Secretos de Lobos. romance Capítulo 77

                                     Narra Charlotte.

Lo observé con suficientes ganas de aclararle, que no soy una de sus servidoras en quien va a mandar así, no más, solo por ser mi esposo, pues en medio de todo no he olvidado mi norte, sigo siendo una mujer que no es mangoneada. El amarlo no significa que deba aceptar con cabeza agachada todos sus mandatos. Sin embargo, no dije nada, para no romper el momento sexual y más porque necesito convencerlo de que todo estará bien y empezando una disputa no lograré nada.

De modo que me trepe sobre su regazo, montándome a horcajadas entre sus piernas, sintiendo el glande contra mi apertura. Y aunque lo hemos hecho de todas las maneras, pero igual mi estómago se tensó por los nervios, nunca dejó de impresionarme por su grosor y el tamaño que posee, en cada encuentro entre nosotros siempre supongo que dolerá.

Karim asumió el control como siempre y tomó mis labios en un beso salvaje. Mientras yo me aferraba a su cuello con los brazos, él apretó mis caderas soltando al mismo tiempo un gruñido que parecía ser desesperado.

Del mismo modo, violento con el que me besaba y mordía mi labio inferior, rompió el beso para contemplarme, haciéndome sentir que soy su única reina, dándome esa percepción de que pertenezco a la realeza.

—Ten presente que no importa nada; todo lo que hago es porque te amo— me encanta que me lo aclare cada momento, pero no entendía el significado detrás de sus palabras y me preocupaba mucho.

Suspiré sin dejar de mirarlo de igual manera, que él lo hacía conmigo y sin esperarme quedé totalmente pasmada cuando me ordenó. —Juega con tus pechos, tócalos; quiero verte hacerlo — su expresión era pétrea y sugería que desafiarlo no era una opción. Sin embargo, mi expresión no dejaba de ser de asombro, aunque ya lo conozco y sé lo dominante y mandón que puede llegar a ser. Me cuesta asimilar qué de repente de ser un hombre tan tierno pase a ser un macho tan autoritario.

Justo cuando iba a abrir la boca con el fin de oponerme me dijo: — déjame disfrutarte, — relajando mis facciones, empecé a darme palmadas suaves en ambos pechos y lo masajeé con delicadeza. Me agarró de las caderas y me colocó lentamente encima de él, abriéndose paso por mi estrechez mientras se deslizaba en mi interior. Centímetro a centímetro, se introdujo en mi resbaladizo canal.

Mis manos dejaron de moverse, e hice una mueca de dolor, gimiendo casi al mismo tiempo, quedándome con el placer y descartando el dolor. Ya llevamos un tiempo juntos, pero casi siempre siento un mínimo dolor al hacerlo. Posiblemente, se debe a nuestras diferencias anatómicas, aunque no querría cambiar nada, si tuviera el poder de hacerlo, porque la incomodidad no era nada en comparación con las placenteras sensaciones que me hace experimentar Karim y cuando está en mi interior me hace sentir totalmente llena, una mujer sensual.

Me acercó hacia su regazo y cada centímetro de su erección quedó enterrado en mi interior.

Aparté las manos de mis tetas y le rodeé las fuertes muñecas, agarrando las marcadas venas de sus manos y de sus antebrazos, aunque sus gruñidos me dan a conocer que le fastidia que lo sujete de ese modo, de seguro se siente subyugado.

Mi vagina se estrechaba más a medida que se iba acomodando en mi interior, y mi estrecho canal se iba expandiendo poco a poco.

―No pares de acariciarlas. ―Tenía la cara a centímetros de la mía mientras me daba la misma orden que antes y no se movió hasta que obedecí.

Mis manos volvieron a la piel sensible, sintiendo cómo los pezones duros me rozaban las puntas de los dedos.

Él me contemplaba con una expresión oscura, disfrutando de la imagen. Apretó la mandíbula y sus labios se entreabrieron para soltar un gemido que apenas oí escapó de sus labios. Me puso las manos bajo los muslos y me hizo subir y bajar sobre su sexo, balanceando las caderas hacia mí con lentitud.

―Pellízcate los pezones— me ordenó y no lo hice, sino que, en cambio, me masajeé los pechos lentamente, sintiendo la piel suave y la forma redondeada.

―Ahora retuércelos. ―Me bajó sobre su erección de nuevo, empalándome con su tamaño.

Una neblina se había apoderado de mí y ya no podía ver con claridad. Lo único que podía ver era a ese hombre atractivo, el rey del sexo, ordenándome hacer algo. Su dura erección estaba en lo más hondo de mí, así que tenía el poder de dominar mi cuerpo.

Hice lo que me pedía, retorciéndolos levemente hasta que sentí una punzada de dolor. Gemí quedamente de dolor antes de sentir una corriente de placer.

Me movió de arriba abajo de nuevo, con la lujuria dominando su mirada.

―Mueve las caderas. Así. ―Me agarró ambas nalgas e hizo el movimiento por mí, enseñándome cómo arquear la espalda antes de deslizarme sobre su miembro. Cada vez que lo hacía, mi clítoris se frotaba contra su pelvis, justo de la forma perfecta… y la sensación era increíble.

