Secretos de Lobos. romance Capítulo 101

                                    Narra Karim.

 Ella está tan unida a la cachorra que no la quiere dejar sola un instante, sin embargo, la bebé duerme y no tiene la necesidad de cargarla en todo momento.

—Bien, pero que conste que te dejo para que no andes de llorón, — es tan testaruda que no reconoce que ya es momento de aceptar que no está bien. Pero a la vez eso es lo que la hace admirable, como su persistencia sigue tan intacta y me hace suponerme pusilánime porque ella tiene eso que yo no poseo. "Fe"

Cuando al fin estuvo de acuerdo, preparé la bañera con agua caliente, no a un grado que la quemase, pero si a uno que le molestaría para ver cuál era su reacción, sin embargo, no hizo ningún gesto de malestar o incomodidad dejándome más impresionado.

—¿Qué me miras? — me interrumpe sacándome de mi asombro.

—Lo preciosa que te ves embarazada— claramente no miento, pero sí utilicé eso a mi favor.

—Natural, cuando se es bonito no importa cómo se esté, siempre se refleja la belleza— manifiesta altanera haciéndome reír y por un momento alejando mi preocupación.

—¡Uff!, ¿y el alfa arrogante era yo?— le ataqué y me lanzó un poco de agua.

Se queda sonriendo, pero pensativa— como ha cambiado todo, aún no olvido mi primer baño en la casa de mi esposo.

—Si, me asusté mucho cuando esa alergia te hizo daño.

—Ya me querías, lo que pasa es que eras demasiado tonto— nuevamente reímos.

—Sabes que Mohamed y Adub me dijeron que parecías un camello— ella abrió la boca y me vio pasmada con esas dos gemas azules tan preciosas, que por algún motivo llevan días sin variar el color como normalmente pasa.

—Desde que dé a luz a Keremil voy a castigar a ese par—, fingió estar ofendida y me indicó con su dedo índice que me acerque a ella, entonces estando cerca posó una mano en mi nuca y nos sumergimos en un beso tierno, que lentamente se fue tornando caliente, tanto que Zilo gruñó dentro de mi pecho y sentir una mordida suave en mi labio inferior terminó por provocar que la erección que llevo días aguantando doliera más.

—¡Ehh…, lobo, controla esa pasión que tú no ayudas a mi libido!, y aunque me muero por tenerte dentro ya no me cabe nada más—manifiesta Charlotte cuando me alejo respirando con dificultad.

—Te deseo muchísimo— le susurré con voz ronca demasiado excitado. 

—Yo también, y quiero poder corresponderte, qué tal si me llevas a la cama, y me haces el amor— , se mordió el labio de manera sensual. Como me pidió la tomé en brazos, le sequé el cuerpo húmedo con adoración y la dejé sobre la cama.

Me tumbé a su lado y continué besándola ahora con más calma, mientras que con mis manos tocaba sus pechos inflamados acariciándolo con suavidad.

Luego mis labios fueron descendiendo por su mentón, dejando besos pausados al igual que por su cuello y clavícula, siempre teniendo presente que debo controlarme para no dejar que el instinto me domine y no terminar por hacer algo de lo que me pueda arrepentir, puesto que mi plan es darle placer sin obtenerlo yo, debido a  que su cuerpo no lo resistiría.

—Te extrañaba muchísimo, — me dijo con ojos brillosos por el deseo.

—Yo también mi luna y muero por perderme en ti y no regresar a la realidad nunca—, ella me sujetó la cara con ambas manos haciendo que la mirase a los ojos.

—¿Cómo me has llamado? — ahora sus ojos estaban aguados, pero no era exactamente por el deseo.

—Mi luna, mi reina, eres la mujer que hizo la diferencia en esta manada y nos enseñó que a pesar de lo que somos nunca dejaremos de ser humanos, gracias por organizar mi mundo, Charlotte de Rashid, mi esposa, mi única esposa sin necesidad de enumerar—, al finalizar volví a besar su hombro bajando lentamente sin alejar mis labios de su piel, esa que conserva una fragancia que me enloquece desde el primer día en que la vi. 

—Te amo mi alfa.

