Soy la esposa del tío de mi ex romance Capítulo 40

Evana admiraba el lugar, era un hermoso museo.

—Te traje a un lugar aburrido, ¿Verdad?

Ella negó ante su marido, tomó su mano, sonrió.

—En realidad, me gusta este lugar, pero, sabes, me gusta más porque estás conmigo.

—No creas que quiero estar lejos de ti, nunca, Evana, solo, el trabajo me consume, tampoco planeo ser un esposo al que no veas jamás, prometo que voy a arreglar mis tiempos para estar a tu lado.

Evana sonrió, sus manos se colgaron a su cuello, estaban tan cerca, él besó sus labios con dulzura.

Caminaron por el museo, y luego se sentaron a comer en el restaurante del lugar, bebieron un coctel, era un hermoso día.

—¿Por qué piensas que entre Pilar y yo hay algo?

Evana bajó la mirada, avergonzada.

—Yo… lo siento, escuché rumores.

Marcus rio de sus palabras.

—¿De verdad? No, Evana, soy todo menos un infiel y traidor, no pienso en ninguna mujer, que no sea la mía, sé que, tienes muchas razones para desconfiar de mí, sé que han roto tu corazón, pero sé cuanto duele la desconfianza, nunca te haría ese tipo de daño.

—¿Por qué lo dices? ¿Alguien rompió tu corazón?

Él bajó la mirada, luego sonrió.

—Tuve una novia, iba a casarme, éramos pareja desde jóvenes, y pensé que era la mujer con la que me casaría, me dejó antes de casarnos, cuando quedé en la ruina y papá me alejó de la empresa, pero, también supe que ella estaba con otro hombre, así que, nunca te engañaría, no te haría pasar por el mismo dolor jamás.

Evana tomó su mano, sonrió, confiaba en Marcus, lo sentía en su corazón.

Fátima bebía té en la terraza, admirando el día, cuando Stella y Nicol se acercaron a ella.

—Fátima, debemos hablar contigo.

La mujer los miró con duda

—No quiero más tragedias, mujeres, así que detengan su drama.

—Ningún drama, bueno, al menos sobre nosotras, lo que tenemos que decirte es grave, nos perjudica a todos.

Fátima las hizo sentar.

—¿Qué pasa?

—Sabrina está embarazada.

Los ojos de Fátima se abrieron enormes, no podía creerlo.

—¡¿Qué dicen?!

Fátima bajó la mirada, recordó que ya tenía sospechas sobre eso. Se levantó y las mujeres sonrieron al verla partir

—Mi hijo no compartirá su herencia con esa mujerzuela —dijo Stella sonriente, mientras Nicol celebraba con ella.

Marcus y Evana remaron en una lancha por el lago del campo, ella admiraba la frescura del día, los rayos tenues del sol

—Dime, Marcus, ¿Qué es lo que más odias? —exclamó

Él se acercó a ella, sonrió

—Mi amor, si te escuchan gemir, serán muy afortunados…

Evana no pudo hablar, sintió esos labios que besaban los suyos con lascivia y pasión, ella se sentó sobre él, la oscuridad del cielo nublado cayó, ahí no había nadie, solo ellos dos, Marcus había cubierto estratégicamente las ventanas con tela para no ser vistos, él la había despojado de su blusa, y besaba sus pechos, como un pequeño bebé sediento, ella gemía, estaba temblorosa y ardiente.

Marcus se bajó los pantalones, liberando su virilidad, levantó su falda, el espacio era tan pequeño para poder desnudarse con ligereza, ella introdujo su miembro en su interior, sintiendo ese placer, y esa humedad, ella comenzó a moverse, controlando el placer, mientras los besos de Marcus calentaban su piel.

—¡Ah! Estoy tan ardiente —exclamó Marcus, exigiendo más de ella, él también se movía—. ¿Qué has hecho conmigo? ¡Evana! siempre tengo ganas de ti, eres como una adicción.

Ella sonrió, besó sus labios

—¿Me amas? —preguntó ella acunando su rostro, observando esas pupilas tan grandes como deseosas, él se quedó sin aliento, y ella comenzó a moverse, una y otra vez sus caderas aceleraron el ritmo, provocando la locura en él, que no podía más, estaban descontrolados, piel contra piel.

Ella se movió más fuerte, más rápido y apretó entre sus piernas, de un modo en que Marcus se sintió excitado, tan vulnerable, a merced de semejante placer.

—¡Por Dios, sí, te amo!

Ella se movió más rápido y él la abrazó, comenzó a embestirla con más fuerza hasta que juntos gimieron tan fuerte ante tan delicioso y caótico clímax.

Se sentaron y recuperaron el aliento que habían perdido luego de su faena, ella sonrió, acunó su rostro y lo miró a los ojos con ternura, él la admiró, amaba ver sus ojos, perderse en ellos.

—Te amo, Marcus, sé que es pronto, pero, debes saberlo, es verdad, me enamoré de ti.

Él sonrió abrazó a su pecho, en medio de la tormenta afuera, ahí, era un paraíso de paz y amor, Marcus sonrió, siempre quería estar ahí, con ella.

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