Melissa.
—Perfecto —dije con la sonrisa estampada en mi rostro mientras mis manos temblaban. Mamá, papá y Andrés solo esperaban que colgara la llamada para hacerme el montón de preguntas que se les atoraba en su garganta—. Por supuesto que estaré allí, mañana a primera hora… Jeremy, yo no sé cómo agradecerte…
—Yo sí sé —respondió detrás del auricular con una carcajada y por un momento me quedé sin palabras—. Tranquila, tampoco pienses mal, mejor hablamos mañana, descansa, y piensa en lo que te dije.
—Que tengas buenas noches, Jeremy —dije colgando y luego abrí la boca en un grito silencioso hacia toda mi familia.
—¿Qué dijeron? —fue la pregunta de papá muy afanado, así que le asomé una palma para que me diera un momento.
Había pasado tres largas semanas desde que salimos de ese horrible hospital, todo este tiempo trascurrido, tuvimos un sumo cuidado para con mi padre teniendo en cuenta de no alarmarlo más de lo indicado. Su recuperación fue lenta, pero él estaba colocando todo de su parte, para cambiar su régimen alimenticio, y de caminar todos los días como se lo indicó el médico.
Jeremy me dio muchos días de permiso en casa, y los aproveché al máximo para ayudar a mamá con papá y también para darle los últimos toques a la historia que presentaría a mi jefe.
No sería presentada aun, pero pasaría por una revisión por más de diez personas que trabajaban con nosotros en la editorial, y a partir de allí se enviaría el archivo a la universidad de Cambridge, junto con las dos personas que competirían conmigo por el premio de la publicación en físico.
No podía cantar victoria anticipadamente, pero estar ahora en este punto ya era demasiado para mí como logro en mi carrera. Tenía los medios para saber que, si no ganaba esa oportunidad, yo misma autopublicaría mi libro, así que mi mayor motivación no era ganar.
Pero los nervios continuaban aquí, intactos, porque esta misma semana al culminar el viernes, todo ese archivo se enviaría, tal cual, sin poder colocar una coma más.
—Bien —dije a todos sonriendo como una tonta—. Ya está en edición, por al menos diez personas de la editorial, estoy nerviosa… cómo… Como …
—¡Como la mierda! —dijo Andrés mientras mi madre le dio una palmada en el brazo.
—Como eso no, pero tengo un nudo aquí en el estómago y creo que me moriré de la emoción…
—¿Cuándo podemos comprar el libro? —preguntó papá con una inocencia que solo me hizo nublar la vista.
Amaba a mi familia, era la mejor de todas.
—Papá ella no ha publicado el libro, apenas van a editarlo, esta semana todos apurados —dijo Andrés en son de broma.
—No es que estén corrigiéndole mucho —Alardeé—. Solo son cositas que yo misma no pude ver —dije yendo en la dirección de Albert quien me miraba como si yo fuese la mejor persona del mundo.
—Bueno, quiero el primer libro, aquí mismo en mi mesita con un café —cuando dijo esas palabras sentí un poco de miedo, mi libro tenía sexo, y partes que, si él detallaba bien, se daría cuenta de que hice una misma historia de mi propia vida, aunque cambié los nombres de los protagonistas y de todas las personas en el libro.
¡Na!, no se daría cuenta
¿Se daría cuenta?
Entonces, por un momento, y por primera vez después de todo este despelote, mi menté comenzó a volar. Todos los que estuvieran involucrados a mi persona, sabrían de todo lo que estaba hablando en esa historia; mis comienzos con Alice, mi relación con Erick, algunas cosas que mi misma amiga Mad me dio permiso de escribir sabiendo que siempre su nombre estaría oculto en otro personaje, mi amor por Luc, sobre todo ese amor estaba resaltado en todo el libro, y por supuesto el dolor que mi hermana me ha causado todo este tiempo.
Mi corazón comenzó a Latir muy fuerte, ¿podría Luc leer mi libro y darse cuenta de todo por fin?
Me levanté de golpe y luego todos quedaron mirándome extrañados.
—Quiero… quiero decirles que esa historia que creé, es solo ficción y que…
—¿No me digas que pusiste tus fantasías sexuales en ese libro? —Andrés se levantó con los brazos cruzados—. No hermana, ¿Por qué?, yo quería leerlo, ahora dime como puedo ver esas escenas sabiendo que eres tú…
Abrí mis ojos en súplica, pero mi hermano no tenía remedio.
—El libro de Mell no se trata de eso, ¿cierto Mell? —preguntó mi madre confundida, así que torcí los ojos.
