Jeremías
Salgo de casa sin mirar atrás, no quiero pensar realmente en la verdadera razón por la que le di un auto a mi mujer o como me hizo sentir verla cuidar con tanto amor de mis niños. En especial de Lucía que no puede esconder cuánta felicidad está sintiendo por tener a su nueva mamá.
Llego al hospital y me ocupo de todas las cosas que tengo pendientes, me digo que no debo involucrarme demasiado con esa mujer o que debería ir a tomar unas cosas con alguien más porque quizás la abstinencia sexual está haciendo que comience a sentirme atraído por ella.
Qué más da si ese vestido le quedaba bien, qué demonios me importa si la mayoría de los médicos de este hospital notaran la curva de su cadera bajo dicho vestido. Mi móvil suena mientras estoy aún checando algunos documentos y contesto sin realmente mirar, así que me arrepiento casi al instante cuando escucho la voz de mi madre.
—Jeremías, estoy en el café frente al hospital, sabes que no me gusta ir allí, así que ven aquí ahora mismo.
—Madre, no tengo tiempo para…
—¡Ven aquí ahora mismo y trae a esa mujer aquí también — me exige — tengo varias cosas que decirles a los dos!
Maldigo cuando corta la llamada, me digo que no tengo más remedio que ir y que después de todo es mejor simplemente ir a escucharla y marcharnos que esperar a que mi madre aparezca en mi casa para hacer un escándalo.
Salgo de la oficina un momento después, le pido a mi asistente quedarse al pendiente de quien sea que me necesite y subo al elevador para ir con mi esposa. Quiero hablar con Lizbeth sobre lo que dijo del doctor, también me cuestiono seriamente si tiene razón y sinceramente me parece muy extraño que ella sacara a Lucas de la consulta.
Siempre he creído realmente que mi hijo se iba de las consultas porque no quería estar ahí, pero si mi mujer se lo llevó debería indagar un poco más. El elevador se abre y dos enfermeras entran, ambas me saludan antes de volver a su conversación.
—La nueva chica que contrataron en psicología — murmura una de las dos enfermeras llamando mi atención — cuestionó al doctor Louis — bufa — esa pobre chica no sabe dónde se metió, está en problemas, hoy incluso la mandó a limpiar su despacho.
—¡Dios, ese hombre es el peor! — comenta la otra chica en voz aún más baja — pero ella no debió cuestionarle cómo trata a sus pacientes, al doctor no le gusta que siquiera sugieran ir por otro diagnóstico antes de comenzar un tratamiento.
Las puertas del elevador se abren, veo a las dos mujeres salir del elevador con prisas y hago lo mismo aún más curioso con respecto al doctor de mi hijo. Mi tío dijo que era de los mejores, yo personalmente vi su currículo antes de convertirlo en el doctor de mi hijo.
—Señor Mark — la enfermera tras el mostrador del área de psicología me saluda con prisas — ¿Qué le trae por aquí?
—Necesito ver a la nueva pasante del doctor Lois, ¿Está ocupada?
—Oh, no en realidad…
Unos pasos apresurados se detienen a mi espalda, me doy la vuelta para encontrar a mi esposa jadeante con dos bolsas de café colgando de sus brazos. Puedo ver algo de sudor en su frente y esto me cabrea todavía más.
—¿Qué hace?
—Señor Mark — ella carraspea — fui por unos cafés para…
—¿Es esa su ocupación ahora?
Estoy realmente enfadado con esto, ella no sabe responderme, así que simplemente arranco las bolsas de sus manos y las dejo sobre la mesa de la asistente. Camino rápidamente con mi mujer tomada del brazo dentro de la consulta del doctor y este salta de su silla cuando me ve.
—Señor Mark que lo…
—¿Acaso un médico necesita ir por café para su jefe? — cuestiono — una estudiante que está aquí para practicar su especialidad, no está para traerle café u organizar su oficina.
—Señor, no sé qué le dijo esta chica, pero yo no…
—Ella no me dijo nada, acabo de verla correr hasta aquí para traerte un café, también escuché a las enfermeras hablar y me parece que está sobrepasando sus límites — miro al hombre con firmeza — no quiero que nada de esto vuelva a pasar, ahora si me disculpa necesito llevarme a la chica conmigo para hablar de algunas cosas.
Mi mujer no tiene tiempo de decirme una palabra hasta que estamos en el ascensor y cuando sus ojos se mueven a nuestras manos unidas me empuja para soltarse con enfado.
—He escuchado cosas — dice sin ningún tipo de problema — y esta mujer que antes me parecía inapropiada ahora es simplemente inaceptable para mí.
—¿Disculpe?
—¡Ella es una fracasada, además escuché que le hizo pasar una terrible situación a su ex prometido! —me explica—¡incluso lo calumnio!
—Eso es mentira — responde Lizbeth — fui engañada y nunca he calumniado a nadie, no sé quién le dijo…
—¿Es mentira que corriste del altar delante de todos? — le cuestiona — ¿Es mentira que echaste a la basura tu carrera como cirujana? — la señala — ¿Es mentira que te tomaste un año para conseguir una nueva especialidad?, o ¿Qué tenías una deuda con la familia de tu ex que mi probablemente pagó?
Mi mujer se mantiene en silencio, el dolor que se refleja en su mirada me desagrada y mira a mi madre sin poder seguir escuchándola decir todas estas cosas.
—Sé todo eso madre, no me importa — le respondo — y tú tampoco debes escuchar chismes, de extraños te dije que no juzgues a las personas.
—No son chismes, ella no puede negarlos y fue tu tío quien me informo del tipo de mujer que es esta señorita — responde mi madre — ¿Jeremías que estás haciendo con tu vida? — me cuestiona — no pienso dejar a mis nietos en manos de esta mujer.
—No puedo creer que mi tío fuera capaz de investigar a mi esposa — le respondo — lo voy a decir una última vez, ella es mi mujer, no voy a divorciarme y quiero que todo se mantengan al margen de esto — me pongo en pie — ahora, ocúpate de tu vida, yo me ocuparé de mí hijos, madre.
Mi mujer se pone en pie, rodeo la mesa para marcharme, pero Lizbeth se detiene a medio camino y regresa donde aún permanece mi madre. Trato de alejarla, pero ella se resiste alzando una mano en mi dirección.
—Mire señora, usted tampoco me agrada, pero yo no voy por ahí, escuchando chismes o hablando de cosas que no conozco sobre usted — afirma — si perdí mi carrera una vez, si tarde casi un año en encontrar la fuerza para seguir adelante, pero eso no es algo malo porque estoy aquí, haciendo lo mejor que puedo y no como usted que no tiene nada mejor que hacer que hablar de los demás.
—¡Serás insolente! — grita mi madre — como te atreves a hablarme así.
—Como se atreve usted a hablar de mí o mi vida, no vuelva a hacerlo porque si lo hace voy a ser el tipo de mujer que me está acusando y no va a gustarle.
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