¡Papá compró una mamá psicóloga! romance Capítulo 30

Lizbeth

Tomo a ambos niños de la mano para caminar por la acera hasta el café infantil donde quedé de verme con mi antiguo profesor de universidad y sonrío cuando lo veo saludarme con una mano desde una de las mesas.

Camino con los niños hasta él y descubro que ha traído a una pequeña niña consigo que definitivamente debe rondar la edad de Lucía. Le doy un rápido beso en la mejilla como saludo antes de presentarle a los niños.

—¡Qué gusto verlo profesor Hernández! — sonrío — estos son mis hijastros — explico — Lucía y Lucas. Toco ligeramente el hombro de Lucas — él es el chico del que te hablé.

Mi antiguo profesor sonríe, se acuclilla delante del Niño y le ofrece la mano. El niño lo mira receloso por un momento, pero mi profesor se encoge de hombros antes de hablarle con aburrimiento.

—Supongo que no sabes dar un apretón de manos fuerte — le insinúa — un gusto igual, soy Manuel.

—Sí sé tomar la mano — comenta el pequeño hinchando el pecho — pero papá dice que no debo hablar con desconocidos.

—No soy un desconocido— dice ofreciendo su mano otra vez — : soy amigo de tu mamá.

Él mira en mi dirección, le doy un asentimiento de cabeza y sonrío cuando el niño toma la mano de mi antiguo profesor, este se pone en pie un momento después para tomar la mano de la niña a su lado.

—Esta es Eva, mi hija — explica — puedes cuidarla mientras hablo con tu mamá — pide — , ¿La llevarías a los juegos de allá?

Señala el castillo de bolas más allá de la pared de cristal que divide el área de café de la sala de juegos infantiles. Mi hijo asiente tomando la mano de la pequeña niña antes de llevar también de la mano a Lucia y una vez están entrando al área infantil me enfoco en el hombre frente a mí.

—Lamento molestarlo así de repente, pero estoy muy preocupada por el niño y…

—No hay nada que disculpar Lizbeth, eres una de mis mejores alumnas, además, tenía que sacar a pasear a mi hija, así que no es una molestia, cuénteme exactamente qué sucede.

Caminamos hasta la mesa, la empleada nos sirve un café y después de sacar el expediente que ni siquiera he leído de mi bolsa se lo ofrezco a mi profesor.

—Sé que el niño tiene crisis nerviosas y de ansiedad cuando escucha gritos fuertes o algún sonido, su padre dijo que no puede recordar nada de lo que vivió hace cuatro años y vi una de las crisis personalmente cuando el intento espontáneamente decirme algo de su pasado.

—Comprendo, pero ¿Por qué crees que el doctor que lo atiende no está haciendo un tratamiento correcto?

—Vi que el chico tiene los síntomas de un estrés postraumático más que de un trastorno de estrés, pero lo que realmente me preocupó que el doctor le exigió directamente recordar cosas del pasado o hablar del accidente y por lo que vi, Lucas ni siquiera puede explicar lo que le sucedió.

Mi profesor asiente, ojea rápidamente el expediente y después de unos minutos me mira con lo que parece una respuesta en sus palabras.

—Veo bastantes inconsistencias en los diagnosticos anteriores del niño, además, los médicos han variado bastante — me ofrece la última hoja del expediente — y este último médico, solo sugirió una terapia de choque que es bastante violenta si tomamos en cuenta los informes del doctor anterior.

Me dice emocionado, le pido no acercarse demasiado a la valla del puente y charlo con la directora durante unos minutos mientras veo cómo reaccionan ambos niños a este lugar. Después de despedirme de la directora y guardar el folleto que me entregó dentro del bolso, regreso con los niños hasta el estacionamiento.

—¿Te gustó el lugar, cariño? — miro a Lucas que sigue junto a la ventanilla — me gustó mamá, quiero ir al colegio como esos niños.

—¿De verdad? — miro por el retrovisor — ¿Qué tal tu Lulu, te gustaría ir a la escuela?

La niña asiente tímidamente y asumo que tendré una discusión bastante grande con Jeremías, pero eso da igual si puedo conseguir que me permita llevar a los niños al colegio. Enciendo el auto después de darle una rápida sonrisa a los pequeños niños.

—Bien, ahora iremos a conocer a mi madre — les digo — ¿Les gustaría?

—¡Sí!

Grita Lucas mientras Lucía sonríe emocionada y pienso que quizás ellos puedan traer alguna emoción a mi madre después de todos estos momentos desagradables que hemos estado viviendo. Sé que mi madre necesita algo de felicidad después de todos estos meses.

Después de todos estos años sufriendo la enfermedad de mi padre, así que por qué no presentarle a los niños. Son mis hijos ahora, justo como dijo ese hombre que me confunde y molesta a un punto tan absurdo que ni siquiera sé qué quiero hacer o sentir por él.

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