Me llamo Ana y tengo 42 años, soy viuda desde hace tres años y vivo sola porque sólo tengo una hija ya casada que vive en otra ciudad. Desde que me quedé sola no he querido volver a involucrarme con otro hombre en mi vida, supongo que por miedo a sufrir o a no funcionar.
Estaba poniendo algo de ropa en la lavadora cuando esa mierda se fue para siempre. Di unas tres patadas seguidas, parece que mala suerte se había instalado en mi casa, era fregadero atascado, lavadora rota y puerta del armario soltando.
Mi vecina Malu me llamó a la puerta, salí intentando deshacer la cara de rabia que yo estaba.
Malu - Toma aquí tu licuadora y muchas gracias.
Ana - ¡De acuerdo!
Malu - ¿Qué era una mujer, qué cara atada es esa?
Ana - Poxa, lo difícil que es vivir sin un hombre en casa. Es lavadora que se rompe, es el fregadero que obstruye...
Malu - Es la falta de sexo!
Ana - Déjate de tonterías, estoy hablando de cosas prácticas.
Malu - Si ese es tu problema, es fácil de resolver...voy a pedirle a Bernardo que venga aquí él es marido de alquiler.
Ana - ¿Un marido de alquiler? ¿Crees que soy una puta?
Malu - Un marido de alquiler es una profesión, y no es eso lo que usted está pensando no. Realizan reparaciones, reparaciones...todo lo que necesitas. ¡Sin sexo, por supuesto!
Ana - ¿Sí? Entonces pídele que venga aquí qué servicio es el que no va a faltar.
Malu - Bien, le digo que venga mañana mismo.
Llevé la licuadora adentro, hice algunos salados pues trabajo con pedidos. Al final del día ya estaba cansada, tomé un baño largo y antes de acostarme fui a ver una película para adultos. Estaba mojada viendo a esa pareja hacer un 69, que me hacía sentir que alguien me la chupaba hasta derramarla por las piernas de placer. Saqué mi vibrador de mi armario y lo puse a trabajar en mi parrilla, y me corrí muy bien una y otra vez, imaginándome a mí mismo en el lugar de esa actriz hasta que me dormí toda la melaza. Me gustaba dormir estando así, me acordaba de cuando tenía un macho a mi lado y me hacía dormir así.
Al día siguiente me levanté y tomé un baño, me puse un vestido suelto porque estaba un calor arretado. Aplaudieron delante de casa y yo salí con los ojos cerrados por la claridad.
Bernardo - Buenos días dueña, me han dicho que la señora necesita de mis servicios.
Ana - Buenos días muchacho, voy a abrir la puerta. ¡Sólo un momento!
Cogí la llave y fui a abrirle la puerta, era alto fuerte y tenía bigote. Llevaba un traje simple, pantalones vaqueros, camisa azul y un maletín grande que debería tener mil y una herramientas.
Bernardo - ¿Por dónde vamos a empezar?
Me perdí mirándolo, era muy bonito.
Ana - Lo siento, estaba distraída. Puedes empezar con la lavadora...
Lo acompañé a la gasolinera y le mostré dónde estaba.
Bernardo - Está bien, voy a echar un vistazo!
Lo dejé ahí sacando las herramientas de la maleta, recordé la escena de la película de ayer y cómo me encantaría correrme en la boca de ese hombre. Déjate de tonterías, ya te has retirado del sexo y tienes que aprender a vivir sin. El hecho es que me mojé, ya que no tenía nada mejor que hacer y él estaba allí trabajando y no me molestaría fui a mi habitación y tomé mi juguete y consuelo de todos los días. Me acosté en la cama e incluso sobre las bragas lo puse en el coño y para vibrar en el modo más intenso, tuve un gran orgasmo e incluso dejé escapar un gemido.
Miré hacia la puerta y vi a ese hombre parado y con la polla dura dentro de los pantalones.
Ana - ¿Qué estás haciendo aquí?
Cerré las piernas muy rápido e intenté esconder el vibrador.
Bernardo - Vine para saber si puedo pedir una válvula nueva para la máquina.
Él sostenía la risa y yo estaba muy avergonzada, quería que el suelo se abriera y me tragara con él.
Ana - Puedes, puedes sí. Cómpralo y después yo te doy el dinero.
Dio unos pasos hacia la habitación, me puse nerviosa porque su polla aún estaba dura y parecía grande.
Bernardo - Prefiero que me pague de otra forma.
Bernardo - Qué mujer sabrosa...delicia demasiado.
Ana - ¡Se corrió bien!
No se lo quitó hasta que salió la última gota, me dio la vuelta y me encantó sentir la leche espesa bajando por mis piernas.
Ana - ¿Vamos a tomar un baño?
Bernardo - Vamos.
Vi el anillo enorme en su dedo izquierdo, pero no importa y todo lo que quiero es ese palo dentro de mí. Entramos al baño y ya nos besamos, él chupó cada pico de mis tetas mientras me agarraba el culo con ganas.
Bernardo - ¡Qué cachonda de mujer!
Se bajó y cayó de lengua en mi coño empapada, chupó lamió y yo gritando de erección y temblando las piernas. Él me miró haciendo cuestión que yo viera su bigote melado de mi sabor, me dio la espalda y en esa posición metió la lengua en mi culo y con el pulgar me masturbaba el coño...
Bernardo - Tu juguete no hace eso, ¿o sí?
Ana - Carajo, que macho bueno. Lame mi culito va.
Yo le apretaba la cabeza enterrándola en medio de mi trasero, nunca imaginé que una lamida allí fuera tan deliciosa. Comencé a temblar de nuevo y proyecté el cuerpo hacia adelante pues aquella corrida con un oral en el culo era la cosa más fuerte que jamás sentí...él acompañó mi movimiento con la cabeza haciéndome gozar más y más fuerte sin parar de lamer mis pleguitas del ano y la coño melada. Después de casi llorar de tanto placer él se levantó y levantó mi pierna lazando su cadera, me penetró lentamente y me cogió fuerte hasta engullirse de nuevo en gozo besando mi boca y mordiendo mi oreja.
Ana - ¡Folla más!
Bernardo - Voy a acabar, voy a gozar tomaaaa.
Se corrió adentro otra vez y me encantó, estaba dispuesta a llamar a ese marido de alquiler todos los días para llenarme de leche todo el tiempo. Aún dentro de mí...
Bernardo - Estoy disponible 24 horas para usted y si no quiere pagarme no importa, aliá yo hasta pago para trabajar para usted.
Le di un beso en la boca, y siempre viene a hacer "reparaciones" aquí en casa.
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