—Solo es una historia de amor madre, una historia creada por mí, eso hacemos los escritores de ese tipo de género.
—Pensé que tus escritos eran más pedagógicos, creo que esos libros se venden más —dijo mi padre colocándose la gafas.
Pero la carcajada de Andrés no se hizo esperar.
—No padre, eso no es verdad, los libros de romance erótico como los de Mell, ahora son el boom del momento.
TOME EL CUCHARÓN DE PALO Y SE LO LANCÉ.
—¡Mi libro no es erótico! Es solo una historia romántica, con trama, conflictos….
—Quiero leerla —dijo mamá y el estómago se me tensó más.
Las especulaciones, y la curiosidad de mis padres iba en aumento, así terminamos nuestra cena.
Pensé mucho durante toda la noche, estaba entusiasmada, nerviosa, y con cierto miedo ahora que lo meditaba bien.
Sabía que mis papás nunca sabrían que de cierta forma mi vida estaba plasmada en esas hojas, pero estaba segura de que si Luc lo leía, no dudaría un segundo en darse cuenta en que yo había escrito nuestra historia en esas páginas.
El solo hecho de imaginar sus ojos en las líneas me hacía temblar, una luz se encendió en todo mi cuerpo y una leve esperanza se acrecentó dentro de mí. Allí estaba todo lo que no podía decirle en palabras, pero todo esto era un supuesto. Ni siquiera estaba segura de que leería la descripción.
Luc y Sara se fueron hace 2 semanas a New York en compañía de Bruno en un último momento. Quizás eso no se lo esperó Sara, pero desde ese tiempo, no he vuelto a ver su rostro, y en mi caso, ni siquiera escuchar su voz, como lo habían hecho mis padres o Andrés.
Con ellos si hablaron todo este tiempo, yo era la única manteniendo nuestra relación a raya.
No sabía que podía rondar en su mente, si pensaba en mí, si le dolía esta distancia y, sobre todo, si estaba lo suficientemente cerca de Sara como para preocuparme.
—¿Y qué pasa si hay decepción? —contraatacó Jacob—. Nunca estarás cien por ciento contento sobre la otra persona, de hecho, habrá momentos en que la decepción es grande, pero en el fondo la conoces, y la amas por sobre todas las fallas y todos los problemas.
Giré en dirección de Bruno mientras este reía con gracia, pero mi estado de ánimo estaba cayendo hasta el mismo infierno.
Miles de puñaladas invisibles estaban traspasando mi piel.
—Estoy seguro de que ninguna persona hará que su amor tambaleé —le dije de forma muy baja y ellos solo asintieron mirándose uno al otro.
Miserable.
Esa palabra resumía todo lo que había sido todo este tiempo. Un miserable y un canalla… un completo idiota.
Tenía prácticamente cinco semanas en New York, y el alma me quemaba lentamente de forma devastadora.
No podía culpar a Sara por estar diciéndome cosas en repetidas ocasiones sobre Melissa, yo era el responsable de como desarrollaba toda esa información, y me dejé llevar por los celos, la rabia y por cualquier cosa que ahora mismo quería excusar.
Nunca fui un hombre de verdad con ella, nunca la enfrenté como una persona normal para asumir y escuchar su otra parte, simplemente la juzgué, la condené todo este tiempo dejando que pasara sola sus peores momentos, los momentos en que más me necesitó.
Así como ella lo hizo conmigo.
Me había desquitado de la forma más cruel por su rechazo continuo, y cuando supe que sentía lo mismo por mí, solo quise vengarme por el tiempo perdido.
Era un bastardo con un traje caro sentado mirando al horizonte, lleno de dinero, pero totalmente vacío, y que había perdido a lo más preciado que tenía.
Mi mejor amiga, toda mi vida. Mi misma alma, mi mismo amor.
¿Y qué si ella había estado con mil hombres como Sara lo repetía cada vez? Si cuando estuvo conmigo la deje ir.
¿Y qué si daba problemas a sus padres y ponía en enemistad a Sara?, ese era su problema familiar, y yo debía apoyarla. Pero eso es lo que menos hice todo este tiempo.
La garganta se me apretó tanto que no pude contenerlo por más tiempo. La pareja ya se había ido del lugar y Bruno estaba hablando con un hombre que estaba dándole indicaciones de alguna discoteca, a la que quiera asistir esta noche.
Pasé mis dedos apretando los ojos, mientras varias lágrimas se derramaban por mis mejillas. Estas eran heladas, y cargadas de rabia.
La extrañaba, la necesitaba como nunca, quiera verla, abrazarla como antes y que ella me ofreciera su sonrisa. Yo la necesitaba y quería estar con ella.
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