Lucía
—¡Porque lo mordiste! — le cuestiono a mi perro como si realmente pudiera responderme — porque cuando ya estaba dentro de casa, he tenido que ir y curarlo.
Mi perro gimotea, me dejo caer en el sofá de mi sala de estar y es solo entonces cuando me doy cuenta de que he ido en ropa de dormir a la casa del vecino, ropa de dormir extremadamente reveladora. Sobre todo, sin sostén. Mi perro se acerca, pero solo puedo mirarlo con molestia.
Mis ojos se encuentran con el paquete de sándwiches sobre la encimera más allá de la sala de estar. Camino en silencio hasta ellos y tomo uno. Lo muerdo sintiéndome todavía más sola que antes, Camino hasta mi pequeño estudio de pintura. Los cuadros amontonados por todos sitios me miran acusadores, hace más de dos semanas que no pinto una sola línea. No tengo ganas de hacerlo y estoy deprimida como todos los años.
Dentro de dos semanas es el aniversario de muerte de mis padres, también es justamente por las fechas en las que huí como una cobarde del único hombre que he dejado entrar y estoy tan desolada. Aparto los pensamientos de mi cabeza diciéndome que lo primero que necesito para sentirme bien es tratar de no pensar en ello.
Cierro la puerta del estudio para volver a la cocina, dejo la otra parte del sándwich que de repente ya no tiene tan buen sabor sobre el plato antes de caminar hacia la nevera. Guardo el resto de aperitivos dentro de esta y salgo una vez más al invernadero. La pequeña fuente que corre entre las paltas un poco más allá de mi jardín me relaja, mi móvil suena recordándome que lo olvidé sobre el respaldo del sofá y veo el número de mi representante en la pantalla.
—Hola, ¿cómo has…
—¡Dime que has pintado algo! — la voz de mi representante es casi angustiosa — dime que tienes al menos dos cuadros listos para la próxima semana.
—No, no he pintado… — suspiro — no he pintado absolutamente nada, estoy estresada y aún hay tiempo.
—¿Tiempo? —mi representante niega — no hay tiempo, además hoy teníamos una cena importante con un conocido fotógrafo, quería llevarle alguno de los cuadros inéditos o de tus fotografías, pero todo lo que tengo es de exposición, así que dime que tienes algo por el amor de dios.
—No lo sé Raquel — trato de pensar — quizás allá algo en mi estudio, pero no sé si…
—Iré entonces — dice ella — prepara algo de ese té con flores que me gusta y ve revisando tu estudio.
–Bien…
Respondo antes de terminar la llamada, camino hasta las flores de Melissa que suelo utilizar para el té que mi amiga y representante disfruta y mientras pongo el agua a hervir me muevo hasta mi estudio una vez más. Prendo la luz antes de mirar alrededor, los cabestrillos con pinturas a medias son tan acusadores como el resto de cuadros. Me alejo de ellos para mirar en las pinturas olvidadas detrás de una estantería, pero tampoco hay nada ahí, al menos nada importante, porque todo lo que hay son tonterías, cuadros de mi familia o dibujos de él…
—¡No sé por qué no he tirado esta porquería! — mascullo apartándome de esos cuadros — bien, veamos qué hay por aquí.
Camino hasta el otro lado de mi estudio, los marcos, las fotografías olvidadas están ahí, me siento frente a ellas en el suelo para evaluarlas con cuidado, pero al igual que los cuadros solo son tonterías que ni siquiera recordaba haber fotografiado. Tomo en mi mano una de las fotos en las que está mi perro siendo apenas un cachorro.
Sonrío ligeramente antes de que la puerta de mi casa se abra más allá del estudio. Pego un brinco cuando los tacones de la que asumo es mi representante. Raquel se detiene frente a la puerta, su vestido elegante está contrastando con todo alrededor, pero ella no parece estar interesada en eso porque simplemente camina hasta donde estoy y mira las fotos que he colocado alrededor de mí sobre el suelo.
—Veamos, no tengo mucho tiempo — ella toma alguna de las fotos — estas están bastante bonitas — toma una de mi jardín — Oh, esta es perfecta, vamos fuera.
—¿Qué? — salto para arrebatarle la foto — esta foto no está lista, no es como para regalársela a nadie que se dedique a la fotografía.
—Venga esta hermosa y es un regalo, que sea inédita, la hace mucho mejor que una elaborada — dice ella — ahora ven para que la empaques, escribirás también una carta con tu puño y letra.
Hago justamente lo que ella me pide, termino describir rápidamente y mi amiga se pone en pie antes de que incluso cierre el pequeño sobre. Me pongo en pie para seguirla hasta la puerta con la fotografía guardada, se saca sus tacones para colocarse las zapatillas deportivas que no combinan con su elegante atuendo y abre la puerta de mi casa.
—Entonces te llamaré en unos días para que…
La voz de Raquel se detiene, mis ojos miran más allá de ella hacia el exterior de mi casa y mi vecino está ahí, de pie, sosteniendo una bandeja de alguna cosa cubierta con aluminio.
—¿Oh por dios eres tú? — dice mi representante — quiero decir que usted es…
—Es mi vecino—digo empujándola fuera de la puerta — ahora vete, tienes una cena.
Mi representante me mira extraña, su sonrisa parece demasiado profesional para mi gusto, pero ella no dice una sola palabra. Mi vecino la mira extrañamente también, pero luego coloca el plato de sus manos en las mías.
—Tenga, gracias por la cura, tenga buena noche.
—Claro…
—Usted no me conoce—le dice a mi asistente — me está confundiendo con alguien más
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