− Hola doctor qué bueno que tuvo tiempo de venir.
− Si Jack me dijo que era realmente urgente que revisara a su nieta que se encontraba muy mal.
− Bueno mal como tal no está, pero si está muy pálida y débil. Casi no prueba bocado y siempre está durmiendo.
− Bueno vamos a ver qué es lo que le pasa.
El doctor estuvo a solas con Megan por más de una hora, todos estaban en la espera en la sala. Después de un largo rato escucharon pasos en la escalera y todos se pusieron en pie esperando el resultado.
− ¿Y bien doctor? Pregunto Jack impaciente.
− Bueno ella no tiene nada malo. Esta perfecta, solo necesita comer bien, tomar líquido y algunas vitaminas que ya le recete.
− ¿Bien? Exclamo Jack. –Pero si está más pálida que un cadáver y lleva días que no se alimenta bien.
− Ella estará bien Jack, me pidió que su amiga Melisa subiera verla. Yo ya termine aquí, me marcho.
Solo la llamaba a ella, ¿y su abuela porque no? Todo aquello parecía muy extraño.
− Megan ¿qué sucede?
− ¡Oh Mel! Rompiendo a llorar cuando vio entrar a su amiga.
− Megan ¿qué pasa?, ¿Por qué lloras? El doctor ha dicho que estabas muy bien ¿Acaso mintió?
− ¡Oh Melisa! ni te imaginas lo que ha pasado.
− Que por todos los cielos, ¿qué paso?
− Yo… Yo estoy embarazada Melisa. Le soltó llorando sin parar tirándose a los brazos de su amiga que se había sentado en la cama junto a ella.
− ¡¿Qué tu qué?! Megan ¿de qué rayos estás hablando?
− Lo que has oído, ¡estoy embarazada!
− ¿Pero cómo es que paso? De quien... ¡Oh dios mío! ¿Jack es el papá?
− ¡Si es de él! Le dijo sonándose la nariz.
− En qué momento ustedes dos… Pero si parecen perro y gato, además nunca se han quedados sol… ¡Oh si ya veo! ¿El día de la fiesta no es así?
− Eso ya no importa Mel, lo importante es lo que está pasando. ¿Qué voy hacer?
− Primero decírselo a Jack.
− ¡No estoy segura de eso!
− Estás loca, no puedes ocultarle que es el padre Megan.
− ¿Por qué no?
− ¡Tienes que decirle la verdad te guste o no!
− Bueno lo pensare. Dijo limpiándose las lágrimas. –Le dije al doctor que no dijera nada, pero me dijo que tenía que ir a su consultorio para que me hicieran un chequeo.
− Lo único que se me ocurre es que hable con Rodrigo para que nos lleve a San Antonio.
− Él es el mejor amigo de Jack, le contara todo. ¡Estás loca!
− Tranquila yo hablare muy seriamente con él.
− ¿Qué excusa vamos a dar para ir? La abuela estará muy curiosa y ni se diga de Jack.
− Mas a favor de Jack para que le digas que él es el padre, estaba preocupado por ti.
− No lo sé, él no está listo para esto.
− Tu tampoco, pero ya lo estarás. Sabes cómo se va a poner ese hombre cuando se entere que estas embarazada de él y se lo hayas ocultado.
Como iba a decirle a un hombre que no quería una relación seria con una mujer que iba a tener su hijo. Como pudo ser tan descuidada.
− Te prometo que lo pensare. Cuando se entere no dejara que me marche de aquí.
− ¿Acaso vivir aquí es tan malo?
− Yo tengo mi vida en Atlanta.
− Puedes tenerla donde sea Megan. Y tu hijo es heredero de estas tierras.
− No quiero hablar más de esto, me pone enferma.
− De acuerdo pero esto no es algo de lo que te puedas zafar así de la noche a la mañana.
Cuando Melisa bajo a la cocina Jack la esperaba junto con Grisell.
− Hmm… ¡Eres tú! Estoy bien, ¿qué haces aquí?
− Quise ver si estabas bien, pero se te nota un mejor semblante.
− Si, solo me hacía falta dormir. Se sentó en la esquina de su cama, deseaba abrazarla y sobre todo hacerle el amor.
− ¿Y qué te pasa? Él se acercó a ella, se inclinó un poco y puso las manos en su cuello acercándola a él lentamente para rosar sus labios.
− Jack ¿Qué estás haciendo? Le susurro contra sus labios semi abiertos.
− No lo sé Megan, lo único que sé es que debo besarte.
Se besaron lentamente dejándose llevar por sus sentimientos llenos de ternura, Megan pasó sus brazos alrededor del cuello de Jack y lo estrecho contra él como si su vida dependiera de ello.
− Megan, déjame hacerte el amor.
− ¡Oh Jack, esto es una locura!
− ¿Por qué? Respondió dándole una tanta de besos furtivos por el cuello.
− No lo sé, pero creo que no está bien.
− Yo creo que más bien te parece una buena idea, porque pareces una gata en celo. Le dijo metiendo sus manos por debajo del camisón sintiendo la suavidad de sus costillas para luego apoderarse de sus senos.
− Tu... ¡Oh Jack! No hagas eso…
El la tumbo en la cama subiéndole el camisón completamente descubriendo su desnudez, su piel era tan blanca y sedosa que no le importo perder en ella. La poseyó esa noche sin reparos, ella estaba tan deseosa como él, y eso a él le encantaba. Se quedaron completamente dormidos, la luz de la mañana despertó a Megan de un sueño profundo y unos leves toques en la puerta parecían lejanos en aquellos momentos, hasta que un brazo le atrapo por la cintura terminándola de despertar de un salto.
− ¡Oh cielos! Se giró y observo que Jack dormía boca abajo con el brazo sobre su cintura. – ¡Jack despierta!
− Hmm… ¡Puedes estate quieta! Le dijo aun boca abajo
− Están tocando la puerta, y tú, estas desnudo en mi cama Jack, despierta.
− ¡Oh por Dios, me quede dormido!
Los toques en la puerta seguían persistentes y la voz de su abuela sonaba intensa.
− ¿Qué vamos hacer? Date prisa y vístete. ¿Por qué no te fuiste temprano?
− Demonios Megan me quede dormido. Levantándose buscando su ropa tirada por todos lados, mientras lo hacía Megan observaba su firme trasero y sus musculosas piernas. Su espalda ancha y bien definida bronceada por el abrazante sol de Texas, era una belleza de hombre.
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