Soy la esposa del tío de mi ex romance Capítulo 88

Marcus empujó a su madre, se desesperó al ver lo que hacía, tanto que no midió su fuerza, la mujer cayó al suelo, perpleja al ver a su hijo ahí, no esperó que él llegara para verla hacer algo así.

Cuando Marcus comprobó que Evana estaba bien, sintió su pulso y respiración.

Sus ojos se fijaron en su madre, ella se levantó del suelo, lo miró con temor, un brillo en sus ojos denotaba que estaba al borde del llanto.

—¡¿Cómo puedes ser tan cruel?! ¿Cómo puedes ser mi madre? —exclamó, incluso la voz de Marcus estaba rota de dolor al pensar que la mujer que le dio la vida podía ser tan ruin.

—Hijo… no es lo que parece, yo…

Marcus dio un par de zancadas hasta estar frente a ella, la tomó de los brazos, la apretó con fuerza, miró sus ojos severos, ella nunca vio tanto odio en una mirada como ahora.

—Tú fuiste, ¡sé que fuiste quien drogó a mi esposa, la puso en la cama con otro, no cualquier otro, el esposo de mi hermana! A quien lo secuestraste, y le diste droga, ¡Eres una malvada! Papá estaba en lo correcto, ¡Como pudimos ser tan ciegos ante ti? ¡Eres mala, pero ahora, se acabó!

—¡No, hijo, no!

—¡La lastimaste solo porque querías la fortuna Ford! —exclamó

—¡No! No fue por la fortuna, es porque ella no te merece, eres demasiado para ella, Evana no es nada para ti.

Marcus la soltó, sus ojos derramaron lágrimas, solo entonces, Fátima reconoció que contó la verdad.

La enfermera con personal de seguridad entró.

—Esta mujer fue quien drogó a mi esposa, llamen a la policía, debe ir a donde pertenece; a la cárcel.

Los ojos enormes de Fátima miraban a su hijo con dolor.

—¡Marcus!

La mujer fue llevada por los guardias, hasta los policías, fue detenida.

Marcus se acercó a su esposa, la enfermera le indicó que ella estaba bien.

—Por hoy no va a despertar, pero mañana la verá, estará bien.

Marcus asintió, besó su frente con ternura.

La enfermera salió.

—Oye, mi pequeña, despierta pronto, mis brazos te extrañan, igual que mis ojos, y mis labios te anhelan, mi cuerpo llora por ti, te necesito, te adoro; te amo.

Besó su mano, salió de ahí.

—¿De verdad irás a denunciar a tu madre, hermano?

Marcus tenía la mirada perdida.

—Sí, no voy a dejar que nos siga destrozando, mi padre solía decir una cosa cuando íbamos a acampar; “si encuentras a una serpiente pequeña, no dudes en matarla, porque ahora es inofensiva, despues, si la dejas crecer en tu camino, cuando sea grande te matará”

Sabrina abrazó a su hermano, luego él fue a la estación de policía.

Estación de policía.

Marcus ratificó su denuncia, Álvaro recién llegaba, al hacerlo empujó a Marcus, y este respondió con la misma violencia, pero los policías los separaron.

—¡Contrólense, o los encerraremos a ambos!

—¿Cómo puedes hacerle esto a tu propia madre? ¡Todo por una vil mujerzuela!

—¡Cállate, Álvaro! Juro que has tenido que ver.

Álvaro no evitó ponerse nervioso, sus manos se volvieron temblorosas, el hombre tragó saliva.

—Un día te veré hundido.

—Incluso en el infierno, volveré por ti, Marcus, por todo lo que amas, ¿sabes por qué? ¡Porque te odio con toda mi alma!

Marcus le miró perplejo, vio ese odio brillar en sus oscuras pupilas, esbozó una sonrisa socarrona.

—No me importa, al final, querido sobrino, yo tengo todo lo que tú no, tengo dinero, la empresa, prestigio, pero todo eso no importa, comparado con mi verdadera fortuna, mi amada esposa y su gran amor, él que tú tenías, y no valoraste.

Marcus sonrió, observó el rostro de Álvaro al borde del colapso, él tomó su auto, se fue, mientras Álvaro permaneció.

—Nunca te dejaré ser feliz con lo que era mío, ¡Maldito! —exclamó apretando sus puños con fuerza.

En el hospital.

Marcus volvió al hospital, quería ver a Evana, apenas llegó, le indicaron que ella despertó, podía verla.

Él no lo pensó, subió tan rápido a su habitación, al entrar, la enfermera salió, le indicó que dejaron la cena, pero ella no quiso comer.

Marcus miró a Evana, ella tenía hundida la mirada, pudo ver que su rostro estaba cubierto de rubor, expresando su vergüenza, las lágrimas estaban por caer.

Él se acercó, levantó su barbilla.

—¡Juro que nunca te engañé! Juro que no lo hice.

Marcus la miró con tristeza, odiaba ver como la maldad de otros los alcanzaba, la abrazó a su cuerpo con fuerzas.

—¡Mi amor, lo sé, perdóname! Sé todo, y quien te quiso lastimar está tras las rejas, permanecerá ahí, lo lograré, te amo, Evana, nadie podrá separarnos.

Evana rompió en llanto.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Soy la esposa del tío de mi ex