Soy la esposa del tío de mi ex romance Capítulo 63

Sabrina caminaba por los pasillos buscando a Jonathan, cuando lo encontró en una esquina, platicando con un colega, ella pudo escuchar con claridad lo que hablaban, sin tener que esforzarse, esperaba que guardaran silencio para acercarse a él.

—¿Y qué tal va el matrimonio, amigo? —exclamó su colega

—Bueno, ahí va —dijo intentando olvidar el tema, pero fue inútil, su colega siguió en lo mismo.

—Debe ser muy difícil.

—¿Por qué lo dices? —preguntó Jonathan sin entender porque lo sabía, sin que él dijera algo.

—Bueno, el estar casado con Sabrina Ford, cuando me dijiste que te sentías locamente atraído por Evana Ford, la esposa de tu cuñado, debe ser difícil para ti, verla todo el tiempo y contener tu atracción.

Sabrina se quedó perpleja, sintió un dolor grande que aplastaba su pecho, se alejó tan rápido como pudo y temblorosa, sin seguir escuchando.

—Eso es el pasado, al principio claro que me sentí atraído por Evana Ford, ella es una mujer muy bella, pero eso es un error, ahora solo pienso en mi esposa, hemos tenido algunos problemas, nada insuperable, estamos en ese proceso.

—¡Oh, amigo, me alegro por ti! Tu esposa es muy bella y dulce, serán un gran matrimonio, mira no olvides que el primer año de casados es difícil, luego de ese año, todo será miel sobre hojuelas.

Jonathan sonrió, añoraba sentirse de esa manera feliz que todos decían que debía ser un matrimonio.

Sabrina caminaba pisando fuerte, sintiéndose desolada

«Aunque luche, nunca voy a conseguir un lugar en el corazón de mi marido», pensó

De pronto, chocó con un hombre, lanzando el café a su camisa.

—¡Oh, no, lo siento mucho!

Swift la miró impactado, hizo un gesto de dolor, pues el café estaba caliente.

—¡¿Lo he quemado?! Oh, lo siento, señor Swift.

Él esbozó una sonrisa suave y la miró con dulzura.

—No se angustie, un poco de calor, puedo soportarlo.

Miró sus ojos, notó algunas lágrimas en ellos, pero ella sonrió

—¿Está bien, señorita Sabrina? Perdón, señora Sabrina.

—Puede decirme solo Sabrina, por favor.

—Entonces, tú puedes llamarme Dante —dijo con una voz confiable, que Sabrina sintió que lo conocía desde hace mucho tiempo

Ella sonrió, pero el pudo ver aún algo de tristeza en su mirada.

—¿Sigues preocupada por Evana Ford? No lo hagas, ella está mejor, es una mujer fuerte, y admirable —dijo Swift

—Sí, ella es una mujer perfecta —aseveró Sabrina, aunque sintió algo de tristeza, al recordar que su propio marido se sentía atraído por ella

—Perfecta para Marcus Ford, era lo que él tanto esperaba, y me alegro de que hayan podido lograr estar juntos, hay tantas personas ahí queriendo separarlos, ojalá que nunca lo logren.

Sabrina sonrió.

—Lo sé, mi hermano la adora, y ella también lo ama, ella es buena.

Él la miró fijamente.

—¿Cómo va tu matrimonio, mejoró?

Ella se quedó perpleja, no esperaba tal pregunta.

—Lo siento, creo que me he pasado con esa pregunta.

—No te angusties, es complicado, el amor es algo difícil.

—No tanto como usted —sentenció

Andrés se acercó

—¿Qué haces, Fátima?

—Tu hija me ofendió.

La mujer se fue al instante, Sabrina se abrazó a su padre.

—Lo siento, padre, ella me vuelve loca de rabia, no quise ofenderla.

Andrés sonrió

—No te angusties, hija, Fátima tiene la cualidad de alterar a las personas.

Al día siguiente.

Álvaro estaba reunido a primera hora de la mañana con sus tres socios más leales.

—¿Entonces? ¿Van a animarse? Les pagaré más de lo que valen esas acciones, y aún más, cuando sea el presidente Ford, les daré tanto dinero, que no sabrán en que gastar.

Los hombres se miraron ambiciosos, sonrieron.

Todos firmaron aquella hoja, vendieron sus acciones a Álvaro Ford, sin siquiera tener el valor de informar a la junta directiva, ahora eran unos traidores.

Él les dio su dinero, sonrió.

«Al fin, querido tío, veamos como te sientes cuando sepas que a pesar de que lograste echarme de la empresa, ahora soy el socio con más acciones, no necesité nada de ti, y pronto, cuando te envíe a prisión, seré dueño de todo, la fortuna Ford, la presidencia de la empresa y tú amada Evana, estarán en mis manos», pensó

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