− ¿Quién la llevo? Estaba realmente furioso con Megan.
− La llevo Rodrigo, pero en su propia camioneta.
− ¿Por qué nadie me llamo temprano? Es que yo no cuento en esta casa. Exclamo tenso.
− ¿Y tú porque te molestas? No era lo que querías, creía que la presencia de mi nieta te inquietaba, pues ya no está puedes relajarte.
− Soy el dueño de este rancho, por lo menos debió decirme que se iba.
− Bueno ella me dijo que te diera las gracias por todo. Además su vuelo salía muy temprano.
− ¡Yo me levanto temprano, con un demonio!
Se levantó pegando las palmas de las manos en la mesa.
− ¿Y de que va todo esto? Le Grito Grisell.
− ¡Increíble!. Me largo y no me esperes para almorzar. Tomo su sombrero y salió de la cocina dando un portazo, mientras que a lo lejos se escuchó el chirrido de su coche.
− ¿Qué bicho le pico a picado a este? Dijo Grisell.
− Ya sé cuál le ha picado. Pues el bicho del amor, se enamoró de ella, por eso esta tan furioso porque ella se ha marchado sin decirle una sola palabra.
− ¿Tú crees?
− Está clarísimo, y mi amiga se fue sin poder darse cuenta de ello.
− Debemos hacer algo Mel, esos dos tienen que volverse a ver.
− Deje que las cosas marchen solas, es mejor no forzar a Megan y a Jack. Dio un largo suspiro. – ¡Me iré hacer la colada!
− Si tal vez tengas razón, solo espero que no sea tarde para ese entonces.
Dos meses después, Jack entraba en la cocina como de costumbre para tomar el almuerzo en compañía de Rodrigo. Desde que Megan se había ido, Jack estaba de mal genio la mayor parte del día, era casi insoportable, el único que lo toleraba a medias era Rodrigo.
− Apuesto que vienen con mucha hambre.
− Pues sí, el día ha estado horrible con este calor, tuvimos que atender a dos vacas locas. Le dijo Rodrigo.
− ¡Bueno ya está listo el almuerzo! Dentro de un momento Melisa bajara acompañarnos.
− Qué bien, la he extrañado mucho.
− No seas idiota Rodrigo, solo pasas seis horas sin verla.
− ¡Jack porque tienes que hablar así! ¿Es que estas de mal genio de nuevo?
− Déjalo Grisell. Le dijo Rodrigo calmado.
− Tengo hambre, porque mejor no sirves la comida.
− ¡Vamos hombre relájate! Rodrigo le dio unas palmaditas en la espalda.
Cuando Grisell termino de servir el almuerzo, el teléfono comenzó a sonar cuando esta contesto su tono de voz cambio drásticamente pasando a ser muy alegre. Instantáneamente Jack se puso tenso, habían pasado dos meses ya, pero recordaba a Megan como si estuviera allí como todas las noches que se estuvo quedando en casa. Le daba coraje porque cada vez que ella llamaba nunca le mandaba saludos, seguramente ella ya lo había olvidado mientras que él estaba como un idiota de mal humor todo el tiempo.
Tal vez ella estuviera saliendo con un tipo ya, haciendo su vida, de solo pensarlo el estómago se le revolvía.
− Si tanto te molesta que llame y no pregunte por ti, entonces llámala tú. Le dijo Rodrigo en un susurro.
− ¡Cállate! No me interesa hablar con ella.
− ¡Ya! Pero tu rostro dice lo contrario, y tu pésimo humor nadie lo tolera patrón.
− Déjala quieta, si no quiere a tu alazán ofrécele otro caballo, tienes muchos buenos. Le dijo Rodrigo acercándose a él.
− La quiero ligar con ese caballo.
− Pero ella no lo quiere, no la puedes obligar sabes que medianoche es muy cabezota y brusco.
− Si claro y ella es una linda florecilla ¿no?
− De hecho si lo es, una hermosa flor y al parecer no te has dado cuenta de ello.
Aquella conversación ya no tenía nada que ver con los caballos.
− ¿Con que te parece una hermosa flor?
− Desde luego que lo es, cualquiera que tenga ojos lo puede ver.
− ¿Qué quieres insinuar? Soltando las hojas donde estaba anotando.
− ¡Que eres un ciego! Ella es delicada y solo quiere que la traten bien, si la tratan de forma tosca no conseguirán nada de ella.
− ¿Y tú si vez eso en ella? Eres todo un experto en el sexo femenino ¿no?
− Si, se puede decir que sí.
Rodrigo no lo vio venir cuando Jack le lanzaba un puñetazo en la cara que hizo que lo tumbara en la pila de heno que había juntado para que Jack los contara. Jack estaba furioso, no sabía bien porque le había pegado a Rodrigo pero lo había hecho.
− Demonios Jack. Se tocó la nariz que comenzaba a sangrar a mares. – ¿Qué rayos te pasa? Se pasó la manga de la camisa por la nariz para limpiársela, pero está aún seguía sangrando.
− ¡Te lo has buscado!
− Eres un idiota hombre, toma ese bendito avión y ve a verla de una vez por todas, caray me rompiste la nariz.
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