Soy la esposa del tío de mi ex romance Capítulo 39

Ella talló sus manos, estaba nerviosa

—Necesitaba aire, quise salir a caminar.

Él la miró con ojos pequeños, expectantes

—¿Y no pudiste avisar a donde ibas? ¿O si quiera llevar compañía? Pudo haberte pasado algo.

—Pero, nada pasó —dijo con franqueza

Él la miró severo

—¿Qué sucede ahora, Evana? No digas que nada, no te creo.

Ella recordó todo.

—¿Tantas horas caminaste, donde estuviste? —exclamó con intriga—. ¿O con quien estuviste?

Ella sintió temor, pensó en Álvaro, quiso decir toda la verdad, y tuvo miedo, ¿Cómo reaccionaría Marcus?

—Caminé, ya te lo dije, solo quería aire.

—No te creo —espetó con recelo

—Pues no me importa, yo no sabía que vendrías temprano, es que como siempre estás en la empresa, es que como no tienes tiempo para venir a casa ni a comer, a pesar de tu promesa, pues claro, y seguro que te sientes muy feliz ahí, y al lado de quien tanto te importa,

—¿Y eso que rayos significa? —exclamó frustrado

—Significa nada, no necesito nada, ¡Vete! Anda, vuelve a tu única prioridad, a tu empresa y a tu gente, yo no necesito nada, estoy sola, y siempre lo he estado, puedo salir adelante sola.

Marcus la miró irresoluto, dolido por su forma de expresarse, tan confundido, no sabía que Evana se sentía de ese modo, observó que ella estaba casi llorando

—¿Por qué me dices esto? Intento todo el tiempo hacerte sentir bien…

—Ah, ¿Sí? ¿Cuándo? ¿Por qué hoy que me dejaste con la comida servida no parecía importarte mucho? Sí, se nota cuanto te importo —exclamó con decepción y dolor, Marcus se sintió fatal, al mirar sus ojos llenos de lágrimas, quería abrazarla a su pecho, daría todo por poder demostrar que tan importante era en su vida.

—Eres injusta, yo necesitaba terminar un trabajo… y…

—¿Y por eso te fuiste a comprarle regalos a Pilar el otro día?

—¿Qué? —exclamó desconcertado

—¿Creíste que no me enteraría? Todos lo saben, lo he escuchado todo.

—¡Por Dios, que tonterías dices! —exclamó

Ella se encogió de hombros, frustrada

Cuando los rayos de sol iluminaron la habitación, Marcus abrió los ojos, sintió esa frágil figura cerca de su pecho, una sonrisa furtiva escapó de sus labios, cuando vio el reloj y observó la hora tan tarde, se enderezó conmocionado, pasaban de las nueve de la mañana, él debía estar ya en la empresa, y no dormido aún, Evana abrió los ojos se quedó perpleja sin entender porque Marcus estaba ahí a su lado.

Él intentó levantarse, pero de pronto, sintió ella sujetó su mano con fuerza.

—Por favor, no te vayas, no me dejes.

Marcus se quedó conmocionado ante su petición, su lindo rostro adormilado, su sonrisa bella, y ese coqueteo tan suyo ahora lo volvía su esclavo, provocó que no pudiera moverse.

—Debo ir a trabajar…

—Pero… eres el jefe de todos, hay mucha gente que puede ayudarte con tu trabajo tan solo lo pidas, por un día que vayas, el mundo no acabará. Quédate conmigo —dijo con dulzura

Marcus sonrió, y acarició su rostro, dejó de pensar, y se recostó sobre la cama, ella se acomodó en su pecho, escuchando el latido de su corazón, y se quedaron dormidos, de nuevo.

Más tarde, el asistente de Marcus Ford fue a la empresa para decirle a Pilar que el señor no acudiría hoy, ella se quedó irresoluta, llenó de preguntas al empleado para saber sobre su jefe

—¿Está enfermo, tuvo algún accidente, acaso está mal? ¿Por qué no ha asistido a trabajar? —exclamó enloquecida

—¡Tranquila, señorita! Nada de eso, yo vi a mi jefe, salió con su esposa de paseo, él está muy bien, solo quiso consentir a su mujer.

Pilar bajó la mirada aturdida, aquello era un golpe al corazón.

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