Evana caminó al jardín, sentir que le faltaba el aire, sintió el viento refrescar en su piel, miró al cielo, pensó en su bebé, imaginó su vida si lo tuviera, todo lo que quiso en su vida fue ser madre, su madre murió siendo pequeña, así que vivió soñando en ser la madre que no pudo conocer, sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Evana, acabo de enterarme, estoy tan consternado como tu —dijo Álvaro, aunque en su voz había un tono de burla, que no le pasó desapercibido
Evana limpió las lágrimas que habían derramado sus ojos, no lloraría delante de su peor enemigo, no le daría ese gusto.
—No sé de lo que hablas —dijo con desdén, fingiendo que nada le importaba
—Del hijo bastardo de Marcus, debe ser tan difícil para ti, me dejaste a mí por infiel, ¿Y que obtienes? Un hombre que tiene un hijo regado por el mundo, no creas que Marcus no lo sabía, él siempre amó a Frida, ahora que ella ha vuelto, creo que sabes que sales sobrando.
Evana alzó la barbilla, le miró con rabia
—Yo nunca salgó sobrando, sobrino, no olvides cual es mi lugar, soy la esposa de Marcus.
—¿Cuánto tiempo crees que tarde en pedirte el divorcio? ÉL querrá darle una familia a su hijo, por lo tanto, Frida obtendrá tu puesto, tú no has dado ningún hijo, Evana, creo que tú vientre es estéril.
Evana se acercó a Álvaro con odio, abofeteó su rostro tan fuerte que él no pudo reaccionar.
—El único infértil eres tú y tu corazón, tú no tienes alma, ni amor, Álvaro, eres un monstruo, un demonio.
Él negó.
—Y te equivocas, porque, aunque lo dudes, yo te amo a ti, mi corazón aún late por ti.
Evana se burló de él, ella jamás creería en el falso amor de Álvaro, ninguna vez más.
—Nunca.
—¡Álvaro! ¿Qué quieres aquí? Deja en paz a mi mujer.
—Hablábamos de tu hijo, y de como eventualmente dejarás a Evana para darle a Frida el lugar que le corresponde como la madre de tu hijo.
—¡Vete al infierno! —exclamó Marcus enfurecido
Álvaro se alejó de ellos, pero sonrió, se sentía victorioso.
Marcus observó a Evana, no supo que decirle, se sentía tan avergonzado con ella.
—Estoy agotada, iré a dormir.
La vio seguir el camino a la habitación y fue incapaz de quedarse ahí.
Evana entró a la habitación, se sentó al borde de la cama, estaba cansada, limpió su rostro, y se cambió con rapidez por su vestido de dormir.
Se negaba a llorar, cuando Marcus entró en la habitación ella hundió la mirada, no podía verlo, sin sentir que su corazón está roto.
Él se puso frente a ella, recargado contra la pared, ninguno decía nada, un silencio estaba entre los dos, como un muro imposible de derribar.
—Dime que seré tuya por siempre.
Él sonrió sus ojos eran oscuros, eran profundos.
—Tú eres mía, desde antes del inicio de todos los tiempos
Él la despojó de su vestido, acarició sus pechos primero con sus grandes manos, luego con su lengua, haciéndola estremecer ante la fuera de su caricia, la recostó, se puso encima de ella.
Comenzó a adentrarse en su cuerpo, fueron uno solo, la embistió con prisa, con fuerza. Sus manos estaban entrelazadas, él escuchó sus gemidos y jadeos, que le confirmaban sus ganas de amar, siguió torturándola con bendito placer, mientras ella jadeaba con su nombre entre los labios, sus piernas aferrándose a su cintura.
Hasta que llegaron al éxtasis, sus cuerpos convulsionaron, cansados de tanto amar, abrazados, mirándose uno frente al otro.
Luego de la pasión volvieron a la realidad, ella acunó su rostro.
—No dejaré que nadie destruya nuestro amor, jura que nadie se interpondrá en este amor.
Él sonrió
—Lo juro, tú eres mi guía, Evana, yo solo veo por tus ojos.
Ella se abrazó a su pecho, escuchó los latidos de su corazón, eran su canción de cuna favorita.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Soy la esposa del tío de mi ex
Buenas tardes: espero esten bien, cuando suben mas capitulos......