Soy la esposa del tío de mi ex romance Capítulo 96

Los ojos de Evana lloraban, le miraba con profunda decepción, Marcus sintió por fin el dolor de sus propias palabras que golpeaban su interior.

—¡Evana!

—¡No voy a matar a mi hijo! Lo amo, no importa nada, no me pidas algo tan horroroso.

Evana salió de prisa, casi corriendo.

Marcus solo bajó la mirada.

—¡Marcus! ¿Qué haces? ¡Ve detrás de tu esposa!

Marcus reaccionó al instante, corrió tras Evana.

Jonathan miró al CEO

—Quiero que me diga donde puedo localizar al doctor Redcliffe, es realmente una urgencia como puede ver.

El CEO se puso a investigar, mientras Jonathan permaneció en esa oficina, estaba angustiado, pensó en Evana y Marcus, merecían ser felices, y que nada, ni nadie se atreviera a separarlos nunca.

Respiró profundo, hasta que el CEO volvió, estaba apurado.

—Redcliffe se encuentra lejos, está en la bahía blanca, lo siento, señor.

—Pero, tiene la dirección.

—E hombre asintió, y le escribió la dirección donde vivía, así como el hospital donde ahora estaba trabajando.

—Lamento mucho lo que pasó.

—Espero que sea un malentendido, si es así, nos sentaremos a hablar de una disculpa, pero si no lo es, créame que emprenderemos acciones legales, la familia Ford no tolerará algo tan cruel.

Jonathan se levantó y salió de ahí, dejando al CEO con una gran angustia en su interior.

Evana caminaba sin rumbo, sus ojos se volvieron llorosos, su corazón se sentía roto, iba por un parque, sintió sus manos sobre sus hombros, pero las alejó, siguió de largo, hasta que sintió como las manos de Marcus se abrazaron a su cintura, sintió su aliento en su oreja, ella lloraba, quería alejarlo.

Él la giró para mirar su rostro, no hubo una sola palabra de su boca, pero ella pudo ver sus ojos, ¡estaba llorando! Eso la dejó perpleja, Marcus no era ese tipo de hombre que llorara solo porque sí, solo una vez, cuando su corazón estuvo roto lo vio llorar, eso solo podía significar una cosa.

No la dejó reaccionar, la cargó en sus brazos y la llevó consigo.

Era tan fuerte, que ella le pareció una ligera pluma.

Marcus la metió en el auto, y el chofer condujo a casa, Evana no quiso ver a Marcus, miró por la ventana, limpiaba sus lágrimas cada vez que corrían por su rostro.

Marcus sintió tristeza, odiaba hacerla sufrir.

Al llegar a la mansión Ford, Evana bajó rápido, entró a la casa, y fue directo a su habitación.

Al verla llegar, Sabrina pensó lo peor, vio a su hermano, ella dejó al bebé con la niñera, lo siguió a su despacho.

—¡Marcus!

—¡Ahora no!

—Hermano.

Marcus se giró a mirarla, lloraba, Sabrina tuvo miedo, él la abrazó.

—¿Qué pasa? No, dime que…

—Puede ser que ese niño sea hijo de Álvaro, no puedo más, odio a Álvaro, si pudiera matarlo con mis manos.

Sabrina acunó su rostro.

—No lo hagas, hermano, date cuenta de que Álvaro es un ser monstruoso, tendrá su karma, no dejes que domine lo bueno en ti.

—¿Y cómo? No puedo aceptar un hijo de ese miserable.

Sabrina bajó la mirada, lo entendía, claro que lo entendía.

—Entonces, ¿aceptarás una vida sin Evana? ¿aceptarás alejarte de la mujer que amas?

Marcus la miró con horror.

Los ojos de Stella se abrieron enormes.

—¡Álvaro! ¿Qué dices? Pero…

—Evana va a tener un hijo, y es mío, pagué mucho dinero para que la inseminaran con mi esperma, y no con el de mi tío, así que seré padre.

—¿Qué dices? —exclamó Nicol—. ¿Cómo pudiste hacerme esto? ¡Dijiste que Evana no te importaba! Querías quitarle el dinero, querías divorciarte.

Nicol estaba golpeando su pecho, él la tomó de los brazos con fuerza.

—¡Cállate! Quería ser el presidente de la empresa Ford, pero gracias a ti, no lo logré, nunca lograste ser mejor que Evana, nunca lograste llegar ni a pisar sus talones, así que no vengas y digas estupideces —él la abofeteó, hasta hacerla caer, la mujer se golpeó el vientre, y chilló al sentir dolor—. Me largo, ni en mi casa puedo tener algo de paz.

Álvaro salió de ahí.

Stella miró a la mujer con algo de temor.

—Ya levantarte, Nicol.

—¡Me duele, mi bebé ya va a nacer! —exclamó Stella vio el liquido en el suelo, la fuente se había roto, respiró con rapidez, llamó a una ambulancia.

Nicol tocó su vientre, dolía demasiado, lanzó un grito. No podía soportarlo, recordó todo el daño que hizo en el pasado.

«Es mi culpa, yo elegí a ese miserable, al final lo perdí todo por un hombre que nunca me amó», pensó

Pronto llegó la ambulancia, ella fue llevada, cuando el camillero miró a Stella, ella se quedó dónde estaba

—¿No vendrá, señora?

La mujer le miró incrédula.

—¿Yo? No, no iré, esa mujer no es nada mío, solo es la esposa de mi hijo, pero para mí es nadie.

El paramédico la miró impactado, no podía creer su crueldad, luego subió a la ambulancia, y se fueron.

Stella se cruzó de hombros, en el fondo sentía deseos de ir con Nicol, quería saber de su nieta, pero su corazón era helado, como el de su hijo.

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