Lucía
—¿Crees que alguien pueda tener más mala suerte Welly?
Le pregunto a mi perro mientras me siento en el pequeño espacio que tengo para replantar y sembrar mis flores. Tomo una de las palas para jardinería de mi colección de herramientas para clavarla con molestia en la tierra húmeda de la maceta que estoy preparando.
—Además, que esa niña… Encantadora, sea suya, es incluso espeluznante — cabo un poco más en la maceta — recuerdas que te hablé de un idiota en la tienda de arte, pues era el Welly — miro hacia la casa más allá de mi jardín — infiernos si me ve hablando contigo va a creer que estoy loca, aunque asumo que ya cree eso después de todo.
Me pongo en pie para tomar la planta aún en bolsa que voy a replantar, la bonita flor ha crecido lo suficiente como para tener su propia maceta, así que porqué no pasar el rato haciendo esto. No me apetece pintar justo ahora y menos después de saber que mi nuevo vecino es un molesto sujeto que es tan sexy que es un desperdicio el hecho de que tenga ese carácter tan desagradable.
La curiosidad de saber qué tipo de trabajo tiene se mueve por mis pensamientos, su casa es demasiado bonita para haber sido una compra con limitaciones, pero eso no debería interesarme en lo más absoluto. Mi perro gimotea poniéndose en pie, me abandona para irse a un lugar donde no le pregunte como una loca cosas que claramente no va a responder y me digo que quizás debería intentar llamar a mi hermano o hablar con mi cuñada un poco.
La verdad es que realmente me siento un poco… Sola, suspiro sentándome en el césped, me coloco mis guantes antes de comenzar a replantar la flor en mis manos. No puedo decirle a Lucas o a alguien que realmente hay días en que me siento sola, tampoco quiero pensar mucho en cuando esos días vienen para quedarse.
Esos tristes pensamientos, los reproches que me hago por haber perdido la única oportunidad que tuve de dormir con un hombre, de tener algo más allá que una relación impersonal con alguien, eso sí que es deprimente. Mi pecho duele cuando me cuestiono una vez más lo que pude haber hecho si esa noche no hubiese salido corriendo le la casa de mi profesor de fotografía.
Quizás si no hubiese visto esos billetes de avión y la guía de viaje en su mesa de noche no me habría vuelto tan loca, pero lo hice, llorar sobre la leche derramada no tiene ningún remedio y después de todo tal vez fue mejor porque no creo que doliera mucho menos dormir con él, decirle como me sentía y luego verlo marcharse al fin del mundo para fotografiar volcanes.
—Bueno, los volcanes probablemente eran más calientes que yo en aquella época… — murmuro terminando mi trabajo — aunque ahora a punto de cumplir los veintiséis y seguir siendo virgen, no creo que sea lo mismo porque mis hormonas están…
Un fuerte golpe que resuena alrededor me hace saltar, la pala sucia en mi mano mancha mi falda favorita y miro hacia la derecha para encontrar la obvia causa de ese fuerte golpe. El hombre de pie, as allá de mi jardín, está visiblemente cabreado, charla con alguien al teléfono pateando y gesticulando con rabia.
Mis ojos se mueven por su atuendo, antes cuando vino por la niña lleva una camisa de traje y un pantalón de vestir bastante elegantes que lo hacían lucir como esos señores que venden seguros de vida en la calle, pero ahora…
Ahora la camisa ha desaparecido, la camiseta interior muy ajustada de color blanco que lleva, se mantiene en su cuerpo gracias a los increíblemente anchos hombros, hombros que preceden a unos impresionantemente masculinos brazos. Su espalda es un espectáculo, pero cuando se voltea cubriendo sus ojos con molestia en mi dirección debo trabar.
Su pecho se marcha no solo sobre la tela, sino un poco más allá de los tirantes de su camiseta, puedo ver la delicada cintura de su cuerpo y siento estar mirando al sol cuando mi cuerpo se calienta. Me pongo en pie de un salto, el tipo que he mirado descaradamente corta su llamada telefónica y esa cara odiosa se clava en mí.
Trago grueso diciéndome que es una tontería sentirme caliente con semejante indeseable, pero que sea molesto, no quita que está más caliente que el mismo infierno. Él hace un gesto despectivo con sus manos. Me doy cuenta de que lo he mirado demasiado, así que respondo igual de desagradable antes de colocar la maceta junto al resto de flores en mi jardín.
Mi corazón late desbocado, me digo que las malditas hormonas premenstruales están saliéndose cada vez más de control y cuando sigo notando su mirada fuertemente en mí le nuestro mi dedo de en medio. Corro dentro de mi casa jadeando. Cierro la puerta antes de pegarme a esta con la garganta seca, necesitando una ducha, una fría que quizás lleve algo más, algo así como un poco de cariño personal.
—Que me está pasando…
Mascullo caminando con prisas hasta mi cuarto, rebusco alguna cosa ligera en mi closet antes de meterme al baño y debo admitir que paso ahí más tiempo del necesario. Una vez siento mi cuerpo más calmado camino hasta el bonito invernadero que mi hermano accedió a construirme hace un tiempo. Mis plantas han crecido tanto como para cubrir la mitad de las paredes acristaladas.
Silbo para llamar a Welly, pero mi perro no aparece, me siento en el cómodo mueble que tengo en medio de este lugar y miro la tarde que cae más allá del cristal. Mi mente se siente extenuada, la melancolía se mueve por ella sin que pueda evitarlo y tomo el móvil para marchar el número de mi madre.
—¿Hola mi vida? — su cálido saludo no se hace esperar — ¿Cómo vas con los nuevos vecinos?
Corto la llamada, miro a mi perro enfadada durante un segundo, pero la pequeña niña a su lado corre hasta mí para aferrarse a la falda de mi vestido. Mi corazón duele ligeramente cuando noto el gimoteo que viene de ella.
—¿Qué sucede nena?
Cuestiono apartándola ligeramente de mí para mirla.
«¿Sucedió algo?»
«Mi papá es un tonto» niega limpiando sus lágrimas
«Puedo quedarme un poco con usted»
¡Mierda!
Grito internamente antes de asentir porque no puedo negarle nada a esta niña cuando me está mirando como si fuera su salvavidas en medio del océano rugiente e intenso que debe ser su muy probablemente sobre protector padre.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Papá compró una mamá psicóloga!