Soy la esposa del tío de mi ex romance Capítulo 9

Su lengua acariciaba la suya, un calor impregnó su cuerpo, Evana luchó por desprenderse, pero se dejó seducir por su dulce beso apasionado.

Pronto su agarre se volvió leve, cuando ella pudo recordar, ya no era un beso forzado, también correspondía, le gustaba el sabor y la forma de su beso.

Se miraron a los ojos, él se recostó al lado de ella, en la cama, respiró profundo, sus ojos se cerraron, se quedó dormido.

Evana respiró profundo, sintió el calor disminuir en su cuerpo.

Se quedó dormida.

A la mañana siguiente.

Ella fue la primera en despertar, se levantó de la cama y fue a vestirse, al salir, él estaba despierto.

Ella trajo un vaso con agua con pastillas para curar el dolor.

—Beba, le pasará el malestar.

Él sonrió, bebió y tragó la pastilla, ella puso el vaso en una mesa.

—¡Qué buena esposa me conseguí! —dijo con algo de ironía, ella lo miró con duda, desvió la mirada.

—No vuelva a entrar a mi habitación sin invitación, señor Ford —sentenció.

Dio la vuelta, cuando sintió que ese hombre tomó su brazo, devolviéndola a él.

—¿Señor Ford? Ahora soy tu marido, querida, trátame como tal —una sonrisa burlona estaba en sus labios, sintió que su cuerpo se estremeció ante él.

—¿Eso que significa? —exclamó asustada.

Él no dijo nada.

—Iremos al club Hípico, alístate —sentenció.

Club Hípico.

Álvaro estaba ahí, sentado al lado de Vera.

—Tal vez no han llegado porque ayer tuvieron una noche pasional…

—¡Ya cállate, Vera!

Ella se puso roja como un tomate, sintiendo las miradas de todos sobre ellos, ante ese cruel grito.

Stella se acercó.

—Hijo, ¿Qué sucede?

—¡Está mujer me desquicia!

Vera hizo un puchero a punto de llorar.

—¡Contrólate, mujer, no llores! Tú también, hijo querido, mira a tu abuelo, si él ve algo mal en ustedes, podría elegir al tonto de tu tío como presidente y no a ti.

Álvaro sintió rabia, pero cuando alzó la vista, vio a Marcus Ford entrando de la mano de Evana, sintió su estómago revolverse de furia.

Parecían una hermosa pareja enamorada y sonriente.

Los nuevos esposos capturaron la atencion, ella portaba un vestido de primavera, tenía un estilo único que hizo que la gente la admirara y la considerara.

—Hijo, Bienvenido.

Fátima lo saludó, y miró a Evana, besó su mejilla al sentir que todos los empleados de la empresa Ford las veían.

Estaban por tomar asiento cuando aquella mujer se acercó a ellos.

—Bienvenido, señor Ford, ¿Quiere que le traiga algo de beber?

La mirada de la mujer parecía brillante y embelesada cada vez que miraba a Marcus, eso no pasó desapercibido para Evana, que sintió algo en su interior, algo que le causó recelo, no le gustó.

—No, gracias, Pilar, te presentó a mi esposa Evana Ford. Evana, ella es mi asistente.

—Ha sido un honor trabajar en la empresa, es como un árbol que planté, y que hoy me da frutos, puedo sentarme y disfrutar de la sombra, ahora debo confiar en que mi sucesor, cuidará al árbol como lo hice yo, eso me pone nervioso; Marcus, Álvaro, son mi orgullo, cualquiera que gane la presidencia, estaré feliz por ustedes. A mis fieles ejecutivos y empleados, gracias.

Aplaudieron.

Fátima invitó a los presentes a la cacería, Evana fue a ponerse ropa para montar a caballo, en los vestidores vio a Stella, la escuchó hablar con Vera.

—Fátima siempre elige a una pareja que baile con ella cuando ella baila con el señor Ford, y siempre que elige a un ejecutivo, suele subirlo de puesto.

—¿A qué va esto? —exclamó Vera ignorante

—A que es muy probable que mi suegra elija hoy a quien le dará su voto de la presidencia, ella debe cederles el baile a ti y a mi Álvaro, ¿Entendiste?

Vera asintió, y salió de ahí.

Evana sonrió al escuchar todo, escondida, luego salió como si fuera algo casual, Stella la vio, la tomó del brazo y la hizo a un lado.

—¿Crees que tienes una victoria, Evana Ford? Pagarás caro la traición a mi hijo.

—¿Traición? Su hijo se enredó con Nicol desde antes de mi embarazo, mientras mi hija acababa de morir, él me engañaba.

—¿Crees que no lo sabía?

Evana alejó su brazo de ella, la miró con rabia, sentir que no le importaba siquiera la memoria de su nieta, le dolía.

—¿Usted que tiene en la sangre? No le importa ni su propia nieta…

La mujer pellizcó su mejilla, la miró con rabia.

—¡Despierta! Nunca me importó, no quería que mi Álvaro tuviera hijos con una mujerzuela contigo, me alegro de que tu bastarda esté muerta ahora.

Evana abofeteó el rostro de la mujer con gran fuerza, Stella la miró impactada.

—¡Evana! —la voz de Andrés junto a Álvaro la tomaron desprevenida.

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