Lucía
Mi vecino luce realmente estresado después de sus últimas palabras, me quedo en silencio mientras tomamos el resto de nuestras bebidas. Su hija se acerca después de un rato con mi perro, puedo ver la tensión en mi vecino y no puedo evitar sonreír, él carraspea relajando su cuerpo con visible fuerza.
—¿Papi, puedo jugar fuera en el jardín?
—Debería pedirle el permiso a la dueña de este lugar — sonrío — no es mi casa.
La niña me mira, asiento, antes de verla correr emocionada lejos del invernadero y cuando su padre se queda completamente solo conmigo, una vez más la incomodidad vuelve. Carraspeo mirando el agua que cae de la fuente más allá de nosotros.
—¿Cuándo comenzó a fotografía?
—En secundaria — responde — ¿Cuándo comenzó a pintar?
—Pintar desde los dos — sonrío — comenzar a tomarlo en serio a partir de los doce, cuando mi padre me llevó a una academia.
—¿Los doce?
—Estuve un tiempo complicado en la infancia — le digo — pero ya le conté bastante de eso, ¿verdad?
—Pues sí — suspira — no he visto sus obras, pero estoy segura de que es muy buena.
—La verdad es que sí lo soy — admito haciéndolo reír — también hago algo de fotografía, pero no soy tan buena como la pintura — suspiro distraídamente — ¿Por qué se hizo fotógrafo?
—Mi madre me obligó, al principio fue un fastidio, pero después de un par de años terminó gustándome.
—¿De verdad?
—Sí, créame, nunca pensé que seguiría en ello — sonríe distraídamente — pero poder conservar algo hermoso para siempre fue perfecto — señala las flores más allá de la fuente junto al cristal de la pared — Por ejemplo, ese lugar, estoy seguro de que con la luz de la mañana se vería maravilloso.
—La verdad es que este lugar es perfecto — respondo — paso la mayor parte del día aquí — sonrío — si quiere tomar fotos puede hacerlo — digo con sinceridad — pero solo usted, no quiero extraños o ayudantes en mi casa.
—No trabajo con nadie, mis exposiciones se demoran justamente por eso — le cuenta — todo el trabajo lo hago por mi cuenta en el tiempo que Amy me deja.
—Hablando de la niña — lo miro con curiosidad — ¿No podrá escuchar nunca más? O tiene solución.
—Aún no estamos seguros — responde con desgano — el doctor dijo que debemos esperar un poco más, quizás con el crecimiento la lesión mejore un treinta por ciento y podamos realizarle una operación, pero todo depende realmente del tiempo.
—Le prometo que solo veré los cuadros.
Roger sonríe antes de esperar que prenda la luz de la habitación, el lugar está algo oscuro así que abro también las cortinas y cuando veo las motas de polvo revolotear entre la luz me arrepiento. Paso una mano por mi cabeza antes de correr hacia uno de los cuadros.
—¡Oh, este lo hice hace unos años! — llamo su atención — es mi perro de cachorro en el jardín de mi hermano — sonrío — fue en mi cumpleaños, ellos prepararon una fiesta, pero yo solo me escapé a dibujar.
—Es realmente bonito — dice él tomando el cuadro — es una lástima que su perro no se quedara así de tierno.
—Welly es agradable — trato de defenderlo — y también es muy tierno, solo trataba de defenderme cuando lo mordió.
—No iba a hacerle daño — él me mira — puede que sea un poco tosco, pero no soy tan cruel.
—Ya veo que no — respondo sintiéndome una vez más extraña — en realidad usted me agrada mucho más ahora que hablamos.
—Usted también es mucho más encantadora de lo que pensaba — responde él — incluso podría llegar a replantearme lo de que es una huraña mal hablada.
Algo cambia entre los dos, él mueve sus ojos hacia mis labios y puedo notarlos ahí, así que los humedezco sin poder evitarlo. Algo bira entre los dos cuando noto que no pierde por un segundo ese movimiento y cuando él baja el cuadro que aún está en su mano algo dentro de mí dice que corra, pero no puedo moverme ni un instante porque en mi interior estoy pidiendo a gritos un beso o quizás mucho más que eso.
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