recordar algo.

—Lara, el oficial puede venir hoy con la orden para revisar la casa pero tú no estarás.

—Pero al menos ya no tenemos nada que nos pueda relacionar con ese repartidor. Eso me tranquiliza un poco. ¿Crees que no lo había pensado?

El timbre es tocado.

—Oh, ya llegó.

—¿Quién?

—Bueno, sabía que pasaría eso del oficial y no me gustaría que te quedaras sola así que le he pedido de favor a alguien que se quede a acompañarte el día de hoy. Mientras pasa lo de revisar la casa o así.

—¿De quién hablas? —dudé un poco. No tenía ni idea de a quién le podría haber dicho. No conocía a nadie de por aquí como para que ella me traiga a un desconocido.

Lara se apresuró a abrir la puerta y de ella apareció la última persona que planeaba ver aquí. Y peor, quien según Lara tendrá que pasar todo el día conmigo.

No puede ser.

—Konan.

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