¡Papá compró una mamá psicóloga! romance Capítulo 26

Lizbeth

Después de que mi esposo le dijera al doctor Lois que Lucas no vendría a la consulta por un tiempo, la mirada de odio en sus ojos simplemente se volvió asesina. Traté de evitarlo todo lo que pude, así que ir a checar a dos pacientes de internamiento provisional me ayudaron un poco a evitarlo, aunque también fue bastante triste.

La mayoría de las personas en internamiento provisional están ahí por atentar contra su vida o por algún tipo de situación violenta que los hizo tener una crisis nerviosa. Las dos personas que fui a ver el día de hoy eran un señor de setenta años.

Una chica de apenas dieciocho. Traté de no pensar que ese pobre hombre que lloraba una y otra vez el nombre de su mujer me afectara, pero pensé que quizás, en unos años, mi madre estaría así.

La tristeza se mueve bajo mi piel mientras espero el correo con los datos de mi antiguo profesor de psicología, no quiero pensar en que en el futuro mi padre no resistirá, que las cosas se pondrán cada vez más difíciles para él o que mi madre perderá al amor de su vida.

Decido pedirle a mi esposo adelantarse con los niños al parque de atracciones cuando las cosas se demoran. Me callo el hecho de que mi tutor, el doctor Lois también me exigió dar un último chequeo a los pacientes antes de irme, pero una vez tengo todo en orden simplemente conduzco hacia el parque de atracciones.

Dejo la carpeta con los datos de mi profesor a un lado cuando llego al estacionamiento del parque. Bajo del auto lista para encontrarme con mi marido. Sus hijos sintiéndome un poco feliz, me miento diciendo que es por los niños.

Aunque en lo más profundo de mí sé que también me emociona verlo a él. He deseado eso por algún motivo desde hoy en la mañana, pero no pienso indagar mucho más Allá. Cuando los niños me ven corren en mi dirección, Cargo a Lucia antes de besar a Lucas e intento no mirar al hombre con las manos en sus bolsillos parado a unos metros de nosotros.

Por algún motivo me molesta ver a esas cuatro mujeres que cuchichean sin despegar la mirada de él. Camino con los niños hasta donde está y sonrío ampliamente antes de tomarlo del brazo.

—Lamento llegar tarde Cariño — digo lo suficientemente alto como para que esas mujeres me escuchen — ¿Esperaste mucho?

—No, acabamos de llegar, pero… — ladea la cabeza — que estás haciendo.

¡Sí, buena pregunta!

¡Qué estoy haciendo!

Me aparto de él como si se quemara, lo veo tomar a Lucas en brazos mientras yo mantengo a Lucía en los míos y no decimos una sola palabra más. Entramos al parque de diversiones y veo la noche caer mientras los niños corren de un lugar a otro subiendo a las atracciones. Una vez están en el carrusel por cuarta vez, Jeremías y yo tenemos un momento de descanso.

—¿Todo fue bien después de que me fui? — pregunta mi marido sin dejar de ver el carrusel — ¿Alguien cuchicheo o te hizo alguna cosa?

—No—comento prefiriendo evitar futuras complicaciones — en realidad todo estuvo más tranquilo — suspiro — de hecho, conseguí los datos de ese doctor que te comenté — le informo — mañana es mi día libre así que llevaré a los niños a algún sitio y quedé de verlo en un café cerca de la universidad — miro a mi esposo — ¿No te molesta verdad?

—No tienes que preguntarme siempre que quieras salir con los niños Lizbeth — dice él aun sin mirarme — estoy seguro de que puedo confiar en que los mantendrás a salvo.

—Bueno, sí, pero después de todo son tus hijos y yo…

—Tú eres su madre — me mira — al menos hasta que el contrato termine, así que puedes salir con ellos sin darme explicaciones, eso sí házmelo saber si planean llegar tarde a casa.

El tono en su voz me hace sentir una vez más ese hormiguear en mi pecho que no quiero explorar, me abrazo a mí misma cuando la brisa comienza a refrescar y mi marido me mira durante un segundo en el que el mundo parece detenerse.

Me replanteo las formas que tengo para escapar mientras espero en la fila, pero esa m*****a fila termina demasiado de prisa, así que antes de que pueda hacer alguna cosa estoy sentada en una de las amplias cabinas.Mientras Lucas y Lucía miran por el inmenso panel de cristal que crea la cúpula sobre nuestras cabezas, siento la sangre pitando en mis oídos. Mi marido está despreocupado en su móvil.

Me pregunto cómo puede siquiera moverse cuando estamos a punto de subir a demasiados metros del hermoso y seguro suelo. Una pequeña sirena suena, la cabina se mueve ligeramente y mientras Lucas grita de emoción por estar subiendo yo solo puedo aferrarme a Jeremías.

El miedo es tan intenso que entierro mi cabeza contra su pecho. Me aferro a uno de sus brazos con desesperación. Cierro mis ojos tan fuertes que duele y cuando el aire no llega a mis pulmones sé que estoy al borde de tener un ataque de pánico.

¡Porque me suceden estas cosas a mí!

Grito para mis adentros antes de encontrar la única solución para no caer en la locura. Muevo mis manos hasta el rostro del hombre confundido a mi lado. Me pienso realmente si debería hacer esto.

O si simplemente sigo temblando hasta que la media hora que dura este viaje termine, pero cuando la m*****a cabina se mueve por los saltos de los niños que siguen mirando por la ventana sé que no tengo salida…

¡Literalmente!

—No confundas las cosas

Es lo único que mi temblorosa voz puede decir antes de que coloque mi boca sobre sus labios, el miedo sigue controlándome, así que decido hacer algo más extremo y tirar ligeramente del labio de mi muy congelado esposo. La sangre palpita en mis oídos, mi corazón late desbocado.Cuando mi marido simplemente abre su boca para responder a mi beso, un mar de sensaciones aflora dentro de mi muy asustado cerebro.

Su lengua se mueve al interior de mi boca, su sabor sensual y masculino se encarga de hacerme desear mucho más de este contacto. Mis dedos se aferran a sus hombros un segundo antes de que me deje llevar por algo más que el miedo, por algo tan peligroso como el deseo de besarlo un poco más.

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