Roger
Después de almorzar mi hija se marcha a su habitación, yo tomo mis propias cosas para organizar mi estudio al final del pasillo justo junto a la cocina y realmente trato de no pensar en todas las cosas con las que tendré que lidiar a partir de ahora.
Lo agradable de vivir aquí es que puedo tomarme perfectamente mi tiempo mientras trabajo, además de pasar más tiempo con mi hija sin tener que estar escuchando a mi madre, culparme o reclamarme. Desempaco el papel tapiz negro que compré hace unas semanas y me preparo para colocarlo en las paredes del pequeño cuarto dentro de mi estudio.
Pude haber dejado que alguien más organizar todo esto como con el resto de la casa, pero la verdad es que mi trabajo y el espacio donde revelo mis fotos son dos cosas que odio que alguien más prepare y organice por mí.
Tarareo alguna canción de pop mientras comienzo lentamente a organizar las cosas en la pequeña habitación, me demoro alrededor de cuatro horas para conseguir terminar acomodar no solo el papel sino también la iluminación y los demás instrumentos necesarios para revelar la fotografía.
Salgo a mi estudio sudando, me saco la camisa cuándo el calor es insoportable. Tardo unas cuantas horas más en organizar los estantes, mis libros y armar el escritorio en mi oficina. Coloco el ordenador antes de instalar el servicio de internet. Me dejo caer en mi nueva silla giratoria mirando la fotografía de mi hija en la mesa un tanto desordenada.
Es la primera foto que le saqué oficialmente, tenía dos años cuando eso y me llamaba papá tantas veces que incluso me hacía querer gritar. Daría tanto por escuchar esas palabras de mi boca ahora. Niego tomando el cuadro para observar a la mujer a su lado. Su rostro está sonriendo, pero ahora puedo darme cuenta de que esa sonrisa no es realmente sincera.
Nunca vi lo equivocado que estaba con ella y realmente quiero que aparezca para exigirle una explicación, para saber cómo pudo marcharse y dejar a mi hija en medio de la carretera lastimada en un accidente que probablemente ella provocó.
Los policías dijeron que el auto chocó contra el árbol a propio intento, que quien fuera que había estado dentro de él, simplemente lo encendió antes de bajarse para dejarlo irse solo contra el árbol.
Eso me parece tan increíble, no puede ser posible que ella le hiciera algo así a nuestra hija porque eso la convertiría en la, pero persona de este mundo y Amy no merece eso.
Coloco la foto una vez más sobre la mesa, miro a la pared sin realmente observarla perdido en mis pensamientos. Mis ojos se mueven hacia el escritorio y veo la tarjeta que esa mujer desagradable que ahora es mi vecina me dio. Tomo dicha tarjeta en una mano para leer el contenido dentro de ella.
«Grupo Mark
Medicina, farmacéutica y equipo médico
Director general: Lucas Mark
Número de contacto: xxxxxxx23»
Sigo mirando la fotografía pensando en que ella parece haber sido rica toda su vida, mis padres no lo tuvieron tan fácil y vine a conocer lo que era realmente tener dinero a los dieciséis cuando mi padre consiguió asociarse con una famosa compañía en sistemas informáticos.
Su negocio siguió creciendo y después de comprar la otra parte de las acciones de dicha compañía nuestra vida se volvió perfecta o al menos eso cree mi madre porque para mí fue todo un martirio. Estudié informática y sistemas durante toda mi juventud, conocí a Elena en una fiesta de la universidad, pero mis malas decisiones comenzaron cuando me casé con ella.
Porque haberle dejado claro a mi padre que no tomaría su lugar al mando de la empresa, fue liberador, aunque me dejó sin un solo centavo, dormí en la casa de mis colegas hasta que conseguí unos buenos clientes para fotografiar y de ahí en adelante todo fue luz para mí, al menos hasta que mi hija perdió su audición.
Apago la computadora negando, miro la tarde cayendo más allá de la ventana tras mi espalda y me pongo en pie listo para llamar a Amy. Si estaba tomando una siesta debe despertarse, darse una ducha y venir a la cocina mientras preparo la cena. Camino por el pasillo hacia su habitación, pero ni siquiera abro la puerta por completo para darme cuenta de que mi hija se ha escapado.
La cama está vacía, la ventana de su habitación está abierta y cierro mis ojos diciéndome que solo hay un sitio al que se pudo ir. Le prohibí que lo hiciera, así que si está enfadada conmigo probablemente pensó que romper mis reglas, esa su venganza.
—Infiernos…
Mascullo antes de volver a cerrar la puerta de su habitación.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Papá compró una mamá psicóloga!