− ¿Se te perdió algo? Jack la había pillado mirándolo sin descaro, no tuvo otro remedio que levantarse toda apenada y mirar hacia otro lado.
− ¡Metete en el baño! Busco su bata y se la puso, cuando Jack se había metido en el balo y todo estaba despejado abrió la puerta. –Abuela buen día ¿Qué ocurre? Estaba profundamente dormida.
− Ya veo, llevo un buen rato tocando pensé que te había pasado algo.
− Abuela estoy bien. ¡Es más muero de hambre!
− Eso sí que me agrada, te preparare un buen desayuno, déjame hacerte la cama. Megan sí que duermes terrible mira esa cama nada más, las sabanas en el piso y las almohadas.
Oh por Dios la cama estaba hecha un desastre total.
− Déjala abuela yo misma la puedo hacer.
− Bueno si tienes razón, Jack ya debe estar por aparecer buscando su desayuno ya que siempre se levanta muy temprano, aunque no lo he visto me parece muy extraño.
− ¡Si me lo imagino!
− Bueno… Se paró en seco y Megan noto que su abuela estaba oliendo profundamente. De inmediato ella olio su brazo sin que su abuela se diera cuenta y noto que olía al perfume de Jack. Palideció y supo que estaba en un buen lio si su abuela lo notaba. –Tendré que hablar con Jack usa demasiada colonia.
− Hmm… Si es que bueno anoche paso por aquí preguntándome si me encontraba bien, supongo que fue eso o es que ya anda por allí como dices tú.
− Bueno por lo menos está siendo más amable. Subiré dentro de un rato con tu desayuno.
Su abuela salió y Megan cerró la puerta, y en ese momento Jack salía del baño y la miro.
− Casi que nos pillan. Estuvo bueno eso de que pase anoche por aquí dejando mi rastro de perfume.
− Eso no es gracioso Jack. ¡Todo esto es tú culpa!
− ¡No recuerdo que hayas puesto resistencia anoche!
− ¿Qué dices? Te recuerdo que fuiste tú quien vino a seducirme. Le reclamo.
− Y te recuerdo que tú te dejaste. Porque yo no sentí que me rechazaras o repudiaras mis besos.
Aquello ultimo la hizo sonrojar porque recordó la increíble noche que habían pasado juntos, se avergonzaba por ser tan débil cada vez que el la tocaba.
− Sabes que, es mejor que te vayas. Tú y yo nunca vamos a poder mantener una conversación normal como las personas civilizadas.
− ¡Pero en la cama sí que no las llevamos muy bien!
− Eres un idiota arrogante.
− Sabes lo que te he dicho de insultarme ¿no es así?
La arrinconó contra la pared tomando sus manos juntas para que no pudiera soltarse mientras la besaba ferozmente. Ella se resistió al principio pero luego poco a poco fue cediendo respondiéndole con la misma intensidad que la de él. Le aflojo el lazo de la bata tomándola por la cintura levantándola y llevándola hasta la cama.
Estaba loco, completamente loco. Por poco y los pillaban esa mañana y en vez de salir disparado de allí simplemente volvió hacerle el amor como un salvaje, tenía problemas graves porque cada vez que ella lo ofendía le excitaba pensar que usaba esa excusa para poder tocarla o hacerle el amor. Tenía que parar aquel juego o se quemaría, pero la idea de no volverle hacer el amor lo ponía de muy mal humor.
− ¿Patrón se encuentra en tierra firme? Rodrigo interrumpió sus pensamientos en aquel momento, ni recordaba lo que iba hacer en los establos.
− Solo estoy pensando en unas facturas que tengo que cancelar.
− ¡Ya!. Me preguntaba si me podrías prestar el todo terreno, tengo que ir a San Antonio por unos encargos para Grisell y para las barracas.
− Si está bien llévatelo. Pero no tardes mucho necesitamos ir ver al resto de las vacas preñadas.
− Si patrón.
En eso era que tenía que ocupar sus días en trabajar, y no estar pensando en citadinas y mucho menos seguir con esa loca obsesión de hacerle el amor cada vez que la tenía cerca.
− Rodrigo, ¿A dónde vas? Le pregunto Melisa cuando vio que se montaba en el coche de Jack.
− A San Antonio nena. ¿Quieres ir?
− ¿Qué el que?
No le había dicho a ese idiota que le informara de todo los movimientos de Megan.
− Si, él se las llevo. ¡Pero pronto estarán de regreso!
− ¿Qué estás diciendo?
− Si ellas me dijeron que estarían aquí para la hora del almuerzo, seguramente fueron de compras.
− ¡Con que de compras!
− Si es lo más probable.
− Grisell porque demonios no te explicas mejor antes de hablar.
− Pero bueno ¿y tú que te traes? Si es que te gusta mi nieta porque no se lo dices de una vez.
− ¿A qué viene eso? Nadie ha dicho nada de gustarme Megan, cuando Rodrigo regrese dile que vaya a mi despacho.
− ¡Como quieras!
Casi había sufrido un infarto, había pensado que Megan se había ido y esa sensación que tuvo de perdida no le gusto para nada. Le preocupaba que ella se fuera de eso ya no había dudas, pero no podía evitar que llegara ese día. Se metió en su despacho y noto que había un fax que imagino que no sería para él, se sentó en su sillón a pensar, si ella quería ir a San Antonio porque no se lo pidió a él. Le daba coraje que no le pidiera las cosas a él. Al poco rato Rodrigo entro en su despacho.
− Jefe aquí están las llaves del coche.
− Siéntate. ¿Qué fueron hacer ellas para San Antonio?
− No lo sé Jack, no estuve con ellas por algunas horas. Cuando las recogí venían cargadas de bolsas de compras. Supongo que solo querían comprar cosas de mujeres.
− ¿Las dejaste solas por horas?
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