―Oh, Dios…

Aparté las manos de mis pechos y toqué el suyo, palpando los fuertes músculos y los surcos de sus abdominales. Deslicé las manos hasta sus hombros y los usé como apoyo para poder hundir mejor las caderas. Aún nos movíamos a un ritmo lento, pero la velocidad no era un obstáculo para el placer, ya que solo lo aumentaba.

―Cómo renunciar a esto que solo me provocas, iré al mismo infierno por tenerte. ―Pasó las manos por mi vientre hasta llegar a las tetas y me tocó las dos. Me estrujó los pezones con los pulgares y los índices, dándoles suaves pellizcos.

Hice una mueca de dolor, pero volví a gemir, inexplicablemente adicta a la sensación. La humedad de mi sexo goteaba, bajando por su miembro hasta los testículos. Sentía lo resbaladiza que estaba cada vez que aterrizaba sobre sus caderas, sabiendo que estaba desbordante por la excitación.

Moví las caderas más rápido, restregándome contra él y empalándome en su erección. Froté el clítoris contra su piel dura, sintiendo mi orgasmo, aproximándose en la distancia. Sentía un fuego en lo más profundo de mi vientre, un poder que corría por mis venas. Le clavé las uñas en los hombros y fijé mi mirada en la suya, derrumbándome antes incluso de llegar al límite.

―Supe que tenía que tenerte en el instante que te vi en nuestra boda, y por más que me negara era inevitable no quererte mi Charlotte. ―Toda mi piel se erizó luego de su confesión; cuánto había deseado escucharlo, entonces siempre me deseó como yo a él. Dirigió mis caderas con más fuerza, haciendo que me moviera más rápido de arriba abajo sobre su sexo―. Eres preciosa, fuerte, y me retas como nadie se atreve, y me das ganas de querer dominarte, para demostrarte que soy el rey, te necesité desde siempre, mi vida sin ti es aburrida y no perderé eso, aunque deba volver a enamorarte.

No supe qué se apoderó de mí para hacerlo, pero le di una fuerte bofetada en la cara… lo bastante fuerte para dejarle una marca. Se le giró la cara con el golpe y cerró los ojos mientras soltaba un suave gemido. Sus caderas no dejaron de embestir y su erección se sacudió de forma perceptible en mi interior.

Se volvió lentamente hacia mí con los ojos tan ardientes como el núcleo del sol, con unos colmillos que hasta ahora veía tan de cerca y me parecieron sexi, aunque le pedí no marcarme, me vi tentada a rogar ahora más teniendo en mente que según Rocío no hay mayor placer que el de ser marcada por su pareja.

―Joder, nena. ―Apretó la mandíbula; su excitación aumentaba mientras se iba, desapareciendo el enrojecimiento de la piel por mi golpe.

Metió la mano entre mis piernas y me frotó con agresividad, moviendo sus dedos ágiles en círculos con un ritmo perfecto―. Córrete, cariño, porque yo estoy a punto.

Le clavé las uñas en los hombros mientras sentía la explosión entre mis piernas. Me tensé a su alrededor, estrechándolo mientras la adrenalina se apoderaba de mí.

―Karim… ―Me encanta decir su nombre en medio de mi arrebato. Se deslizaba sobre mi lengua con posesividad, adorando el hecho de que aquel hombre fuera mío para que yo lo mimara―. Oh, Dios…

Se introdujo muy dentro de mí mientras se corría, llegando al éxtasis mientras mi orgasmo remitía. Su semen denso me llenó con su considerable peso y su calidez. Presionó los labios contra los míos al terminar; su respiración era profunda y pesada.

Una vez pasado el momento, me mantuvo encima de él. Se recostó sobre el sofá y me agarró los muslos. Y lo que me parece perfecto con mi alfa es que su miembro no se ablandaba dentro de mí.

Me contempló con los párpados caídos, con una expresión oscurecida por su obsesión conmigo.

—Qué salvaje somos, me olvidé de mi bebé, podríamos hacerle daño. —Cuando me moví para apartarme de él, tiró de mí hacia su regazo, negándose a salir de mí.

—Te vas a quedar aquí. ―Me atrajo hacia su pecho y me besó la comisura de la boca, parecía tener planes de follarme nuevamente, o eso creí porque sentí como con las puntas de sus dedos me dio dos golpes suaves en las clavículas creando un tipo de magia que inmovilizó mi cuerpo y no pude moverme, por más que traté.

—¿Qué haces Karim?, ¿por qué no puedo mover ninguna extremidad? — él me dejó acostada en el sofá y se perdió en el cuarto de baño, solo me quedaba mirarlo peleando por levantarme e ir y darle varias bofetadas, pero nada.

—¡Joder Karim!, esto no me está gustando, no me hagas odiarte, será peor— grité exaltada y él regresó, con varias cosas en las manos ya vistiendo un pantalón que cubría su desnudez, y mientras me limpiaba su esencia y la mía, me dijo:

—Lo siento, pero no dejaré que pase más tiempo, será peor.

—Karim no lo hagas— mis ojos se llenaron de lágrimas y él en ningún momento se detuvo, pero lloraba y sus lágrimas caían sobre mí a medida que me vestía— no toques a mi hijo, por favor, Karim te lo suplico.

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