Me llamo Livia y tengo 33 años, estoy casada 11 años con Carlos y no tenemos hijos. Vinimos a vivir en Palmas - TO pues fui transferida para acá en mi trabajo, soy profesora concursada y mi marido es camionero. Siempre fui muy elogiada y nunca me faltaron pretendientes durante la vida, nos llevamos bien y decidimos casarnos.
Era un lunes y yo estaba sacando la basura, llevaba un pantalón corto y una blusa simple, miré a la casa de al lado y un camión de mudanzas estaba parado en el frente. Como cualquier persona normal, despertó mi curiosidad.
Esa casa llevaba más de un año sin habitantes, un auto plateado se detuvo frente a la casa y de dentro salió un hombre hermoso. Moreno, alto y de porte atlético...de aquel tipo que juega a perder con la mente de cualquier mujer de ese mundo, luego de él, una niña de aproximadamente unos 10/12 años también salió del coche y por la semejanza física solo podía ser hija de él.
Esperaba que su esposa también apareciera, pero afortunadamente eran sólo ustedes dos. Él me sonrió y yo asentí con la cabeza en un saludo discreto, entré y estuve pensando en ese hombre todo el tiempo.
¿Está casado o es el tipo de soltero con una hija para llevar el equipaje? No sé, el hecho es que nunca había sentido tantas ganas de saber más sobre un hombre que no era mi marido.
Carlos - ¿Te has enterado de los chismes de la calle?
Livia - ¿De los nuevos vecinos?
Carlos - Eso, dicen que el tal tipo es ex guerrillero y lleno de enemigos. Hasta perdió a su esposa a causa de un ajuste de cuentas.
Así que las posibilidades de que estuviera solo aún existían, si mi marido pensaba que el pasado disminuiría de alguna manera el poder que ejercía sobre mí, estaba equivocado.
Carlos - ¿Te vas a quedar ahí mirándome sin decir nada?
Livia - Ya que tiene un pasado tan sombrío, es mejor que nos alejemos, ¿no?
Carlos - Por supuesto, voy a ir amor, este viaje será más corto y volveré en dos días si todo sale bien.
Él me dio un sillón aburrido y fue, quedarse en aquella casa sola era una dura rutina. Como estábamos en medio de la pandemia del covid, los alumnos se quedaban viendo mis clases por el portal de la escuela. Me hacía falta salir un poco y tener con quien conversar cara a cara, calor humano e incluso estresarme con eso.
Ni siquiera me preparé el almuerzo, cocinar para una sola persona no tenía sentido. Puse algo de ropa en la lavadora, oí música country en el último volumen hasta que dormí en el sofá. Me desperté casi saltando al oír que golpeaban la puerta, miré el reloj de pared y eran las 5:12 de la tarde.
Abrí la puerta y...
Hugo - Buenas tardes vecina, me llamo Hugo. ¡Mucho gusto!
Wow, estaba mucho mejor así de cerca. Tenía una ligera barba lo que le daba aún más encanto y sensualidad, miré su boca y luego fui descendiendo por todo su cuerpo.
Livia - Yo...yo...me llamo Livia, ¿en qué puedo ayudarte?
Hugo - ¿Puedes prestarme una extensión eléctrica? Si tienes una.
Livia - Claro, entra y espera un instante que ya voy a traer.
Noté que él también me miraba de manera incisiva, mis pechos estaban rígidos y marcaban bien el tejido fino de la blusa que yo llevaba. Fui hasta la despensa y en medio de telarañas, encontré la bendita extensión, volví a la sala y le entregué que apenas disimulaba lo excitado que estaba...
¡Tomó mi mano con un toque suave, sonrió maliciosamente y por poco salté sobre él una y otra vez!
Hugo - Muchas gracias vecina, si necesitas algo...cualquier cosa, estoy a tu disposición.
Sonreí tímidamente y la voluntad que tenía era de besar mucho aquella boca y morder todo su cuerpo definido. Cerré la puerta, me excité al imaginar que probaba algo diferente de lo que mi marido me ha dado todos estos años de matrimonio.
Fui a darme un baño para tratar de apagar el fuego, pero sabía que tenía que sacar todo el deseo que aquel desconocido había despertado en mi cuerpo. Deslicé la esponja enjabonando mi cuerpo hasta llegar entre mis piernas, acabé masturbándome deliciosamente al imaginar los labios desbravando mi coño.
Deslizándome los dedos por el clítoris en un movimiento constante de ida y vuelta, tiré parte de la erección acumulada en ese encuentro. Cómo me gustaría correrme en esa barba y probar el sabor de esa enorme polla que estaba dura sólo de verme. Me sequé y envuelta en la toalla atendí una llamada insistente de mi hermana.
Livia - ¿Hola?
Diane -¿Cómo van las cosas?
Livia - ¿Mejor imposible y los niños han viajado alguna vez con su padre?
Diane - Sí y confieso que estoy llamando para intentar sacar el foco de la enorme preocupación que se apoderó de mí en cuanto salieron de aquí.
Livia - Tienes que entender que Nelson es el padre y tiene derecho a estar con ellos.
