Roger
La mujer que sostiene la foto que le tomé a mi hija hace unos años me mira con su rostro sonrojado, sé que probablemente la botella de vino que nos hemos bebido hasta ahora puede ser la culpable de que esté siendo tan sincera, pero sin duda alguna algo dentro de mí vibra cuando ella me elogia con esa mirada de admiración.
—Amy es mi vida — respondo sin dejar de mirarla — haría todo por ella y créame, no lo hago por lucir bien, es solo que la amo más que a mi propia vida.
—Eso es tan bonito… — mi vecina suspira — siempre pensé que un día diría eso por mis hijos, pero como va pintando la cosa — arruga su nariz con una pequeña sonrisa — creo que solo lo escucharé de los demás.
Ella bebe de su copa mientras deja la fotografía donde la tomó, mira por los estantes para tomar otra imagen y la observo examinar la imagen del jardín de la casa de mi madre. Me mantengo a su lado mientras ella mira alrededor con curiosidad. Le explico cada momento e historia de las fotografías que va levantando al azar y me doy cuenta de que tengo realmente muchos recuerdos almacenados aquí.
—¿Qué hay ahí?
Ella señala una caja de color blanco en uno de los estantes, realmente no sé qué es, pero supongo que son algunas fotografías que traje de casa, quizás los álbumes familiares o algo por el estilo.
—Realmente no lo sé — respondo — seguro, fotos de Amy, suelo tomarle fotos al menos una vez al mes, ella es mi modelo favorita.
—¡De verdad! — la chica frente a mí suena emocionada — ¡Podría verlas!
—Sí, por supuesto.
Ella aplaude, deja la copa de vino en mi mesa, pero cuando intenta volver hacia donde soy su pierna tropieza con alguna arruga en la alfombra y dejo caer la caja en mis manos para evitar que ella se golpee, mi cuerpo revela con alguna de las cosas que han caído de la caja haciendo que la lleve conmigo hacia el suelo. Trato de que no se golpee abrazándola con mis manos, pero su boca cae directamente sobre la mía, cuando caemos al suelo.
Ella abre los ojos, me mira de una forma extraña y debería alejarme, pero no soy capaz, algo dentro de mí toma el control. Mi mano se mueve hacia el centro de su espalda y cierro mis ojos besándola. La mujer sobre mí tarda un minuto en reaccionar, pero sus dedos se aferran a los hombros de mi camisa mientras su lengua tímida juguetea con la mía.
Exploro una vez más el interior de sus labios, el sabor mixto del vino se mezcla con nuestro beso y siento que el fuego quema lentamente cada nervio de mi cuerpo. La sangre arde mientras hago el beso más profundo y sé que está mal hacer esto, comprendo que es un completo error dejarme llevar, pero ella es demasiado hermosa, demasiado dulce, demasiado encantadora para mi autocontrol.
Me incorporo sobre el suelo llevándola conmigo. Acaricio su cabello mientras mi respiración se acelera al ritmo de mi corazón acelerado y cuando beso delicadamente su garganta sé que ese aroma floral es completamente suyo. Ella jadea mientras besa mi piel también con necesidad. Sus labios acarician mi garganta antes de morderla tímidamente y quiero ir mucho más allá.
Quiero explorar cada parte de su cuerpo y hacerla mía, quiero grabar la imagen de su belleza para siempre en mi cuerpo, pero una pequeña voz en mi cabeza me recuerda que ella es más inocente de lo que puedo resistir, que es alguien que merece mucho más que un par de noches y yo no puedo ofrecerle absolutamente nada porque mi vida es un desastre.
—¿Es ella la mamá de Amy? — mi vecina me mira — realmente se ven bonitas, se parece mucho a…
—No hablemos de esto — respondo antes de cerrar con prisas el álbum — no sé qué hace esa foto ahí, pero no debería estarlo — miro a mi vecina — y no diga que mi hija se parece a ella, no lo hace.
—Lo siento, yo… No quería molestarlo — me dice — creo que mejor me marcho — ella trata de ponerse en pie — mañana podemos vernos para la primera clase si así quiere y yo…
Mi vecina deja de hablar cuando sus ojos se mueven una vez más hasta algunas de las fotografías que están esparcidas en el suelo. Ella se inclina para tomarla con curiosidad. Su rostro se vuelve en mi dirección, veo la foto en sus manos y el retrato de un lago con barcas asegurado en un cuadro que se ha roto debido a la caída me hace mirarla a la cara.
Mi vecina tarda unos minutos en apartar sus ojos del cuadro. Deja dicho objeto en el suelo donde lo tomó. Noto que ha vuelto a ponerse extraña.
—Lamento haberte hablado tan bruscamente — le digo — es que la madre de mi hija es un tema que…
—¡Oh!, no, no, no — responde ella con prisas — no hay nada que disculpar, pero yo… — respira extrañamente agitada — yo necesito irme a casa en este instante, hablemos después, tenga buena noche.
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