Estaba demasiado nerviosa por la situación. Me dejé llevar y parecía que él lo disfrutaba.
No dejo de regañarme mentalmente por haber sido una completa idiota. ¿Qué rayos me sucede? ¿Por qué lo he besado? ¡Soy una idiota!
Cómo Mía es aún muy pequeña, debía quedarme a su lado. Insistí para que él se fuera, pero ha sido imposible. Es muy testarudo. Al final, pasamos la noche en aquella habitación.
Al despertar, me sentí un poco desorientada y cuando he conseguido recordar que estábamos en pediatría, estaba por reaccionar cuando de la nada lo escucho hablar. Cierro mis ojos de nuevo y como dice mi abuela, alzo la oreja para escuchar todo lo que él dice.
—Eres una pequeña con suerte. Aunque no me simpatizas, eres suertuda. Tu madre se ha preocupado por ti, pronto seremos familia, espero que no me des dolores de cabeza. Esto será un secreto entre tú y yo.
Quería reírme, pues había descubierto su secreto. Así que, el cavernícola tiene su lado cursi, no lo creí posible, pero parece que si es así. La vida da muchas sorpresas. Pobre Mía, de seguro de estar a punto de llorar por escuchar sus palabras. Estaba por compadecerme de ella, pero me sorprendo escucharla reírse.
¡Un momento! ¿Este sujeto le agrada? ¿Cómo es posible? Menudas traicioneras, primero mi abuela y ahora mi hija. ¿Ahora quién sigue? ¿La señora Clarisa? ¡No puedo creerlo!
Si mis cálculos no me fallan, he fingido estar dormida por unos veinte o treinta minutos. Decido darle fin a mi farsa y abro los ojos. Me incorporo y estiro mi cuerpo, tenía un brazo totalmente estirado y otro detrás de mi cabeza sosteniendo mi otro brazo y mi columna formando un pequeño arco, lo que estaba haciendo que mi blusa se pegue a mi cuerpo y lo sé por la forma en como me miraba.
—¿Qué?
Bajo los brazos y me arreglo la ropa. Lo ignoro y me acerco a Mía.
—Hola, cariño. ¿Te sientes mejor?
Parece que la ignorada ahora soy yo, pues ella no me mira en lo absoluto, parece hechizada por la belleza del cavernícola.
—Avísame cuando tu abuela prepare esa cena. Tengo que irme de viaje por unos días, hasta entonces piensa en la propuesta. Espero una respuesta pronto.
Apenas dice eso, aleja la mano de Mía que intenta tocar la suya y se va.
—No te dejes llevar, es un cretino... ¡Ay, no! ¡Lo siento, cariño! Por favor no llores.
La cargo, con cuidado de no lastimar su herida, no entendía por qué estaba llorando de la nada. Mía no suele ser como muchos niños que se la pasan llorando todo el tiempo, ella es muy tranquila y muy encantadora. ¿Qué le abra hecho el cavernícola mientras yo dormía?
Al fin consigo que se calme y se quede dormida.
Mi abuela no dejaba de regañarme por no haberle avisado que la cena se cancelaba hasta su regreso, pero ha entendido que se debía a su trabajo. Además, no dejaba de insistir en que no debía dejarlo ir. Según ella, me miraba con amor. Según yo, me miraba con deseos de matarme.
Me ha sorprendido que Mía siguiera llorando después de despertarse. Tuve que llamar al doctor para saber si era por su cirugía, pero todo estaba bien. Sus signos vitales, su temperatura y no había evidencias de fiebre e infecciones en la herida. Entonces, ¿Por qué no ha dejado de llorar?
—Por favor, no llores.
Ahora era yo quien quería llorar por verla así. ¿Qué tanto sucedió mientras dormía? ¿Qué le hizo el estúpido de Jason?
No dejaba de insultarlo en mi mente cuando de repente suena mi teléfono. Contesto sin mirar quien era.
—Por favor, Mía, no llores cariño. Mamá está aquí...
Había olvidado que estaba al teléfono tras el fuerte llanto de Mía.
—¿Hola?
—¿Qué le pasa a la niña?
—¿Quién habla?
—Jason.
—Baja la voz, la vas a despertar.
—¡Tú...! Vete, nosotras no te necesitamos. Que te quede claro, ella es mi hija, no tuya.
—Ríndete mujer, pronto tú serás mi esposa y ella pasará a ser mi hija, aunque no sea lo que yo quiera.
Retrocedo cada vez que él se acerca a mí, hasta quedar atrapada entre la pared y su cuerpo.
—Te casarás conmigo, quieras o no, eso te lo aseguro. No te hagas falsas ilusiones, no eres mi tipo de mujer. No eres la mitad de la mujer que deseo. Si no fuera por la maldita herencia, no estaría en esta absurda situación.
—No seré tu esposa y Mía no será tu hija.
—Eso ya lo veremos. Aceptas por las buenas o me encargaré de torturar tu mente hasta que accedas.
—No me das miedo.
—Piensa en si quieres a tu abuela y a tu hija vivas o muertas.
Un horrible escalofrío corre por todo mi cuerpo, me desplomo al ver que él no bromeaba. Su mirada era decidida, no mentía.
—Eres un monstruo.
—No me importa serlo con tal de ser el heredero de mi familia. Tú decides, firmas el acta de matrimonio o ellas mueren. No soy tan noble como mi abuelo, él podrá tratarte bien, como a una hija. Pero yo haré de tu vida un maldito infierno si no obedecer a cada una de mis reglas y a cada una de mis órdenes. Sus vidas están en tus manos, ¿Sacrificarás a las dos personas que son importantes para ti o te sacrificas tu misma?
—Yo... Yo... Firmaré.
—Bien, haré que traigan los papeles.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Adoptando a la hija del CEO