Diane - Lo sé, pero el corazón de una madre no se calma nunca.
Livia - Y te preguntas por qué no quería tener hijos con Carlos.
Diane - ¿Todavía hay tiempo para pensar mejor en el asunto, pero él te ha buscado con más frecuencia en la cama?
Livia - ¡No tanto como me gustaría! y aún más ahora, teniendo como vecino a un dios griego.
Diane - Y por su tono parece muy emocionada, ¿sería capaz de engañar a su marido?
Livia - No puedo decirlo.
Diane - Con esa respuesta ya lo has confirmado.
Yo sonreí y después de hablar tantas tonterías más apagamos y ya había oscurecido, fui a secarme el pelo y cuando miro al suelo de la sala mi corazón se dispara en cuestión de segundos. Una rata gris gigante corriendo entre los dos sofás, grité y salí corriendo por la puerta principal y abrí la puerta.
Golpeé la puerta de la casa de Hugo y él se abrió, me dio una mirada de abajo hacia arriba en cámara lenta.
Livia - Perdón por venir así hecho una loca llamar a tu puerta, pero es que hay un monstruo en mi casa y no tengo coraje de entrar ahí de nuevo.
Hugo - ¿Un monstruo?
Livia - Sí, por favor tienes que ayudarme.
Hugo - Claro, vamos ahora mismo a ver ese tal monstruo, debe ser muy terrible para la dueña salir así, semidesnuda.
Hugo se lamió sus propios labios, un verdadero canalla y sé que se estaba riendo mucho por dentro a costa de mi susto. No quería arriesgarme a toparme con ese ratón.
Livia - ¡El ratón estaba aquí abajo en mi sofá!
La peste del ratón corrió de nuevo y con tres picos ese roedor fue noqueado.
Hugo - ¿Todo ese miedo por un simple ratón?
Él vino y me abrazó por la cintura para bajarme de la mesa de centro, deslicé todo mi cuerpo en el suyo y nos miramos jadeando de deseo.
Nos besamos y él me sostuvo en la pared del box, guiando su órgano dentro de mí y comenzando a meter fuerte. Mi cuerpo era proyectado hacia arriba y hacia abajo con la fuerza de las estocadas, cada una más caliente que la otra...yo le arañaba la espalda para demostrar cuánto estaba adorando ser castigada en el coño.
Me hacía pellizcos en los pezones y me volvía aún más loca de excitación, de repente se cansaba y entonces era mi turno de moverme y bailar sobre ese palo. Crucé mis piernas alrededor de la cintura de él y apoyada con las manos en su cuello Quijé desesperadamente hasta buscar mi gozo una vez más, Hugo me apretó contra la pared y mordió mi boca.
Hugo - Me encanta sentirte gozar por toda mi verga.
Me dio una bofetada en la cara y yo sonreí.
Livia - Ahora es mi turno de ganar leche.
Empecé a saltar de nuevo, Hugo empezó a jadear como un caballo sintiendo que iba a mandar semen dentro de mí una vez más.
Hugo - ¿Vas a hacer que me corra?
Livia - Va goza delicioso en su putita va!
Al oírme suplicar él no resistió y gozó hasta sentir sus propias piernas temblorosas, aún estocando lentamente hacia adentro hasta secar las bolas. Nos besamos mientras yo sentía ese elixir de color blanco y grueso, descendiendo por mis muslos y siendo lavado por el agua caliente de la ducha conectada.
Hugo - Me he enganchado a ti, no sé qué haremos con tu marido...pero vas a tener que dármelo todos los días.
Yo sonreí y nos besamos, aquella noche dimos dos más y dormí satisfecha como nunca antes. Acostada sobre el pecho de ese desconocido supe que no podría estar sin esa deliciosa dosis de placer todo el tiempo. Desperté antes que él y preparé nuestro desayuno...apenas terminamos de tragar y él ya vino agarrando mi culo con ganas y oliendo mi cuello, bastaba que nos sentáramos para que yo me mojara toda y su polla creciera. Comencé a masajearlo sobre la calma, cuando oí el sonido de la llave ser metida en la cerradura...
Livia - Sólo puede ser mi marido, nadie más tiene llave.
Hugo - ¿Y ahora qué?
Livia - Va debajo de la cama.
Corrió a su habitación y se escondió.
Carlos - Princesa, ¿aún en camisón?
Livia - Sí, tuve una noche terrible y ustedes, no dije que iba a viajar por dos días.
Carlos - Vine sólo para recoger más ropa, me mandaron para más lejos y tendré que quedarme por lo menos unos 15 días.
Livia - ¡Vaya, qué pena!
Lo ayudé a buscar más ropa y meterla en el maletero, antes de salir vino a darme un beso y me lo di.
Carlos - Hasta la vuelta amor.
Livia - ¡Hasta luego!
Él salió, cerré la puerta y tomé un vaso de agua para ayudar a bajar ese tremendo susto. Me agarré de la cintura y mis nalgas se apoyaron en esa polla dura mientras me daba una corbata con su boca en mi oreja.
Hugo - ¡Después de esos 15 días, vas a pedir el divorcio a ese idiota para que se siente solo en mi polla!
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