¡Papá compró una mamá psicóloga! romance Capítulo 4

Roger

Atravieso el corto camino hasta la valla que divide las tierras de las dos casar, mi hija sigue en refunfuñando en mis brazos haciendo esos pucheros a los que no solía ser inmune, aunque ahora tampoco creo serlo porque mi corazón duele por verla mirarme de esa manera tan disgustada.

Una vez estamos en mi propiedad dejo a mi hija sobre el suelo, la tomo del brazo para caminar con ella de prisa hasta la casa, mi hija se suelta de mi mano una vez estamos en el interior de esta y respiro profundamente porque lo último que quiero es discutir con mi hija. Sé que las mudanzas son difíciles, en especial cuando ha pasado todo este año entre consultas o discusiones sobre qué hacer con ella.

Me alejé de mi madre justo por eso, ella no dejaba de culparme, no dejaba de hablar pestes sobre la madre de Amy y realmente odio a mi esposa que sigue en paradero desconocido, pero sigue siendo la madre de mi hija, así que no puedo dejar que vea a alguien más hablando mal de ella.

Los psicólogos que atendieron a Amy después del accidente me dijeron que debería calmarme, tratar de hacer que la niña estuviera en un ambiente calmado y lejos de discusiones o conflictos que después de todo no resuelven absolutamente nada.

Camino hasta la cocina perfectamente equipada que no he tenido la oportunidad de usar, me saco la camisa quedándome solo en la camiseta interior como es costumbre cuando estoy en casa y puedo disfrutar de usar ropa cómoda antes de colocarme el delantal para comenzar a preparar el almuerzo.

Miro hacia el pasillo de las habitaciones, me digo que fue una buena idea hacer una casa sin tantas paredes, ya que puedo vigilar perfectamente a Amy desde cualquier lugar de la casa. Miro también la caja con el cartel de frágil que sigue sobre la mesa de centro en la sala de estar.

Anoto mentalmente que debería ponerme a trabajar y organizar la única habitación de esta casa que dejé sin decorar. Me enfoco en escalfar unos huevos mientras preparo el arroz y un poco de sopa. No hago una comida extremadamente elaborada porque estoy demasiado ocupado con todo lo que tengo que hacer,

Mis ojos se mueven hacia la ventana del comedor a unos pasos de la cocina, la casa vecina se ve demasiado bien para mi gusto, así que a punto comprar algunas cortinas para todas las ventanas de la casa. Me parece increíble que encontrara a esa mujer loca viviendo justo en medio de la nada.

Sonrío ligeramente al darme cuenta de que después de todo no es tan descabellado porque probablemente solo alguien como ella viviría en medio de la nada. Coloco los platos sobre la mesa, me recuerdo que debo alejar a mi hija de esa desagradable mujer como sea posible, pero tengo demasiada curiosidad al final de cuentas.

Ella habló con Amy con una facilidad increíble, ni siquiera dudó en contestar cuando mi hija comenzó a hablar con señas y eso me molesta todavía más. No quiero que incluso esa mujer molesta pueda hablar más con mi hija que yo. Una vez la mesa, esta lista, camino hasta la habitación de Amy, abro la puerta después de un minuto.

Mi hija me mira desde su cama, sonrío ligeramente cuando se voltea para darme la espalda y camino hasta la cama para tomarla en mis brazos, Mi hija hace un puchero, pero me deja abrazarla y beso su cabecita antes de hacerla mirarme a los ojos.

—Vamos a almorzar Amy — suspiro hablando lentamente — no me gusta que estés enfadada conmigo, ¿Lo sabes?

«Eres mal papá»

Gesticula rápidamente, coloca sus ojos en blanco mientras peina hacia atrás su cabello rojizo algo desaliñado y la envuelvo un poco más en mis brazos para abrazarla. Ella no dice nada, pero me deja llevarla hacia el comedor, la siento sobre su silla mientras veo que toma su cuchara antes de que me siente en mi propia silla.

—¿Está bueno? — mi hija siente — entonces cómelo todo y luego puedes ir a donde quieras dentro de casa, tengo que trabajar.

Mi hija baja su mirada al plato, comienza a comer en silencio mientras pienso en que quizás debería contratar una empleada doméstica, pero descarto la idea al recordar como la última trató mal a mi hija solo porque no escuchaba. El móvil en mi pantalón vibra, miro el número en la pantalla con pereza.

—No me amenaces hace años que me mantengo por mi cuenta, tú eres mi madre y te quiero, pero no te soporto, así que no me llames más.

—Te vas a arrepentir de esto, lo ju…

Corto la llamada, pateo a la nada con molestia por la actitud de mi madre y cuando alzo la vista ahí está esa mujer del otro lado de la valla en su jardín mirándome como si fuera un maldito loco. Alzo mis manos en un gesto despectivo de cuestionarle que está mirando.

Ella se encoge de hombros tomando lo que parece una maceta en sus manos y después de moverla hacia otro lugar en su jardín me muestra su dedo de enmedio. Chasqueo mi lengua incrédulo, sonrío sarcástico antes de entrar una vez más dentro de la cocina.

—No puedes ir a la casa de al lado Amy — le digo — no te acerques a esa mujer.

Mi hijo se pone en pie, hace un gesto de negación cruzándose de brazos y me señala con su pequeño dedo antes de hacer una seña que comprendo muy bien por qué es lo que suele decirme con frecuencia.

«Eres un tonto papá»

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