Rowan.
Si íbamos un poco más lento gritaría de frustración.
El auto que tuve que tomar junto a otros guardias era una basura con ruedas que no podía superar los cien kilómetros por hora. En consecuencia, mi Alfa se había adelantado desde hace varios kilómetros.
Sabía que estaba siendo un poco dramático ya que en realidad a lo mucho llegaríamos unos cinco o diez minutos detrás de ellos, pero aun así estaba frustrado.
Además me sentía incómodo sin saber la información que el Beta Edson le estaba pasando a mi Alfa mientras yo trataba de seguirles el ritmo.
Por fortuna, habíamos llegado por fin al camino de entrada de la manada. Nunca, en mis veintitrés años de vida me había alegrado tanto por ver una puerta destrozada.
Detuve abruptamente el auto.
-¡Listos para cualquier situación de m****a, lobos!
Bajé del auto y fui abordado casi inmediatamente por una mujer pequeña que tomaba mi mano. Arqueé una ceja en su dirección.
Parecía estar desesperada. Olfateé discretamente: Humana. ¿Qué hacía una humana en las puertas del territorio?
-Soy la hermana de Bastian Crow y necesito ayuda, por favor.
Eso… m****a, ¿Qué hacía la hermana humana de Bastian aquí?
-¿Qué sucede?
-Necesito que me acompañes a un lugar, quizá de esto dependan la vida de todos los Alfas.
No parecía estar jugando, así que asentí y la seguí a donde sea que me estaba guiando.
Giré mi cabeza para indicarles a los lobos que buscaran a nuestro Alfa y ellos corrieron hacia adelante, no fue el caso de una loba que me miraba con curiosidad y determinación. Comenzó a seguirnos.
Pasamos varias casas y edificios hasta llegar a loque antes había sido la Casa de la manada.
-¿Qué sucedió? – Murmuró la humana en voz baja.
-Múltiples ataques en los últimos meses. La manada no resistió. -Dije encogiéndome de hombros.
Entonces me detuve abruptamente al escuchar el rugido de mi Alfa retumbar por los escombros.
-Vamos, por favor, no te detengas. – Dijo la chica volviendo a jalarme.
En contra de mi instinto, seguí a la humana.
Siguió un viejo sendero detrás de la casa de la manada hasta una pequeña cueva. Me soltó el brazo por fin y comenzó a buscar por los alrededores.
-¿Qué buscas?
-No lo sé. – Dijo distraída. -Mis instrucciones llegaban hasta aquí.
Yo miré alrededor y luego me di la vuelta dispuesto a ir con Bastian.
-¡Si! – Exclamo a mi espalda y yo giré la cabeza para verla comenzar a tirar de lo que parecía un cable.
Miré a la loba que nos había acompañado en silencio y ella solo negó con la cabeza.
La humana siguió el cable y nosotros a ella; el cable iba de regreso a la manada pero por la zona en donde antes se encontraban las viviendas. Ella siguió tirando hasta que llegamos a una gran pila de escombros.
-Aquí. – Dijo dejando de tirar del cable. -Necesito que me ayudes a quitar los escombros para ver lo que sea que esté aquí abajo.
La miré escéptico pero ella estaba ocupada comenzando a remover los escombros más pequeños.
Suspiré y comencé a ayudarle. La otra loba también lo hizo y entre los tres en poco tiempo pudimos quitar gran parte de los escombros.
-¿Qué es esto? – Preguntó la loba encontrando el otro extremo del cable.
-Lo seguiré, ustedes por favor terminen de quitar los escombros. – Dijo la humana comenzando a alejarse siguiendo el cable.
Conforme sacábamos los escombros, algo comenzó a picar en mi nariz. Era un olor extraño, como si se tratara de gasolina diluida con algo más.
Me detuve cuando vi una caja negra de aspecto sospechoso desde donde el cable tenía una entrada y una salida. Lo tomé con cuidado y lo giré para ver todos los extremos.
Me quedé blanco cuando vi un contador con grandes números rojos.
-¡El cable lleva a al menos otros tres montículos! – Dijo la humana regresando. - ¿Encontraron algo?
No llegó muy lejos cuando tropezó y cayó al suelo jalando con fuerza el cable.
Entonces la cuenta regresiva comenzó.
La loba, que se había acercado para ver más de cerca lo que sostenía en las manos comenzó a chillar histéricamente.
Joder.
Seguí con la mirada la dirección y abrí os ojos al ver que estaba justo a un par de metros de donde Rose y un macho se encontraban batiéndose a duelo.
Busqué frenéticamente con la mirada hasta encontrar a mi Alfa. Bajé al suelo lentamente la bomba con el contador que marcaba cinco minutos y luego me transformé en lobo.
Aullé mi mensaje para Bastian y me quedé lo suficiente como para ver a Bastian corriendo hacia la pila de escombros con el Beta Edson pisándole los talones.
El resto de los lobos comenzaron a dar pasos inseguros y cuidadosos hacia atrás.
Me transformé y tomé la bomba rezando poder alejarme lo suficiente del lugar. Para cuando legué de mi loca carrera a muerte al automóvil, me quedaban dos minutos exactos. No perdí tiempo en ponerme el cinturón. Simplemente dejé en el asiento contiguo la caja negra y giré en “U” para luego pisar a fondo.
Este vehículo era mucho mejor que el que había manejado en mi camino hacia aquí. Casi lloro de alivio cuando la cosa pudo llegar a los ciento ochenta kilómetros por hora.
Estaba aterrado. Yo no era un lobo suicida, pero no podía pensar en otra cosa que seguir manejando lo más lejos posible de la manada. Tenía… treinta segundos para pensar en un mejor plan que morir en este auto.
Dicen que cuando estás a punto de ver la luz pasa tu vida frente a tus ojos; suponía que era cierto ya que tuve un breve recuerdo de mi madre y mi padre jugando conmigo en el pequeño parque detrás de nuestra casa.
Quince segundos.
Otro recuerdo de mí pescando tranquilamente en un lago cuando un lobo un poco más grande que yo se sentó junto a mí y se presentó como Bastian Crow.
-Necesito un Beta y creo que serías perfecto para el puesto.
-Lo siento, no sé nada sobre ser Beta. Además, no te conozco. – Dije desinteresadamente. Yo no volvería a una manada para que me volvieran a quitar un nuevo hogar.
-No lo haces. – Dijo pensativamente. – Regresaré aquí todos los días hasta que aceptes.
Y lo hizo por dos largas semanas. Me rendí ante su insistencia y desde entonces he encontrado una paz que no sabía que necesitaba.
Si, los últimos años con Bastian habían sido movidos, pero el resto del tiempo yo había sido un lobo de manada feliz.
Abrí de golpe la puerta y me lancé en el último segundo rezando porque el auto no disminuyera la velocidad esos preciosos segundos que tenía de ventaja.
Caí con fuerza sobre el asfalto y comencé a sangrar por diversos lugares, pero me transformé en lobo y comencé a correr en dirección contraria.
La explosión fue tan fuerte que las ondas levantaron mis patas del suelo y me arrojaron con fuerza contra un árbol.
Mis oídos estaban reventados. Eso fue lo último que pensé antes de que todo se volviera negro.
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