Lizbeth
Miro al hombre que me tiene sujeta del brazo, siento mi corazón latir acelerado ante lo que acaba de pasar. El chico de la bicicleta regresa hasta donde estamos el señor Mark y yo.
—¿Se encuentre bien, señorita? — dice con preocupación — estaba distraído, no sabía si…
—Todo está bien, yo también…
—Está en un parque con niños — grita entonces el hombre entrometido que sigue sujetándome del brazo — como puede ir de esa forma, que cree que hubiese pasado si no llego a apartarla de su camino, voy a reportarlo a la policía y…
—Por favor, señor, lo lamento mucho por su esposa, pero no tengo dinero para.
—¡Él no es mi marido! — grito — y no le prestes atención, puedes irte.
—¡No puedes irte!
Comenta otra vez este hombre entrometido a mi lado. Trata de tomar al chico del brazo, pero no se lo permito, así que simplemente tomo a este hombre de la mano e intentó llevárselo antes de que continúe amenazando a este pobre chico.
Estaba distraída, venía pensando en toda la sarta de tonterías que está diciendo este hombre o en lo difícil que va a ser encontrar un lugar a mitad de las prácticas y que pueda recibir la nota que necesito para terminar de una vez por todas mi carrera.
—¡Mamá!
Los dos niños sentados a unos cuantos pasos de los dos se acercan, observo a la pequeña niña que gimotea extender sus manitas en dirección a su padre y suelto la mano de dicho hombre cuando el niño que ahora se llama Lucas se aferra a mi pierna con su rostro inundado de lágrimas.
Maldigo para mí misma antes de inclinarme para cargarlo, el chico se aferra a mi cuello comenzando a llorar todavía más. Miro las personas que nos observan mientras el niño me acusa a viva voz de estar abandonandolo y no querer ser su madre.
—Deberíamos ir a un lugar más privado — dice el hombre mientras limpia las mejillas llorosas de su niña — por favor…
—¡No tengo nada que hablar! — respondo mientras acomodo la cabeza del niño en mis brazos sobre mi hombro para calmarlo — dije que no y no hay modo de que cambie de opinión, ahora aclaremos esta situación.
—¿Lucas? — llamo al niño por su nombre mientras lo dejo una vez más en el sueño — escúchame bien cariño — peino su cabeza — no puedo ser tu mamá, las mamás no solo se eligen las mamás…
—Papá dijo que serías nuestra mamá si me portaba bien en el médico — dice él — yo le prometí hacerlo.
Sus lágrimas comienzan a caer una vez más, miro con furia al hombre que fue capaz de prometerle algo así a un niño. Mi corazón se rompe ante los pequeños que lloran. Mi cabeza duele ante el mar de problemas que tengo rondando a mi alrededor y siento que todo esto me supera.
Tomo una respiración profunda antes de mirar al niño lloroso frente a mí, me pongo en pie después de decirme que esto es lo mejor que puedo hacer y miro al hombre repentinamente angustiado frente a mí. Acomodo mi bolsa una vez más en mi hombro, ignoro la mirada de los transeúntes a nuestro alrededor.
—Señor Mark, lleve a sus hijos a casa, explíquele a Lucas, usted mismo el porqué no puede simplemente darle a una persona y hágalo ir al médico, usted es su padre — acomodo mi bolsa lista para irme — y tú, pequeño, debes ir al doctor, es por tu bien, ahora debo irme.
—¡No te vayas mamá! — comienza a llorar una vez más — ¡Seré bueno e iré al doctor!, Por favor no nos dejes…
Cierro los ojos ante esas palabras, las personas me miran con la mirada más desagradable del mundo y para completar esta situación este molesto hombre que sigue arruinándolo todo me toma del brazo para impedir que pueda alejarme de ahí.
—¡Qué mala madre! — grita alguien — abandonar a si a su familia.
Llegamos a una de las zonas más exclusivas de la ciudad en unos veinte minutos después. Me bajo del auto aun sosteniendo al niño en brazos y tengo que contener una exclamación cuando observo el frondoso jardín que precede a la mansión donde estamos.
—Entremos.
Dice el hombre pasando a mi lado, el niño en mis brazos me pide bajarlo al suelo, hago lo que me pide, pero antes de que pueda siquiera pensar en escapar, sus pequeñas manitas me arrastran dentro de casa.
—¡Ven mamá! — me dice sintiéndome aún más incapaz de irme — te mostraré mis juguetes y los de Lucía.
¡Dios que hago!
Grito para mí misma mientras entro a la inmensa mansión. El niño me lleva de la mano directamente hacia las escaleras y cuando su padre aparece creo que es la primera vez que me siento agradecidas. Lucas tiene una furtiva discusión con su padre, pero después de un momento sube las escaleras enfadado.
—Bueno, supongo que puedo irme — llevo las manos a mi espalda — por favor deje de aparecer en mi vida.
—No puedo dejarla ir — dice él alzando la manga de su camisa — al menos escuché lo que tengo que decir y el diagnóstico de mis hijos antes de negarse una vez más.
—Mire, no creo que eso sea una buena idea — respondo mirándolo — no voy a cambiar de opinión, además una mentira como la que pretende podría afectar aún más a…
Mi voz se apaga cuando noto la magulladura enrojecida en su brazo. Me siento un poco culpable porque probablemente lo hizo cuando me ayudó y me cruzo de brazos con resignación.
—Bien, lo escucharé mientras curo su herida — él mira su brazo cuando yo hago lo mismo — pero no creo que nada de lo que digas me haga cambiar de opinión.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Papá compró una mamá psicóloga!