Lucía
—¿Te gusta?
La niña sentada en mi mesa de té asiente, la veo comer uno de los pastelitos que tanto me gustan en completo silencio mientras mi perro mueve su cola demasiado feliz junto a la mesa.
—Papá me dijo que no podía venir aquí.
Dice ella moviendo sus manos rápidamente, sonrío sabiendo exactamente por qué le dijeron eso.
––No deberías desobedecer a tu padre, él te quiere cuidar.
––Mi papá es tonto––repite––ni siquiera me preguntó si quería venir aquí.
––¿No querías venir?
––No lo sé, la abuela era buena conmigo––toma otro pastelito––pero discutía mucho con papá por mí.
Sé muy bien que no es mi asunto, estoy más que segura de que no debería involucrarme, pero no puedo simplemente quedarme aquí en silencio con esta niña que definitivamente quiere charlar con alguien.
––Estoy segura de que no discutían por ti nena.
––Si lo hacían––responde con tranquilidad––la abuela dice que papá tiene la culpa de que no escuche por casarse con mi madre––suspira––mamá me abandonó en un auto y por eso no escucho nada.
Me quedo completamente fría antes esas palabras, no sé qué decir o como reaccionar ahora mismo, pero definitivamente esta niña frente a mí es impresionante. Hablar de eso con tanta normalidad es casi maravilloso para mí porqué a su edad, yo aún arrasaba mis problemas psicológicos por lo de mis padres.
––No creo que tu papá fuera el culpable––admito acariciando su mejilla––pero tienes que hacerle caso y enseñarle a hablarte.
Hago ese gesto con un pequeño asentimiento de cabeza, la niña me mira con la decepción en su mirada. Da un pequeño salto para bajar de la mesa y toca Welly dándome a entender que no quiere escuchar una palabra más.
Sonrío al pensar que me comportaba de la misma manera cuando Lucas me decía que hablara con papá y mamá, aunque sea una vez. Camino hasta el sofá dentro del invernadero tomando mi libreta de bocetos y un lápiz.
Comienzo a dibujar tranquilamente a la pequeña que juega con mi perro, me parece impresionante que sea tan dócil con los niños en realidad, pero supongo que lo eduqué de la forma correcta.
No sé realmente cuanto tiempo pasa mientras dibujo a la niña del vecino, tampoco sé en qué momento me quedo completamente dormida, pero cuando abro mis ojos la pequeña está asustada sobre mi regazo plácidamente dormida. Mi perro me mira desde su lugar a mis pies.
Mi corazón se siente desbordado una vez más por esas emociones que considero insanas y los pensamientos de cómo me gustaría poder tener una familia feliz se acumulan en mi mente.
Acaricio ligeramente el cabello rojizo de la niña, debo admitir que es muy similar al color de su padre, aunque su rostro no tiene algún rasgo que me resulte familiar. Me pongo en pie con cuidado de no despertarla y la cubro con mi manta mientras le susurro a Welly que se quede a cuidarla. Ato mi cabello en un moño desperezándome justo antes de entrar en la cocina.
Me muevo entre la nevera y el preparador para hacer algunos sándwiches y un zumo, son las cuatro con treinta, así que asumo que dormimos un buen rato las dos. Tarareo alguna cosa mientras me siento un poco emocionada de preparar comida para alguien más, pero antes de que pueda ir a despertar a la niña, el timbre de mi puerta suena.
La felicidad de marcha, mi perro gimotea ligeramente desde el invernadero conectado a la casa gracias a una puerta que he dejado abierta y no necesito ni siquiera mirar quién está en mi puerta. Camino hasta ella dejando la bandeja sobre el mostrador de la cocina. Me preparo para decirle unas cuantas cosas al hombre que probablemente quiere discutir o culparme porque su hija sé haya escapado, pero cuando abro la puerta no puedo hablar.
Pues su pecho está aplastando los míos, pero puedo oler un poco de pegamento par tapices y algo más en su cuerpo. Sus ojos se encuentran con los míos, su nuez de adán se mueve mientras me mira y cuando noto que una de sus piernas está tocando directamente mi braga, todo en mí se encoge de un salto.
––Tu perro me ha mordido––masculla––tu perro me ha…
Su voz muere, sus ojos se abren antes de ponerse en pie de un salto y me quedo congelada por un instante porque noté exactamente que fue lo que lo hizo pararse y realmente es impresionante. Él baja sus ojos hasta mi vestido, me pongo en pie estirándolo hacia su lugar sintiéndome nerviosa.
––Usted se ha colado a mi casa, él solo me está defendiendo––abanico mi rostro––pero eso da igual, siéntese aquí, le curaré la mordida y…
––No me toque––gruñe––manténgase lejos, ¿vale?
––La niña está en el invernadero––digo atando mis manos detrás de la espalda––ponga alguna pomada desinfectante en la herida y vaya al hospital para que lo vacunen.
––No tengo tiempo de hospitales
––Oh, yo tengo vacunas contra la rabia y otras cosas, solo esperé.
Corro hasta el cuarto de almacenamientos junto a mi habitación para tomar algunos vendajes y otras cosas, Regreso a la cocina con prisas, pero mi vecino no está, ni él ni su hija y aunque no debería me siento un poco…
¿Mal?
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