Me concentré en lamer sus pezones erectos, suaves, con un sabor que me encanta, con la punta de mi lengua rodeaba la aureola, y escuchar sus gemidos me incentivaban más.

—Realmente te necesito alfa, ¡Quiero que me cojas ahora! ¡Rápido y duro!— me exigió cuando notaba mi delicadeza.

—No, Charlotte, sabes que es imposible te haré daño–, soltó un bufido antes de agarrar  con sus dedos pequeños mi miembro sobre la tela de mi pantalón apretando mi falo sin limitarse.

—No ayudas amor—, tenía agarrado su rostro y la giré para poder besarla nuevamente, ya que estaba a su lado, no sobre ella y la muy astuta me cogió la mano chupándome dos dedos provocando que mi falo sintiera envidia de esos dedos y al finalizar sonrió maliciosa.

—¿Qué te hace creer que quiero ayudar? — me respondió y como ya mis dedos se encontraban lubricado, los pase con lentitud por su hendidura, frotándolo por la base de su entrada y después de recorrerla varias veces jugando con su excitación, lo introduje despacio en su interior, sintiendo como me acogía y las palpitaciones en mí aumentaron más.

Tenía que morder duro mi labio inferior y cerrar los ojos, apretándolo fuerte, luchando para contenerme.

Se siente bastante húmeda, y su cuerpo está sumamente caliente, justo como estaría el de un lobo. Se removía aferrándose a la colcha, e inclinando su cabeza.

—¡No es justo!— se quejó en medio de varios  gemidos, mientras que yo no paraba de jugar con mis dedos en su interior y su respiración cada vez era más acelerada.

—¡Detente Charlotte!, te dije que no vamos… — de nada me sirvió querer detenerla, igual mi pene demandaba sentir sus caricias.

 Mi corazón latía a mil, ahí estaba peleando con la terquedad de mi esposa y mi miembro apuntando al cielo. Le atrapé las manos para que se quedara tranquila. Entonces sin soltarla empecé por crear un camino de besos húmedos y pequeñas lamidas en su vientre hasta que quedé con la cara en su entrepierna. La solté suponiendo que ya debe entender que no va a hacerme cambiar de opinión.

Ante mis ojos estaba el monte de venus que no deja de parecerme lindo sin importar cuanta veces lo haya visto.

 —Mmmm…, qué delicia— emitió un jadeo en el momento que pase la punta de la lengua por su clítoris inflamado, creando círculos, a medida que mis dedos empezaban un vaivén.

—¡Oh, vamos despertaremos  a Kheira! — gritaba con ojos cerrados retorciéndose por el placer que le estaba brindando, en lo que yo aprovechaba para succionar y chupar esta parte de su cuerpo que es mi adicción.

—Vamos mi luna, déjame saborear ese elixir—, sentí como su interior se contrajo apretando más mis dedos, y en ese mismo momento todo su cuerpo se tensó.

—¡Dios, qué rico!— gritó en inglés, justo como suele hacerlo, en el momento que sé dejándose arrastrar por el clímax.

Mi goce fue mayor cuando comenzó a convulsionar regalándome un multiorgasmo. No me detuve en succionar, chupar y lamer, hasta que la sentí perder la fuerza por completo. 

—Sabes lo que opino de la injusticia, ¿cierto?, ya sabes que no podrás detenerme—, intentaba pararse, pero no lo lograba porque no podía sostener el peso de su cuerpo.

—Si no estuviera embarazada te habría dado par de nalgadas para que no seas terca— bromeé levantándome y ella no dejaba de emitir sonidos de frustración.

—Te das cuenta de la bola en que me he convertido que ni rodar puedo—, se quedó con carita tierna creando pucheros que no necesita hacer porque igual su cara está regordeta.

Iba de camino al baño a tomar una ducha fría para calmar mis bolas moradas de tanto resistir y detuve mis pasos cuando un olor a alfa, que no es proveniente de ningún alfa que aún esté en la manada, se coló por mis fosas nasales.

—¡¿Un alfa de América?!— murmuré.

—Pasa algo, — me preguntó Charlotte mostrándose preocupada y negué, puesto que ciertamente no era nada para preocuparle y si reaccioné asombrado fue porque me pareció raro, ya que los alfas siempre se comunican por el link antes de visitar mi manada.

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