Beatriz
Realmente estoy feliz, no puedo explicarlo y tampoco quiero pensar demasiado en esa parte de mí que sigue diciendo que esto está mal solo porque estoy haciendo todas las cosas por las que prácticamente me dijeron podría ir al infierno.
Me levanto de la cama cuando mi alarma suena, apenas son las tres de la mañana, pero el hombre con el que dormir no está ahí. Salgo de la habitación pensando en que para ser sincera lo de anoche fue mucho más increíble de lo que recordaba podía ser el sexo. Ben siempre era tan directo, tan brusco que ni siquiera pensé que podría sentirme de esta manera.
Mi vientre se contrae ante el recuerdo de todas esas furiosas sensaciones que hicieron mi mundo explotar por primera vez en mi vida. Me digo que Lucas es realmente un ángel para mí no solo porque me está enseñando que el mundo es mucho más hermoso de lo que imaginaba, sino porque me rescató y me ha dado más de lo que mi propia familia, la que me abandonó, me dio en toda mi vida.
Peino rápidamente mi cabello para bajar las escaleras, me encuentro a Lucas en la cocina, bebiendo algo de café con su bata de médico cuidadosamente doblada sobre su brazo. Me siento un poco mal por haberme levantado después de él, ya que se supone debería cuidar al menos un poco de sus comidas.
—¿Ya te vas? — pregunto impresionada por no sentirme extraña después de haber dormido con él — ¿Por qué no me despertaste?
—Solo quería un café antes de irme — responde dejando su taza para acercarse hasta mí — ¿Por qué te levantaste tan temprano?
—Necesito irme al trabajo pronto… — susurro mientras él acaricia mi mejilla cuidadosamente — yo quería hacerte algo de comer también para…
Él detiene mis palabras con un beso rápido en los labios, me da un pequeño guiño antes de responderme con una de esas sonrisas que siempre me han hecho sentir esta extraña seguridad dentro de mí.
—No necesitas preparar nada, hoy tendré un día ocupado — me informa — pero pasaré por ti a las seis para ir a casa de mi hermana, ¿Ok?
Asiento, me besa una segunda vez antes de marcharse rápidamente de la cocina, lo observo desde mi lugar mientras él sale por la puerta y después de quedarme completamente sola me alisto para irme a la tienda. Doy de comer al gato y organizo un poco todo antes de marcharme de casa. Llego a dicho lugar una hora después.
Al llegar a la repostería me siento mucho más cómoda que antes, toco mi vientre sintiendo que los bebés están un poco inquietos el día de hoy e intento calmarlos comiendo algunos de los caramelos que traje de casa. Camino hacia la parte trasera de la tienda para prepararme y después de una hora estoy colocando los primeros lotes de postres en el horno.
Me ocupo de hacer el resto de dulces y checo las porciones de dulces fríos que metí a la nevera. Cuando los primeros dulces comienzan a salir, los decoro justo como viene en las recetas que dejaron para mí y los llevo al mostrador una vez están listos.
El primero de los empleados llega a las siete, su compañera llega media hora después y el resto llega justo a las ocho. Les pido encargarse del resto de cosas mientras limpio un poco la parte posterior de la tienda,
En el momento que abrimos siento que no tendremos muchos clientes, pero conforme pasan las horas el local se llena a tal punto que no podemos parar ni un segundo de atender. Preparo una segunda tanda de postes alrededor de las doce de la tarde y una vez más estos prácticamente vuelan de los mostradores antes de las dos de la tarde.
Anoto mentalmente que debo preparar más postres para estar surtidos durante todo el día y cuando prácticamente no queda nada le pido a los chicos cerrar la tienda. Me siento feliz al cerrar la caja y ver que vendimos casi mil dólares en nuestro primer día.
Lucas toma un bocado del dulce, lo lleva a sus labios mientras lo miro expectante. Él se toma su tiempo en responderme, pero cuando lo aprueba siento que la vida se ilumina para mí una vez más. Nunca nadie me dijo que mis dulces fueran buenos, realmente jamás preparé algo para alguien más que los pobres y sin duda ahora me siento feliz por esta pequeña aprobación.
—Oh, compre algo para tu hermana — digo poniéndome en pie mientras él sigue comiendo el postre— ¿Crees que le guste?
Camino hasta las bolsas detrás del mostrador y saco al siervo de tamaño mediano, más liviano de lo que parece de su envoltura. Lucas se acerca a mí con una sonrisa incrédula en sus labios. El pequeño cervatillo de tamaño natural llama por completo su atención por unos instantes.
—Esto va a encantarle a Lulu — me afirma — pero no tenías que hacerlo.
—No quería ir con las manos vacías.
Respondo, Lucas sonríe abrazándome por la cintura y besa mis labios antes de negar con luz en su mirada.
—Tú realmente eres una mujer perfecta, Beatriz.
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